VALÈNCIA. Es ya una tradición, casi una liturgia, que las distintas patas del Botànic mantengan una pelea en la elaboración de los presupuestos de la Generalitat que deben presentarse -como tarde- el último día de octubre. Cierto es que el Gobierno valenciano lleva aprobando las cuentas ininterrumpidamente con el voto de PSPV, Compromís y Podem desde que se alumbrara el Pacto del Botánico en 2015.
Pero no es menos cierto que, casi cada año, se produce una trifulca interna que suele terminar con un presupuesto más expansivo -ingresos ficticios incluidos- de lo que desearía el conseller de Hacienda, el socialista, Vicent Soler; con un aumento de las partidas en la cartera de la vicepresidenta, Mónica Oltra, y con cierto malestar en las carteras en manos de los socialistas al considerar que se cede demasiado a las presiones de Compromís.
Parece guionizado pero los actores ya parecen asumirlo de forma natural. Tal y como informó este martes Valencia Plaza, la coalición valencianista ha decidido plantarse y no remitir a Hacienda los recortes recomendados tras las primeras cuentas remitidas al inicio de la negociación. Es decir, las consellerias dominadas por Compromís quieren que se mantengan las cifras solicitadas y enviadas a Hacienda semanas atrás sin meter la tijera. Una posición que ya ha molestado a algunos departamentos controlados por el PSPV que sí han respondido remitiendo los recortes -o al menos parte de ellos- demandados.
Habrá que esperar si los niveles de tensión alcanzan los acaecidos el pasado año, cuando la pelea por una partida presupuestaria entre Economía (Compromís) e Innovación (PSPV) terminó en un pulso que se prolongó hasta la mismísima reunión del Pleno del Consell y que casi concluye con la dimisión de la responsable autonómica Carolina Pascual. El enroque de la coalición valencianista encabezado por Oltra sirvió para retener los fondos en disputa, además de con un incremento en las partidas del área de la vicepresidenta.