VALÈNCIA.-Cuatro tipos van en un coche dispuestos a meterse en un lío del que no podrán salir. Los cuatro son blancos y hablan sobre los negros, sobre cómo los hombres negros tratan mal a las mujeres negras. La conversación deriva en una serie de televisión. «¿Os acordáis de Busquen a Christie Love?», pregunta el que conduce. Corría el año 1992 y gracias a ese diálogo de Reservoir Dogs, Tarantino le daba el impulso definitivo a una vieja serie televisiva para acabar de convertirla en título de culto. Busquen a Christie Love (Get Christie Love!) tuvo una vida breve, pero dejó huella. En España también, porque se llevó el Premio TP a la mejor serie en 1975, que en aquella época, mediados de la década de los setenta, era como llevarse un Globo de Oro a la española.
La serie fue una consecuencia: nació como un fruto del fenómeno llamado blaxpoitation. A finales de los años sesenta, y sobre todo a raíz del asesinato de Martin Luther King, la comunidad negra estadounidense había alzado su voz y ganado visibilidad. Artistas poderosos como Marvin Gaye o James Brown editaban álbumes cargados de proclamas políticas y reivindicativas, que se convertían en fenómenos comerciales. Hollywood abrió los ojos. Shaft (Gordon Parks, 1971) demostró que el cine con protagonistas negros también daba taquillazos. Lo negro, además de ser bello, tal como rezaba el reivindicativo eslogan de moda, también generaba dinero.
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La blaxpoitation —mezcla coloquial de los términos black y explotation— consistía básicamente en eso. Hacer películas (acompañadas por la correspondiente banda sonora a cargo de Gaye, Brown o Isaac Hayes) con protagonistas afroamericanos. Al principio fueron hombres, pero entonces aparecieron en escena Cleopatra Jones (Jack Starret, 1973) y Foxy Brown (Jack Hill, 1974), protagonizadas por detectives femeninas que eran tan duras de pelar como sus colegas varones. El papel de la mujer afroamericana dejó de ser el de belleza en biquini al servicio del macho de turno y se alzó como protagonista.
Pam Grier —rescatada también por Tarantino con Jackie Brown (1997)— fue la inspiración directa de una tv movie llamada Get Christie Love!, que buscaba amortizar el filón de la blaxpoitation en la pequeña pantalla. Los productores finalmente no pudieron contar con la actriz que querían, Cicely Tyson, por culpa de un accidente, y así fue cómo entró en escena Teresa Graves. Ella se convertiría en la segunda afroamericana con un papel protagonista en una serie de éxito. Antes estaba el precedente de Julia, la enfermera de color que entre 1968 y 1971 había enternecido miles de corazones con la serie homónima, mérito que recayó sobre la actriz Diahan Carroll, quizá más recordada por el telespectador español gracias a su papel como hermanastra de Blake Carrington en Dinastía.
Christie Love tenía todos los elementos propios identificables del blaxpoitation, solo que estaban adaptados a los gustos de las audiencias televisivas, más familiares y menos tolerantes que las que acudían a las salas de cine. Love era una detective que resolvía casos trabajando de incógnito. El lema que publicitaba la serie rezaba así: «Belleza. Cerebro. Y una placa». Era simpática y sexy y lucía el inevitable peinado afro. Sabía kárate y, adelantándose a la inefable madre de Tamara Seisdedos, si la cosa se ponía chunga, usaba su bolso como arma secreta. Si la resolución del caso lo requería, la agente se hacía pasar por puta, por estafadora, por ladrona. Y una vez tenía a los cacos con las manos en la masa, llegaba la frase que la hizo célebre y que los malotes de Tarantino reproducen en su citado diálogo, lo mismo que haría también Austin Powers en Miembro de oro (Jasy Roach, 2000): «Estás arrestado, cariño». En el teniente Arthur Ryan, interpretado por Jack Kelly, Love tenía a su necesario contrapunto dramático. El tipo intentaba que las cosas no se salieran mucho de madre cuando la agente se excedía en sus métodos de investigación y de vez en cuando le tiraba (con escaso éxito) un trasto.
Parte del encanto del personaje tenía que ver con el hecho de que, a pesar de los líos en los que se metía y los ambientes que frecuentaba, siempre tenía un aire light. Cuando se rodó la tv movie que dio pie a la serie, Teresa Graves todavía no formaba parte de los Testigos de Jehová, pero al firmar el contrato para la serie, las cosas habían cambiado. Sus cláusulas estipulaban que la actriz tenía poder de decisión sobre determinados aspectos concernientes a la serie y a su personaje. De ahí que nunca la viéramos tener aventuras con hombres, ni siquiera se besaba. El sexo estaba estrictamente prohibido en las tramas. Y la cuota de violencia tenía unos límites muy claros. Nada que fuese en contra de las creencias de su recién abrazado credo podía tener reflejo en la serie. Ya lo dijo la portera que interpretaba Chus Lampreave en Mujeres al borde de un ataque de nervios (Pedro Almodóvar, 1988): «Ya me gustaría a mí mentir, pero eso es lo malo de las testigas, que no podemos, si no, aquí iba a estar yo...».
La serie, que únicamente contó con una temporada, se inspiró en casos reales. La mayoría de ellos fueron relatados a los guionistas por una expolicía. La entonces retirada Olga Ford tenía el orgullo de haber sido una de las primeras agentes afroamericanas de la policía neoyorquina, así que fue la asesora perfecta para una serie de estas características. Para destacar sus raíces black, la serie contaba con un tema musical que era puro funky, con unos coros soul que repetían el título original de la serie —get Christie Looooove! get Christie Loooove!— hasta rozar el paroxismo. Quizá ese fue el motivo por el cual, a lo largo de su breve existencia, el tema cambiara tres veces.
Busquen a Christie Love tuvo una vida corta pero como se ha podido ver, dejó una huella, más profunda en la cultura popular que en la estrictamente televisiva. En junio de 2018, el mismo día en que estrenó la serie original 44 años antes, ABC emitió el piloto del reboot de la serie, protagonizada por Kyle Bunbury que contaba con Vin Diesel entre su equipo de producción.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 55 de la revista Plaza