OTRAS GASTRONOMÍAS Y EL COVID

China, Rumanía y Marruecos se quedan en València

Los supermercados de productos internacionales también resisten abiertos (como pueden) a la cuarentena

| 24/04/2020 | 4 min, 49 seg

En esa nación de naciones imaginaria que es Ruzafa y La Roqueta —barrio conocido popularmente como Chinatown— conviven supermercados asiáticos, halal, rumanos, latinos, paquistaníes e indios. No todos están abiertos, muchos no han resistido el envite del temor al COVID o las preocupaciones económicas sobre la rentabilidad de levantar cada día la persiana de sus establecimientos de alimentación. Los que permanecen abiertos, lo hacen con estoicismo, tenacidad y extremando las medidas de higiene.

Hiperasia, la despensa oriental de València

Hace unos meses, Almudena Ortuño conversó con la familia que regenta el mayor supermercado chino de València, la familia de los Ni. En esta semana indeterminada de la cuarentena, regresamos para conversar con Víctor Ni, que armado con mascarilla y gel desinfectante —se encuentra en toda la tienda, hasta en los dispensadores situados en la entrada, donde hay que hacer cola y esperar para ser atendido— nos explica el sistema de Hiperasia para seguir vendiendo sus productos minimizando al máximo el riesgo de contagio: «En diciembre pusimos operativa la tienda online, y el crecimiento con la cuarentena ha sido espectacular claro, de 0 a 100. Pero en volúmen de venta total, hemos perdido entre un 50% y un 60%. Para los envíos en Valencia lo hacemos con nuestros propios chóferes, el servicio también funciona en los alrededores. También enviamos al resto de España a través de agencia. Tenemos más de cien pedidos al día».

Además también se pueden hacer los pedidos por WhatsApp y WeChat, la aplicación de mensajería instantánea más usada en China. Dependiendo de la zona hay un mínimo de pedido para rentabilizar el gasto de combustible y de energía de las cámaras frigoríficas. Otra de las formas de compra es acudir a la tienda y esperar en el exterior a que Víctor salga para cantarle la lista de la compra. Este entra y regresa con paquetes de distintas marcas y opciones para enseñárselos al cliente y que elija antes de sacar el terminal portátil de venta. La regresión a las boticas de pueblo es evidente.


«Los pedidos frescos, las verduras, sí que las seguimos vendiendo, pero las compramos aquí. Hay algunos productos que no tenemos porque los proveedores se han quedado sin, hay otros porque China ha tenido que cerrar y no han llegado a tiempo. En general llega casi todo, pero tardando más. La carne hemos dejado de venderla por falta de personal, no tenemos un carnicero porque no hay bastante demanda. El marisco también lo hemos parado. Trabajadores solo me quedan cuatro, se han ido porque tenían miedo del virus y también tenemos miedo de pedir gente porque no sabes si ha salido, si ha estado en contacto con alguien... entre todos hemos decidido que cerramos la venta directa al público, lo estamos sacando adelante como se puede».

Extra Aliment, productos de Rumanía

Entre mici, queso brânză de burduf y harina de maíz para hacer mămăligă, las tímidas y algo suspicaces vendedoras del supermercado de productos rumanos y balcánicos Extra Aliment, en la calle Pelayo, dicen «no intervius, no intervius (sic)». Solo hablan lo justo, entre largas caras de aburrimiento por la falta de clientes, para dejar clara la caída estrepitosa de las ventas. De momento tienen el mostrador abarrotado de embutidos y fiambres, pero han temido por el suministro de los productos de importación ante la tentativa del gobierno rumano de cerrar las fronteras.

Halal en Ruzafa

En el 11 de la calle Sueca está la tienda de alimentación y carnicería Halal de Mohamed, que detrás del mostrador sigue preparando cortes de cordero y pollo que siguen la sharia o ley islámica. «¿Para qué tengo que irme? Voy a quedarme aquí, si me toca morir voy a morir aquí. No tengo miedo de nada, lo que estamos es preocupados. La cosa está muy mal por el virus, casi no vendemos nada, la gente no viene».

El público objetivo de las tiendas de alimentación internacional es, sobre todo, restaurantes, que son quienes generan el volumen de negocio. En cuanto a la venta al por menor, aparte de algún que otro nacional con ganas de explorar mundo, son sus compatriotas quienes frecuentan estos establecimientos. Con los restaurantes cerrados dependen de las compras familiares de sus paisano, pero la colonia marroquí de València vive por lo general, alejada del centro. Sin desplazamiento no hay venta.

«Aquí viene gente de los pueblos de alrededor, de La Torre, o Massamagrell, pero si les pilla la policía les multa. Vendemos carne halal y en esos barrios no tienen. Ayer multaron a uno de los clientes, aunque sea un motivo religioso no dejan venir. Casi nadie cruza hasta aquí. Ruzafa es una zona turística, de hoteles, la gente vive lejos de nosotros porque el alquiler es muy caro». ¿Hay ayudas para estos establecimientos? «Tú presentas, pero no sabes si te van a dar la ayuda, que además es  pequeña, ni cuándo te la van a dar, pero tienes que pagar los autónomos. Al final siempre  te toca pagar. No sé cómo va a acabar esto».  

Mientras nos ofrece dátiles Mohamed concluye: «Pero hay que aguantar, el golpe es para todos. Es lo que hay y hay que aguantar». El estoicismo es internacional.


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