VALÈNCIA. "El museo requiere tiempo". Esta es una de las últimas frases que desliza Carlos Reyero (Santander, 1957) durante su conversación con Culturplaza. La dice cuando hace un breve repaso por algunas de las piezas que más disfruta durante sus paseos por las salas del Museo de Belles Arts de València, entre las que incluye la Clotilde García de Sorolla o Los afectos de Bermejo, una selección que vira hacia las escenas íntimas, sin fuegos artificiales. De ese tiempo del que habla, de momento, dispone. El catedrático en Historia del Arte se puso al frente de la pinacoteca el pasado mes de julio, un viaje con billete de ida desde Madrid que le ha traído a un centro de presente convulso. Pocos meses después comienza a tomar las riendas de una casa que es ahora la suya, aunque no es el único inquilino. Pendiente está la licitación del plan museográfico -"hasta donde yo sé habrá una reunión para fijar ese calendario. Por parte del museo la tarea está hecha", explica-, una tarea del Ministerio de Cultura todavía por acometer. También queda dar respuesta a los cambios pertinentes en una fórmula de gestión que no hace ningún favor a las tareas cotidianas del museo. Y, entre una cosa y la otra, el arte. Se propone Reyero hablar mucho, aunque bajito, huyendo de los golpes de efecto y creando relatos que sorprendan a partir de la propia colección.
-Es normal hablar de ‘herencias’ cuando uno aterriza en un puesto como este, cinco meses después: hágame una breve radiografía de cómo ha encontrado el museo.
-Es evidente que el museo tiene una determinadas necesidades que están detectadas por la sociedad valenciana y por la dirección general. Hay una herencia de unas exposiciones proyectadas que, por diversas razones, habrá que redimensionar, y unos planes de actuación sobre el museo que en los próximos años habrá que replantear. Todo lo que estaba programado se está valorando hacerlo parte en 2020 y otra parte en el 2021 [...] Básicamente hablamos de necesidades de personal, de exposiciones y de colección permanente, estas son las grandes cuestiones con las que me he encontrado encima de la mesa y que habrá que afrontar en los próximos meses. O años, porque algunas no dependen de mí.
-¿Cuál es la urgencia o reto más inmediato?
-Es necesario que la sociedad valenciana sea consciente de la singularidad de ese museo. Solo lo que se ama se puede cuidar. Este museo tiene una gran importancia histórica y refleja en gran medida la historia de València, del coleccionismo, su identidad. Me importa mucho que vengan los valencianos al museo, no solo extranjeros, que vienen mucho. Para ello, por ejemplo, estamos trabajando en crear distintos itinerarios temáticos.
-Durante su presentación como director, en julio, dijo que el museo “no es un almacén de obras, es un espacio de reflexión sobre la cultura”, un “centro cultural”, ¿cómo traducimos esta idea en hechos?
-Se han hecho muchas cosas, se organizan ciclos de cine, conferencias... Quiero que eso vaya a más. Me gustaría que la sala de conferencias del museo sea un centro de debate sobre cuestiones artísticas. Ya es una sala con mucha actividad.
-¿Tiene el museo medios suficientes para llevar a cabo esa idea de centro cultural?
-El museo tiene las posibilidades que tiene y las dimensiones que tiene. No hablo de una feria de muestras ni de un centro de arte contemporáneo, que tiene otra misión. Este es un museo histórico y el debate tiene que ir acorde con esto, no podemos ocupar el espacio de otras instituciones.
"Este museo tiene un banquillo de primer orden y solo se expone una parte"
-¿En qué se basa su proyecto expositivo?
-Uno de mis objetivos es sacar a la luz los fondos. Este museo tiene un banquillo de primer orden y solo se expone una parte. Uno de mis objetivos es construir relatos a partir de la colección permanente, a partir de sus piezas, con obras que, a lo mejor no tienen una calidad de primer orden y no se pueden poner en la exposición permanente al lado de un Velázquez o un Murillo, pero con las que sí se pueden crear relatos distintos.
-También en su presentación como director habló de una importancia relativa de los nombres propios. En este sentido, hace unos meses el propio Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, nos hablaba de ese trabajo que huye de la política de nombres propios, del 'blockbuster', algo que destacó hace poco la revista ArtReview, incluyéndolo en su listado de 100 personajes más influyentes del mundo del arte, ¿hay vida más allá de Sorolla?
-Coincido con él. Los nombres son jerárquicos. En una cultura democrática donde las corrientes del gusto son variadas y donde las personas no tienen por qué tener los mismos modelos lo normal es que un museo no imponga un canon. Es una cuestión de apertura, aunque los nombres siguen funcionando como reclamo. Una cosa es lo que la museografía moderna viene reclamando y otra el público. No hay que renunciar a esos nombres, pero lo que quiero decir es que uno no puede pensar que va a encontrar en el museo la idea que tiene de las cosas. Un museo es el resultado de una historia y eso es lo que debe contar. Aquí hay una colección de Sorolla extraordinaria, unos retratos extraordinarios, pero quizá no responden a esa imagen playera y festiva. Al llegar a un museo hay que estar receptivo.
-¿Nos puede poner algún ejemplo de los nuevos relatos que quieren contar?
-Estamos trabajando en distintos itinerarios. Uno de ellos bajo el nombre 'En busca de la felicidad'. Este se me ocurrió porque muchas de las personas que vienen al museo ven mucho sufrimiento, con escenas del Juicio Final, Cristo crucificado, etc. Entonces, pensé, ¿se puede hacer itinerario de la felicidad? A partir de ahí hemos seleccionados unas determinadas pinturas, desde el gótico hasta la época contemporánea, que transmiten felicidad, con imágenes que reflejan comidas, banquetes, personas que se ríen, afectos familiares, el parto... Destaco este último porque hay que recordar que antes había tanta mortalidad infantil que cuando se superaba era un momento de felicidad.
-En una entrevista con Culturplaza, Casar Pinazo decía que en el museo se trabajaba desde la “intranquilidad, con muchas dificultades” y apuntaba la necesidad de un calendario a largo plazo de actuaciones, ¿se ve reflejado en estas palabras?
-No conozco ningún trabajo que sea tranquilo. Si no hay tensión, no hay trabajo. Crear siempre es conflictivo.
-¿Pero estaría más tranquilo si tuviera más conservadores, más recursos humanos?
-Estaríamos mejor todos si tuviésemos más medios, desde luego. Pero la intranquilidad no puede ser un pretexto para no hacer las cosas. Entiendo esa expresión, aquí queremos hacer cosas y estamos los que estamos, con muchas cuestiones que están por encima de nosotros... Es cierto que a veces hay una intranquilidad para llegar a ciertas cosas, pero también es un aliciente. Evidentemente si tuviésemos más medios... pero, ¿quién no quiere más cosas?
-Se lo digo porque la propia dirección general de Cultura y Patrimonio anunció la inclusión de nuevas plazas de conservador “para que no vuelva a pasar lo que pasó” [En referencia a la inclusión de tres historiadores del arte sin la preparación necesaria para ocupar un puesto de restaurador, que generó numerosas críticas entre el sector profesional]
-La previsión es que esas plazas salgan. Hay cosas que yo puedo reclamarlas pero, al final, yo me siento responsable de mi función como director. Esto forma parte de una estructura que depende de la dirección general, en última instancia de la conselleria, etc. Mi margen de actuación es el que es.
"Me preocupa que el museo dé una imagen de pesimismo exagerado"
-En 2018, Miguel Falomir, director del Museo del Prado, dijo: “Uno de los grandes dramas del Museo del Prado es que durante mucho tiempo no estuvo a la altura de su colección y creo que, en estos momentos, es lo que le ocurre a Bellas Artes de València”. ¿Asusta que sea esta la imagen que el MUBAV traslada al exterior?
-Me preocupa que dé una imagen de pesimismo exagerado. Es cierto que la colección del Museo de Bellas Artes es excepcional. Intentaré en la medida de mis posibilidades, y creo que es un objetivo prioritario de la dirección general, poner la organización del museo a la altura de las colecciones.
-¿Es una prioridad del museo afianzar o crear nuevas relaciones con centros expositivos, como pudiera ser Prado?
-Con los museos de València ya existen buenas relaciones, así como con los de la Comunitat, a través del Consorcio. Personalmente tengo muy buena relación con el museo del Prado, nos está dando mucho apoyo. También con el Museu Nacional d'Art de Catalunya tenemos buenas relaciones, así como con museos extranjeros a los que realizamos préstamos.
-¿Estas relaciones se traducirán en convenios de colaboración o proyectos conjuntos más allá de la relación por préstamo?
-Ahora mismo firmado no hay nada, pero había algún proyecto en tiempos de direcciones anteriores de reconstruir un retablo de Juan de Juanes, una parte del cual está aquí y otra en Barcelona, para que pudiese exponerse completo en Barcelona y Madrid. Estamos viendo las posibilidades de hacerlo. Hacer grandes proyectos a veces es difícil por la propia peculiaridad de cada museo. El estatuto jurídico de cada uno no es el mismo.
-Precisamente la fórmula de gestión del museo otro de los dolores de cabeza del centro. En la dirección general de patrimonio se ha hablado de consorcio, de fundación, de desconcentración... ¿cuál es su apuesta?
-Aunque suene esquivo, no tengo una opinión sobre cuál es la mejor opción. Cada una tiene sus ventajas e inconvenientes. Lo importante es la financiación. Cualquier solución tiene que mejorar la financiación del museo o seguiremos como estamos. Este museo tiene una particularidad y es que su colección tiene tres orígenes distintos, titularidad estatal y gestión autonómica, ¿qué puede decir el director ante esto? No es como otro museo cualquiera.
-Usted lleva unos meses pero la conselleria tiene esta cuestión sobre la mesa desde hace años, ¿se trabaja sobre una de las opciones?¿Hay un camino claro?
-Yo conozco lo que se ha publicado en prensa. No sé si los responsables actuales siguen manteniendo esa misma opinión o han cambiado. Para mi el problema es los medios económicos y humanos.
"me gustaría dejar la casa limpia"
-¿En su proyecto tiene un plan específico de búsqueda de colaboradores o patrocinios?
-Alguna colaboración puntual haremos. Se puede acudir a una fundación o entidad que pague una parte, lo que pasa es que nosotros no somos una fundación jurídica independiente, no tenemos capacidad de firmar un convenio. Podemos llegar a acuerdos puntuales para que se financie, por ejemplo, un catálogo. Hasta ahí podemos llegar. El Prado, por ejemplo, es un organismo autónomo.
-¿Cuál sería el éxito tras su paso por el museo?
-Para mí, trabajar sin hacer demasiado ruido. Trabajar hacia adentro, hacer esas pequeñas cosas que no son tan vistosas y grandiosas, quizá se pueden reordenar algunas salas, iluminar mejor, se pueden hacer pequeñas exposiciones que cuenten una historia... con un trabajo continuado desde dentro, aunque no tenga el deslumbramiento de un gran espectáculo, al cabo de cuatro años se puede encontrar la casa limpia. A mí me gustaría dejar la casa limpia.