VALÈNCIA. Presidente investido, consellers elegidos y altos cargos en proceso de selección. Todo indica que la sala de máquinas del Botànic II, acuerdo del bloque de izquierdas formado por PSPV, Compromís y Unides Podem-EUPV, empieza a carburar y que en breve las peleas por los sillones quedarán atrás para dar paso a cuatro años de gestión.
O no. Las semanas de intensas y duras negociaciones han servido para identificar cuáles serán los problemas recurrentes que, posiblemente, se vayan repitiendo cíclicamente cuando se aborden los presupuestos o las acciones de gobierno que afecten a distintos departamentos de diferente signo político. Así, en la legislatura que comienza, no es aventurado afirmar que tan importante será la acción política como la rentabilización que se haga de ella frente a los socios en el bloque de izquierdas.
Pero, al margen de la competitividad entre las fuerzas progresistas, es importante incluir un elemento clave en el análisis que amenaza de forma más intensa al Botànic II de lo que posiblemente pueda apreciarse en la opinión pública: los propios problemas internos que cada una de las formaciones implicadas que pueden terminar salpicando al Gobierno valenciano.
El partido más votado en las elecciones autonómicas, el PSPV-PSOE, no es ajeno a estos conflictos. El presidente de la Generalitat y líder de los socialistas valencianos, Ximo Puig, ha deslizado estos días la posibilidad de optar a un tercer mandato en 2023: una maniobra que surge tras percibir la carrera iniciada internamente dirigida a su sucesión. Quizá tarde.
Tarde porque el partido, pese a la victoria electoral tanto en los comicios autonómicos y los grandes resultados en los ayuntamientos, se encuentra atomizado en diversos grupos o facciones de fidelidades en muchos casos volátiles donde se destaca la familia 'abalista'. Así, a día de hoy, la corriente más consistente y fiable es la que se declara seguidora del ministro de Fomento y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos. Un grupo no mayoritario pero que bebe de acuerdos puntuales con sectores -en ocasiones 'ximistas'- para mantener una posición estratégicamente óptima.
Así pues y en todo caso, si Puig quiere conseguir una tercera oportunidad para ser candidato a la Generalitat, deberá prestar atención al futuro congreso del PSPV -previsto en 2021 pero que podría adelantarse si Pedro Sánchez anticipa su cónclave- para asegurarse de que todavía tiene una mayoría que le respalda. Con este escenario, será interesante seguir los nombramientos en el segundo escalón del Ejecutivo en clave interna del partido: y es que las designaciones pueden atender en muchos casos a equilibrios orgánicos que Puig necesita para sostener su posición en el PSPV.
Si el líder de los socialistas valencianos tiene sus problemas, no le va a la zaga Compromís con sus siempre complejos equilibrios. Las dos patas principales de la coalición, Bloc e Iniciativa, prosiguen su coexistencia aunque cada vez con una mayor sensación de que la necesidad de reinventarse es obligatoria. La entrada en el Consell de Mireia Mollà -por parte de Iniciativa, el partido de Mónica Oltra- es para algunos una apuesta de futuro precisamente de cara a un hipotético relevo de la vicepresidencia. En el Bloc ya apuntan que si Oltra deja en algún momento de ser portavoz del Ejecutivo, deberá abrirse el debate sobre la sucesión.
En cualquier caso, el inicio de esta legislatura ha dejado entrever los primeros síntomas de agotamiento en la forma de organizarse de la coalición, más allá de los propios problemas internos que tienen en los respectivos partidos. Si en Iniciativa se empieza a especular con el relevo, en el Bloc sigue la tensión latente entre los jóvenes del partido liderados por la secretaria general, Àgueda Micó; el conseller de Educación, Vicent Marzà, y el síndic, Fran Ferri, entre otros, y la vieja guardia del partido, que ha conseguido la continuidad de Enric Morera como presidente de Les Corts o la permanencia de Rafa Climent en la Conselleria de Economía.
No es menos problemática la relación entre Unides Podem-EUPV. Una coalición electoral que se ha agrietado a las primeras de cambio una vez celebrados los comicios y afrontar la negociación. Las dos formaciones han evidenciado funcionar como entes independientes en varios momentos clave y, ahora que cada una de ellas dispone de una conselleria, acentuarán probablemente esta divergencia.
En Podem, Rubén Martínez Dalmau tiene la vicepresidencia segunda del Ejecutivo y el área de Vivienda y Arquitectura Bioclimática, pero no goza del liderazgo de un partido que difiere de cómo ha encarado la recta final de las negociaciones. Los conflictos en la formación morada amenazan con ir a más dado que, para algunos miembros de la dirección, el cabeza de lista sigue sus propios criterios que en ocasiones no coinciden con los de la cúpula del partido. Por otro lado, la coordinadora general de EUPV, Rosa Pérez, accede a la conselleria de Calidad Democrática y Transparencia tras haber superado no pocas vicisitudes para lograr el liderazgo en su partido y el pacto con Podem. Ahora bien, la dirigente tiene la obligación de conseguir mantener el espacio para su partido -algo que se le exige internamente- por lo que se espera un perfil en cierta medida batallador y fiscalizador también para con sus compañeros de gobierno, lo que puede tensar las relaciones del Botànic II.
Un panorama de conflictos internos que se avecinan entre los diferentes protagonistas del pacto que, además, conviven con heridas del pasado -Compromís sigue reprochando al PSPV el adelanto electoral- y la competencia por un espacio electoral similar. Así, y aunque algunos apuntan a que la entrada en los despachos siempre contribuye a relajar el ambiente, se prevé una legislatura compleja y convulsa.