VALÈNCIA. En el cruce de la calle de la Barraca con la calle de los Pescadores, una vía peatonal que atraviesa el Cabanyal perpendicularmente, un niño gitano de en torno a 10 años se aproxima a Faustino Villora, portavoz de Salvem el Cabanyal. El niño patea una pelota de fútbol y le reta a Villora. “A que no me la quitas”. Villora sonríe y hace amago de jugar con él. Es la tarde de un día laborable. Los niños han comenzado a salir de las escuelas. Cerca de ahí, los voluntarios de Cabanyal Íntim están organizando en un bajo los espectáculos de una nueva edición del festival. Una de ellos, Águeda Llorca, sale a la calle y se acerca a Villora. Le pide fuego para fumar un cigarrillo pero Villora no fuma. Finalmente la joven consigue fuego y Villora, antes de seguir caminando, le pregunta por los organizadores del festival. Durante el paseo Villora explica que no le gusta la palabra “decepción” aunque sabe que es la que emplean muchos al referirse a la situación actual del barrio.
Este domingo que viene se cumplirán tres años de la victoria en las elecciones municipales del triunvirato formado por Compromís, PSPV-PSOE y València en Comú, que supuso a su vez el final del proyecto de ampliar la avenida Blasco Ibáñez, una actuación que habría partido en dos el barrio. Décadas llenas de pleitos, informes, recursos, decretos autonómicos y órdenes ministeriales concluían con una victoria política que finiquitaba una guerra que había vivido momentos de gran tensión, como los derribos del 6 de abril de 2010. Ese día, coincidiendo con que se levantó el secreto de sumario del caso Gürtel, las grúas de la contrata municipal se aproximaron hasta el barrio para derruir cinco casas que estaban protegidas por una orden ministerial de Ángeles González-Sinde, a la que hizo caso omiso el consistorio liderado por Rita Barberá. El gobierno municipal ordenó tirar abajo estos inmuebles ubicados entre las calles San Pedro y Vidal de Cañelles, aprovechando una ventana de días que le había proporcionado la entrada en vigor de una ley autonómica impulsada por el Consell de Francisco Camps, con la que el ejecutivo autonómico trató de impedir la protección ministerial, explica Villora.
Tras ser demolido el primero, ubicado en la calle San Pedro número 29, y el segundo, en la calle Luis Despuig número 26, el mismo edificio pero dos fachadas diferentes, se fueron acercando vecinos y miembros de la plataforma Salvem el Cabanyal. Las grúas se desplazaron hasta Vidal de Cañelles para derribar el número 15, pero el abundante número de vecinos y medios de comunicación lo impidió en primera instancia. El subdelegado del Gobierno, Luis Felipe Martínez, intentaba poner orden mientras representantes de los partidos de la oposición, desde la actual vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, al entonces portavoz del PSOE en València, Salva Broseta, se unieron a las protestas. Desde los balcones, los vecinos hacían caceroladas. La Policía Local acordonó a políticos, periodistas y vecinos. En torno a la una y media del mediodía desalojó a la fuerza los políticos, arrastrando por ejemplo a Broseta, a Oltra, mientras dos jóvenes se abrazaban en el tejado de una casa.
Posiblemente ese día fue cuando más evidente resultó lo que estaba pasando en el Cabanyal, el enfrentamiento directo entre una parte de la ciudadanía y su administración local. No fue suficiente para que Barberá perdiera las elecciones de 2011, pero supuso la entrada en el Ayuntamiento de Compromís y Esquerra Unida. Un cambio de tendencia que se concretó en 2015, cuando el primero de estos partidos, liderado por Joan Ribó, logró arrebatarle la supremacía a Barberá en el barrio. El propio Ribó el día de las elecciones, ya con la victoria confirmada, no dudó en señalar al Cabanyal como “símbolo del cambio”. Así, si en 2011 el PP había logrado 5.003 votos, cuatro años después esta cifra se había reducido a menos de la mitad (2.214), mientras que Compromís pasaba de 853 a 2.597, triplicando resultados. A finales de julio, en su primer pleno ordinario del mandato, el nuevo gobierno municipal compuesto por una coalición de izquierdas que lideraba Ribó, solicitó a la Generalitat, como responsable última de la planificación urbanística, que archivase el Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Cabanyal-Canyamelar (Pepri). Fue entonces cuando dio comienzo lo que se llamó el año cero del Cabanyal, el punto de partida.
Tres años después de aquel primer paso las críticas vecinales se han recrudecido por lo que algunos, eufemísticos, califican como “inacción”. Vaso medio vacío, medio lleno, la presidenta de Salvem el Cabanyal, Maribel Doménech, reconoce el trabajo que se ha realizado pero su optimismo por el futuro no exime de que haya criticado en diversas ocasiones a lo largo de los últimos meses el hecho de que la zona cero continúe prácticamente igual, y haya calificado de “inadmisible” la situación de la vivienda pública. En este sentido la asociación de vecinos de Cabanyal-Canyamelar recordaba el 30 de abril que las entidades del barrio siguen esperando por parte de la Concejalía de Vivienda (María Oliver, València En Comú) el plan de inversión y rehabilitación de las casas de propiedad pública, plan que solicitaron al inicio de la legislatura. “Todo lo que se está haciendo es por la iniciativa privada, por la gente que recupera sus casas”, asegura un vecino. Algo que confirma Villora. “Lo que más resultado ha dado ha sido el ARRU, iniciativa privada con ayudas públicas; y eso se ha notado”, dice; “pero lo que es patrimonio público está en mala situación”, sentencia. Desde la oposición, el portavoz de Ciudadanos, Fernando Giner, cree que “la gestión de Ribó está dormida”. Y así, enumera que “hay más de 500 inmuebles de propiedad municipal previstos para uso de vivienda social” sobre los que no se han hecho “nada”. Como ejemplo cita los más de 1.183,996 euros asignados para la rehabilitación de ocho edificios para los que, asegura, a fecha de 30 abril no se había destinado ni un céntimo.
A algunos como Villora les cuesta criticar al Ayuntamiento. “No puedes decir que te está fallando alguien que está a tu lado”, explica. Pero si se le insiste, admite que “hay cosas mejorables”. El alcalde Ribó reconoce también, implícitamente, que los ritmos no son los deseables. “Estamos plantando semillas”, explica, “y yo sé que a todos nos gustaría ver resultados más rápidos, a mí también”. En este punto, a Ribó no le duelen prendas señalar que “en alguna ocasión” ha tenido que “dar algún toque de atención a algún compañero de gobierno, porque el barrio y su gente no pueden esperar más”. Más del 75% de las inversiones del plan financiado por la Unión Europea están pendientes de concluirse, los derribos de las casas ruinosas no se ejecutan, las okupaciones se reiteran… “Hay muchas situaciones muy particulares como esta finca de la izquierda”, dice Villora señalando a un edificio de tres alturas y bajo, en el número 57 de la calle San Pedro. La finca está tapiada y da un solar que se usa de aparcamiento. “Éstá declarada en ruina desde 2000, aproximadamente. Los bomberos vallaron para que no se pudiera pasar, vallas ancladas al piso. Han desaparecido las vallas, los anclajes, todo… y la casa continúa igual. ¿Cómo puede ser que una casa fuera declarada en ruina y 18 años después siga igual? ¿Cuáles eran las intenciones? Para mí las intenciones estaban claras. Lo que me preocupa fue la colaboración de algunas personas de la administración. Porque, si esto era un peligro, en 2018 debería seguir siéndolo”.
Frente al escepticismo vecinal, el alcalde Ribó quiere poner en valor el trabajo que se está realizando para la recuperación de la convivencia y la regeneración de la parte más degradada del barrio, con la rehabilitación de viviendas con ayudas, la pacificación del tráfico y la creación de zonas más amplias para peatones. Un plan integral que incluye programas de empleo e inserción de colectivos vulnerables, acciones de apoyo a familias en situación de exclusión, fomentando la mediación para evitar conflictos… “No es fácil hacer remontar un barrio donde el gobierno anterior había trabajado sistemáticamente durante 20 años para destruirlo”, indica Ribó; “es más fácil destruir que volver a construir de nuevo todo un barrio. A veces escucho gente que quiere que el Cabanyal-Canyamelar vuelva a ser un barrio normal. Entiendo lo que quieren decir pero yo prefiero expresarlo de otro modo. Yo lo que quiero es que vuelva a ser un barrio singular, con su identidad propia. No hay barrio de València que me quite el sueño como me lo quita el Cabanyal; me lo quitaba antes, cuando la derecha quería tumbarlo, y me lo quita ahora cuando estamos levantándolo", agrega.
Un trabajo sordo que en muchas ocasiones no tiene un fruto claro. Así, el incremento de inversión para la limpieza no es patente para muchos vecinos. Igualmente sucede con la seguridad, donde muchos dedos señalan acusadores al delegado del Gobierno en la Comunitat, Juan Carlos Moragues, a quien se le culpa de no poner todos los medios necesarios para resolver este problema. “No se ha actuado de manera eficiente en la recuperación de la calle para un uso normal por parte del vecindario”, dice Villora. “Se está trabajando desde hace unos meses para mejorar la coexistencia vecinal, pero es algo que se debería haber empezado en 2015. Se está trabajando de una manera que está muy bien, que dará resultados con un plazo más o menos largo, pero no es suficiente. Porque mientras tanto se sigue produciendo la mala convivencia, la mala vida y la falta de respeto a derechos fundamentales de la persona como el descanso”. En el cruce de Pescadores con la calle Progreso un grupo de jóvenes sentados a la fresca escuchan música flamenca delante de un bajo con las puertas abiertas. Al pasar junto a ellos Villora les señala con la cabeza. “Esta situación que estamos viendo ahora, de música a todo volumen, puede ser que sean las dos o tres de la madrugada y estén igual, todos los días, y no se haga nada [por parte de las autoridades]. Eso destroza la convivencia. Se invade el espacio íntimo de tu casa y no se respeta tu derecho fundamental”, explica. Uno de los jóvenes grita “maderos”. Villora ríe y recuerda como en una ocasión uno de esos jóvenes le dijo que él era “ése que sale en Internet” y le llamó “el presidente”.
La indeterminación también rodea a algunos inmuebles que están pendientes de resoluciones judiciales del tribunal provincial de expropiaciones; fueron expropiados, sus propietarios reclamaron ante la Justicia y ésta aún no ha dictado sentencia. Estas casas, dice Villora, “están destrozadas en el interior”. Hay dos franjas, dos barrios, que se pueden ver muy gráficamente en la calle San Pedro. “De la calle de los Pescadores hacia el norte es una calle, y hacia el sur es otra”, explica Villora, señalando las diferencias. "Es evidente que detrás del conflicto abierto por el PP hace 20 años para destruir este barrio estaba la especulación urbanística y una manera para conseguir la destrucción era rompiendo la estructura social del barrio”, comenta Ribó; “así era más vulnerable. Por ello, una de las políticas con las que más insistencia estamos trabajando ahora es la cohesión social y el trabajo en red”, apunta. Y cita como ejemplo Va Cabanyal! que prioriza 51 acciones propuestas por el vecindario en cuatro áreas: espacio público, vivienda e instalaciones, desarrollo económico y convivencia. Fue el dimitido portavoz de València En Comú, Jordi Peris, quien comenzó a trabajar esta iniciativas, mérito que le atribuye Ribó.
En el haber, desde el Ayuntamiento exhiben números como las 13 viviendas sociales, la recuperación de 26 viviendas ocupadas, los más de 1.200 beneficiarios de las ayudas al alquiler social que en 2017 supusieron dos millones del presupuesto municipal, los programas de intervención social, las 76 personas que ya se ha atendido para la renta valenciana de inclusión y las 340 citas para las próximas semanas… Un ejemplo de este modelo de recuperación se encuentra en los bloques portuarios, 168 viviendas de las cuales 47 están ocupadas. En este edificio la propiedad se reparte entre 91 particulares, la Generalitat (36 viviendas), la sociedad Plan Cabanyal (34) y el propio Ayuntamiento (7). En este caso el alcalde, aseguran desde el Ayuntamiento, “apuesta por la rehabilitación de las viviendas”, posicionándose así al lado de la actual portavoz de València En Comú, María Oliver y en contra de la tesis del concejal de Desarrollo Urbano, Vicent Sarrià, quien apuesta por el derribo. Por el momento la Concejalía de Inserción Socio-Laboral, que dirige Isabel Lozano, ha recuperado una planta baja en los mismos bloques para crear una oficina de atención social. Lozano estuvo este viernes visitando el espacio, en la calle Pescadores-Bloque Portuarios número 28, con una superficie útil de 51,38 metros cuadrados y que se encontraba sin uso y tapiado. El Ayuntamiento cederá el bajo a la asociación Brúfol, con la que tiene un convenio de colaboración para desarrollar un programa de atención social y formación de la población en situación de exclusión social, especialmente a las mujeres que pertenecen a minorías étnicas de los Poblats. La adscripción de este local a la delegación de Lozano se produjo en la Junta de Gobierno Local del pasado viernes 27 de abril y durante los próximos días se remozará para que esté disponible.
Un cambio que también ha llegado al asociacionismo del barrio, donde se acaba de articular el observatorio ciudadano Cabanyal Obert, que ha puesto en marcha iniciativas como un club de lectura que ya ha tenido la primera reunión. “En este momento”, explica Villora, “Salvem el Cabanyal ha creado una serie de sinergias entre el vecindario. Ahora se ha planteado hacer una organización con un carácter más abierto, cultural; también más clásica, con junta directiva y demás. Salvem el Cabanyal funcionaba más de forma asamblearia. Ahora pasaremos de una organización de resistencia y reivindicativa a una más enfocada al pensamiento, de proponer y reflexionar sobre las cosas que han pasado. Tiene tres pilares: uno más reflexivo en el que participa gente de la Universitat, otro más artístico para continuar trabajando como se ha hecho hasta ahora, y un tercero que sería el de participación ciudadana, donde analizaremos todos los problemas que puedan venir en el futuro como la gentrificación o la turistificación. Y es que si no se cuida al Cabanyal…”, cabecea. La idea, conseguir que el barrio vuelva a ser lo que fue, y no queden más heridas de la batalla. Algo que a día de hoy aún no se vislumbra.