restorán de la semana 

Can Valear

Las raíces baleares de Antonio Vich se han extendido hasta la plaza de Cánovas. 

| 20/05/2022 | 2 min, 16 seg

En ese lado de la plaza al que, con 15 años, denominábamos "la parte de los viejos" para distinguirlo de lo que considerábamos nuestro margen. Ahora es también mi lado de la plaza –el lado bueno– porque echando una mirada a los restaurantes que se han instalado en las tres manzanas que lo flaquean (El Bressol, Varetto, Leixuri, Fraula, Señuelo, La Raspa, Baalbec...), ¿quién quiere ser joven?   

A la Taberna Valear le salió hace un par de meses un hermano. Pequeño, pero grande.  Aunque se lleva casi tres años con el primogénito, Can Valear nació con  la tranquilidad de que su hermano mayor le ha despejado parte del camino.  Si a la Taberna, una iba a disfrutar en un formato informal de lo mejor que nos ha dado Mallorca y Valencia en materia gastronómica, al nuevo establecimiento de Antonio se va a lo mismo solo que con más clasicismo, más comodidad y una atmósfera más sosegada.  Los bocadillos y las tapas se han quedado en la Taberna y el restaurante se reserva para los clasicazos como la caldereta de langosta con huevos fritos (solo por encargo), la espardenyà o los arroces.  


Aunque hay ciertos platos que son intocables y no podían desaparecer de la carta de Can Valear, como el foie casero con sobrasada,  su ensaladilla o sus tablas de embutidos mallorquines. El recetario balear y valenciano, de nuevo unidos, para contar la historia familiar que ha mantenido siempre a Antonio con un pie aquí y otra allá. 

Este profesor de Universidad que hace tres años aparcó su profesión para dedicarse a aquello que siempre le había llamado sabe que la propuesta puesta marcha en ambos locales tiene un carácter propio, una identidad, que cuenta una historia y que al cliente valenciano todo lo que le recuerde aquel día memorable en Menorca o Formentera, es un reclamo al que pocos pueden –podemos– rendirnos.  Evocar los grandes momentos a través de los sabores. 

Can Valear tiene el sello del interiorista valenciano Ramón Bandrés que ya lleva unos cuantos restaurantes en la ciudad (Lavoe o Comer, beber, amar, entre otros) en los que apetece mucho quedarse. Este, con una intervención mínima, es otro de sus logros. 

Baleares y Valencia, dos hermanos separados por un mar, que se funden para dar lo mejor de ellos. 

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