He oído que en esta orilla del carril bici, tenéis cerveza, sol y carne de caballo. Funcional
Es mediodía y cae a plomo un solazo de los de freírte un huevo en el capó. Las terrazas están llenas, hay bullicio y camareros que corren de un lado a otro, pero mi colega y yo estamos de pie, mirando fijamente dos fachadas en silencio.
Agapito y Hermanos Barberá.
Dos bares de toda la vida, juntos, pared con pared, puerta con puerta, cachete con cachete. A priori la oferta en sus menús es parecida, mismo espacio en la terraza, mismo todo. Me siento como en aquella escena de “Dentro del laberinto” en la que Jennifer Conelly tiene que elegir entre dos puertas iguales. La única diferencia, así a la vista, es que Hermanos Barberá tiene el interior reformado y cuqui, y Agapito se ve más vintage. ¿En cuál nos sentamos? Estábamos con nuestras listas mentales de pros y contras, buscando mesas vacías, cuando el universo en forma de camarera random decide por nosotros.
- ¿Para comer dos?
- Pues…pues sí, venga. ¿Tienes mesa en la terraza?
- Sí, os pongo en aquella.
Entonces nos señala una piccola mesa de dos, en territorio Agapito, junto al carril bici, sin resquicio de sombra. El sol está justo sobre ella, y nada la va a oscurecer en las próximas… tres horas, pero eh ¿quién dijo melanoma? No hemos venido a quejarnos, hemos venido a comer. La camarera absorbe con un mocho a los dos ocupantes anteriores que se han disuelto, y nos trae dos Estrella Galicia fresquitas.
Buah, nano, lo que es el primer trago de cerveza del día cuando hace calor.
Echo un vistazo rápido a las mesas de alrededor, buscando inspiración. Veo unas patatas bravas con una especie de palillos de colores clavados en ellas, algún bocata…parece que aún es pronto para que la gente se arranque con el menú.
- Bueno ¿Qué vais a tomar?
- Pues veo que tenéis varios revueltos.
- No, no hay.
- ¿Y las albóndigas?
- No hay tampoco.
- ¿Y qué hay?
- Hay croquetas, morro, bravas, calamares voladores rebozados, tigres…
- ¿Algo que no sea frito?
- Bueno, es que en la dieta mediterránea es casi todo frito (sic).
Segundos de tensa mirada en silencio.
- Pero…¿no es justo lo contrario? ¿Vegetales, aceite de oliva, todo asado…?
- Mucho frito.
- Ah fenomenal. Lo habré entendido yo mal. Pues vamos con los voladores.
Pues eso, a los pocos minutos llegaron a nuestra mesa unos mediterráneos calamares y unos mejillones tigre.
Rebozado crujiente y muy correcto, un buen limonazo para exprimir, no hay fisuras. Tamañalmente hablando, el volador parece un medio camino entre el chipirón y la puntilla. Mu rico. También han sacado un poco de pan con un cuenco lleno de tomate rallado con algo de ajo y aceite, que va cayendo en los entretiempos.
Los tigres llegaron sobre una cama de lechuga. ¿Ves? Ahí tienes la compensación del frito, aquí hay lo menos tres mil perillas, pero el ayuntamiento ya lo ha pensado y apaga el semáforo. Bueno, bien, contundentes, bechamelosos, un poquito arriba de aceite, pero la segunda Estrella me lo compensa.
Durante unos segundos, veo la terraza y pienso que qué raro que a esa hora no esté llena de guiris, pero luego caigo, y... ah, claro, tiene sentido. Estoy demasiado acostumbrado a que la Malva en abril parezca la primera temporada de 'Vikings', y se me hace raro tanto autóctono.
Por recomendación de la camarera, pedimos también la sepia plancha (que según nos dijeron, era el hit) y la sartén de huevos con jamón. No te puedo contar mucho de la sepia. En este caso, pelín dura y con unos inexplicables chorretes de vinagre decorativo rollo Pollock a los lados. Por lo demás, normal. Cero volteretas.
La sartén en cambio, te diría que estaba bien, pero como era lo último y de nuevo era frito, igual no la gozamos todo lo que hubiéramos podido, pero es que nano, teníamos el esófago ya como un surtidor de Cepsa. El jamón era serrano, y tal vez demasiado grueso, pero el huevo y las patatas moderadamente okey, yema liquidita, tal, bien. Sartén chula.
Nos ofrecieron carne de caballo, para terminar, pero nos pareció too much, pero todo eso y cafés, 37, 40 pavos.
Bueno ¿Qué te cuento de este lugar? Pues a ver, es un poquito mitad tabla. No es que el producto sea malo, que no lo es, pero no hay demasiada variedad y la freidora está dada de alta, tiene seguro médico y plaza de parking. Tienes los datos, está en el tramo que hay de la rotonda de los cactus a la playa. Funciona si pasas un día por allí y te apetece un algo con una cerveza, pero comer-comer, lo que se dice comer, de sentarte y ponerte la servilleta al cuello, ya tal.
Yo he hecho check.
Goza de amplio aparcamiento.