primer centenario 

Cien años de los restaurantes del Paseo Neptuno

Los restaurantes y hoteles de la playa de Las Arenas, inicialmente merenderos y barracas de baño, soplan, en un excelente estado de salud, las velas de su primer centenario.

| 24/05/2024 | 8 min, 39 seg

Es un viernes de abril, a media mañana. El trasiego de furgonetas y camiones que estacionan en segunda fila en la avenida de Neptuno para descargar es constante. Una conocida marca de productos cárnicos, el supermercado valenciano líder, una distribuidora de alimentos especializada en el canal Horeca, empresas de transporte… y sobre todo, cerveza, litros y litros de cerveza, que los principales grupos distribuyen entre bares, restaurantes, hoteles y alguna heladería. Acabamos de despedir la Semana Santa, una de las temporadas altas para el sector, pero, en esta zona, el turismo no descansa y hay que estar bien abastecidos.

Las fachadas que dan a la playa muestran una estampa muy diferente. Turistas llegados de todos los rincones del planeta charlan, comen y beben en las terrazas que dan al paseo. No está demasiado claro si lo que hacen es un desayuno tardío, una comida temprana o se han apuntado a la bendita costumbre del aperitivo. No son ni las doce, pero, en algunas mesas, reposa una paella; en otras, hamburguesas y patatas; se sirven zumos y tostadas y algún grupo de amigos con acento andaluz ha empezado con los dobles. El mar, al fondo de la anchísima playa, brilla como una piedra preciosa.

La mayoría de turistas que recorren el paseo o apuran sus refrescos lo ignoran, pero hace más de cien años, aquí, a esta misma zona, llegaron los primeros veraneantes buscando lo mismo que hoy persiguen ingleses o alemanes: el sol y el mar. 

El origen: barracas de baño y casetas de merenderos

Las primeras barracas de baño se instalaron en la arena en 1880, cuando la burguesía valenciana empezó a trasladarse durante el verano a esta playa de los Poblats Marítims, un municipio que no perteneció a València hasta 1897 y que estaba formado por tres núcleos: Cabanyal-Canyamelar, Cap de França y Malvarrosa. Muchos de aquellos veraneantes de finales del XIX llegaban aquí por prescripción médica, con el propósito de empaparse de los baños de sol y mar con fines terapéuticos que empezaban a ponerse de moda en Europa entre las clases altas. La playa que recibía entonces el nombre de playa de Levante pasó a ser el punto de encuentro de aquellos burgueses durante el verano. A ello contribuyó, también, el éxito del que más tarde sería el Balneario de Las Arenas. Las barracas se montaban al principio del verano y se desmontaban cuando acababa la temporada. Cado año, los propietarios tenían que pedir y renovar los permisos de explotación. En 1922, un grupo de pescadores solicitó al Gobierno la construcción de casetas de obra para baños y merenderos. Dos años después, el rey Alfonso XIII firmaba la real orden por la que autorizaba la edificación de casetas y merenderos. Aquel 6 de octubre de 1924, fueron autorizadas veintidós casetas de baño para señoras, catorce para caballeros y nueve merenderos. De esta forma, aquellos pescadores y trabajadores del puerto se convirtieron, en poco tiempo, en hosteleros, y la fachada de la playa del Canyamelar se transformó para siempre.

Una de aquellas concesiones definitivas fue para Leonardo Vilella, que abrió el merendero El Pescado. Leonardo muere sin descendencia y toma el relevo su sobrino José Turanzo Avispa; él construyó el primer edificio que dio origen al actual hotel Petit Miramar, uno de los pocos, por no decir el único, establecimientos que siguen funcionando a manos de la misma familia. Queda algún que otro edificio en el que la propiedad sigue siendo la original, pero están arrendados para que otros los exploten. Fernando Turanzo es el nieto de José y la tercera generación al frente del negocio. Biólogo de formación, estaba realizando la tesis en el departamento de zoología, sin demasiadas expectativas laborales, cuando sus padres le pidieron que decidiese. En esa época, acababa de construirse el paseo marítimo. Era 1992, y la zona se revitalizó, así que la decisión estuvo clara.  «La construcción del paseo marítimo y la reforma del puerto con motivo de la Copa América fue lo que cambió por completo la zona», explica Fernando Turanzo. El Petit Miramar fue el primer hotel que se construyó tras las concesiones.  Cuando él tomó las riendas, el Miramar era un hostal con dieciocho habitaciones. Más de dos décadas después, es uno de los hoteles con más encanto del paseo, con veintidós habitaciones renovadas, dos suites y un rooftop bar con unas vistas espectaculares. La familia Turanzo regentó durante años también el restaurante, pero hace unos años Fernando prefirió centrarse en el hotel y alquilar el local que da a la playa. Turanzo es también secretario de la Asociación de Hosteleros del Paseo Neptuno que, desde el pasado febrero, preside Antonio Calero, propietario del Marina Beach Club y algunos otros locales de la zona.

Forman parte de la asociación 26 de los 30 locales que se distribuyen a lo largo del paseo. El restaurante Panorama, también propiedad de Antonio Calero, y el citado beach club enmarcan el principio del paseo que llega hasta el hotel Las Arenas. Son sobre todo restaurantes, algunos sobreviven con los nombres originales como La Pepica, La Paz o La Marcelina, pero, también, hay hoteles, hostales, apartamentos turísticos, heladerías, una cadena de hamburgueserías y un par de tiendas franquiciadas. Dentro de la amalgama de rótulos, fachadas, alturas de las construcciones y terrazas, que hacen que estéticamente no sea esta una zona demasiado armoniosa, al menos de momento este espacio está a salvo de las garras de las franquicias (quitando esas tres excepciones). «No es malo. Tiene que haber oferta para todos los públicos. Aquí hay quien viene a comerse un arroz, pero también quien prefiere una hamburguesa», afirma José Miguel Bielsa, antiguo director del hotel Neptuno y portavoz de la Asociación. A pesar de que no son demasiados locales si se compara con otras zonas de la ciudad, la asociación de empresarios es de las más potentes de València. La afluencia turística, que ya no se circunscribe únicamente a los meses de más calor y que cada vez va a más, la respalda.

De Hemingway a Ava Gardner

El 75% de los turistas que pasan por aquí, en la actualidad, son extranjeros. Pero no es un hecho de este siglo. Por los restaurantes del Paseo Neptuno han pasado personajes ilustres. El actor y cineasta Orson Welles, el escritor Ernest Hemingway, que perpetuó alguna de aquellas cenas en varios de sus libros, y las actrices Ava Gardner o Lauren Bacall fueron algunos de los visitantes que han quedado para la posteridad. Tanto Orson Welles como Hemingway fueron clientes, este último asiduo, de La Pepica, uno de los restaurantes más emblemáticos de la ciudad. Francisco Balaguer Aranda y su esposa, Josefa Marqués Sanchis, encabezaron la lista de las concesiones para construir de manera permanente aquellas primeras barracas. Francisco trabajaba en el puerto, Josefa en un bar sirviendo bocadillos a los portuarios y visitantes. Tras casarse, montaron una casa de comidas, primero en el recinto portuario y, más tarde, de manera ambulante. En 1924, tras la orden de Alfonso XIII, se establecen en la primera línea de playa, en el mismo lugar donde hoy sigue en pie el restaurante que pasó a manos de Antonio Calero en 2022. Cuenta la leyenda que fue en este restaurante, frecuentado por Joaquín Sorolla, donde, por primera vez, se elaboró la receta del conocido arroz del senyoret, que cocinó Francisca con el marisco pelado para evitar que el célebre pintor se ensuciase las manos. Esa paella Pepica fue incluida a partir de entonces en la carta y, con los años, se popularizó, y los restaurantes de alrededor la incluyeron en las suyas. Seguramente el origen de aquel arroz es una fábula que, hoy en día, sigue alimentando la fama del establecimiento.

El futuro del Paseo Neptuno

Del pasado saltamos al presente. O al futuro, según lo que se tarden en hacer efectivas las reivindicaciones de la Asociación de Hosteleros. Los empresarios llevan años pidiendo mejoras urbanísticas y de usos para el que es uno de los principales escaparates turísticos de la ciudad. Muchas de ellas están ya contempladas en el Plan Especial del Cabanyal, aprobado por el anterior Gobierno, que prevé la reforma del paseo marítimo y la peatonalización de la avenida Neptuno. Quieren recuperar el protagonismo de esas fachadas, aparentemente secundarias, por donde hoy entran las mercancías para que los visitantes puedan acceder a los restaurantes y los hoteles de la misma manera que lo hacen por el paseo. Se eliminaría así el enorme aparcamiento que desluce la zona. También solicitan ampliar las terrazas que dan a la playa, derribar la valla que separa la avenida de La Marina, instalada durante la celebración de la Copa América, y unificar las alturas de las edificaciones para poder llegar hasta los tres pisos.

Pero, cien años después y habiendo acogido algunas de las mejores arrocerías de la ciudad en épocas pasadas, la pregunta del millón sigue siendo la misma: ¿Dónde comer un buen arroz en los 750 metros que separan el Marina Beach del hotel Las Arenas? La dudosa fama que acarrean algunos de los restaurantes al enfocarse a un cliente alejado del paladar valenciano no está justificada, dicen Fernando Turanzo y José Miguel Bielsa. «Ahora los arroces los hacen igual de buenos o más que antes», señala Bielsa. «El final de los negocios familares fue muy malo, pero ahora no, ahora se han profesionalizado. Los negocios que hay ahora ya no son familiares, son empresas con cocineros trabajando con mucha más formación que los que había antes», asegura Turanzo. Habrá que derribar prejuicios e ir a comprobarlo. 

Artículo publicado en la revista Plaza del mes de mayo

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