Cine

¿Y TÚ QUÉ MIRAS?

¿Casoplón o quinta? De un cine español a otro

  • Una quinta portuguesa

VALÈNCIA. Hay un cine español ruidoso, vociferante, gritón, lleno de aspavientos y muecas sin fin, mucho enredo y poca sutileza. La mayoría de las películas que lo integran son herederas de esas comedias ibéricas de alto interés sociológico y ningún aliciente estético con las que Cine de barrio llena los sábados por la tarde en TVE. Y, como aquel cine de Ozores et allii, suele triunfar en taquilla. Ahí tenemos la inefable saga de Santiago Segura, Padre no hay más que uno, que suma millones de espectadores: la entrega de más baja afluencia en cines, la 2, convocó 1.991.007 personas y la más alta, la 3, 2.609.441. O dicho en euros: 11.052.150,20 euros y 15.123.720,87 euros, respectivamente. Grandes cifras, no hay duda, difíciles de emular para el resto del cine español. Ahora se estrena su quinta entrega, Padre no hay más que uno 5: Nido repleto, y es de suponer que el éxito continuará.  

No hay muchas películas españolas que superen el millón de espectadores. El año pasado, 2024, solo fueron dos: Padre no hay más que uno 4, cómo no, y La infiltrada (Arantxa Echevarría). A la hora de escribir estas líneas, las películas españolas más taquilleras del año son, por orden: Wolfgang (Extraordinario) (Javier Ruiz Caldera), que ha acumulado 596.550 espectadores (3.966.507 euros); El casoplón (Joaquín Mazón), con 480.306 espectadores (3.332.374 euros) y Un funeral de locos (Manuel Gómez Pereira), 434.532 (3.008.666 euros). Una agradable comedia dramática sobre la relación entre un niño autista y su padre, las aventuras de una familia española prototípica fuera de su entorno social y el remake español de la británica Un funeral de muerte (Death at a Funeral, Frank Oz, 2007). Aunque están bastante lejos de las cifras de la saga de Segura (y otras películas dirigidas o producidas por él), son muy buenos datos. Tanto El casoplón como, aunque el material original sea de origen británico, Un funeral de locos, responden a este modelo de comedia familiar ruidosa y atropellada que comentábamos y que gusta tanto que parece el único modo de llenar salas. 

  • Sorda

Pero hay otro cine español mucho menos estruendoso que, a veces, encuentra su público. Se le suele calificar de cine minoritario, aunque muchas veces no tiene por qué serlo, ya que son relatos que pueden interesar a mucha gente. Por ejemplo, Sorda (Eva Libertad), un relato de maternidad y sordera que nos obliga a plantearnos algunas cosas, y que ha alcanzado 114.712 (705.756 euros) espectadores. En este grupo entra Una quinta portuguesa, la película de la valenciana Avelina Prat que, en estos momentos, ha logrado convocar en salas a 108.261 (648.106 euros) espectadores, manteniéndose en cartelera siete semanas. Una historia íntima, más bien silenciosa y más sugerida que explícita, llena de matices y una complejidad conseguida a través de una puesta en escena transparente y sencilla. Una preciosidad (de verdad, vayan a verla) que, de algún modo, nos reconcilia con el mundo, como una pequeña utopía. 

Visto desde lo local, lo conseguido por el film de Prat constituye un triunfo al que el cine valenciano no está acostumbrado. Se suma al de La casa, la película de Álex Montoya sobre el cómic de Paco Roca, con sus 108.941 (621.034,66 euros) espectadores, cifras muy similares para otra historia íntima, silenciosa y bella. 

  • La casa

Y ahora ha llegado el fenómeno Sirat, trance en el desierto, la película de Oliver Laxe ganadora en Cannes que, en las tres semanas que lleva en cartelera, ha reunido nada menos que 216.518 (1.448.065 euros) y aún le queda carrera por delante. Esta sí es ruidosa, solo que es otro tipo de ruido y, se lo garantizo, no le dejará indiferente: imposible no sentarse a comentarla después de verla. Un fenómeno, como he dicho: una película profundamente autoral, alejada de clichés comerciales, difícil y áspera que llena salas de cine. No es muy habitual ver algo así. Por poner en contexto, tiene más espectadores que otro título estrenado al mismo tiempo, Ballerina (Len Wiseman), spin off de la saga John Wick, protagonizado por Ana de Armas y Keanu Reeves, con 200.292 (1.356.671 euros) espectadores, y, este sí, concebido en términos claramente comerciales. 

¿Qué les quiero decir con esto y con tanta profusión de datos y números? Que reflexionemos acerca de qué es el éxito y cómo se mide. Que nos demos cuenta de la variedad de nuestro cine. Que aunque existan y avasallen los padresnohaymásqueuno y su colección de viejos clichés y chistes, hay otro cine. He traído cifras de público y recaudación porque no dejo de alegrarme de que pertenezcan a películas aparentemente pequeñas, pero que contienen mundos y emociones complejas; obras arriesgadas por su punto de vista, por su ritmo, por su tema, por su propuesta estética o por otros motivos. Me hubiera gustado poder añadir aquí las cifras de otros títulos actuales de gran calidad y valor como La buena letra (Celia Rico Clavellino), Los Tortuga (Belén Funes) o Bodegón con fantasmas (Enrique Buleo), que, por lo que sea, no han encontrado su público, que lo tienen. Pero ahí quedan todas esas películas que abren nuestra mirada y que son las que de verdad engrandecen nuestro cine. 

  • Sirat

Y aquí una coda creo que necesaria. Ya sé que, por lo que comenté al inicio, está de moda defender el cine de Ozores, las películas de Esteso y Pajares y a Alfredo Landa persiguiendo suecas por Torremolinos apelando a su éxito popular, a la socorrida nostalgia y a la tiranía de una frivolidad equidistante y acrítica (y también al gusto por la boutade provocadora de algunos). Supongo que, en el futuro, pasará lo mismo con los títulos de Santiago Segura. Pero, francamente, que lo hagan otros. No busquen aquí la reivindicación de la caspa, los chistes de suegras y calzonazos, la misoginia galopante, su erotismo chusco e insultantemente machista, el montaje a martillazos y la estética de derribo. Sí, por supuesto que sostuvieron una industria: endeble y precaria, pero lo hicieron y dieron trabajo a mucha gente. Desde ese punto de vista, un respeto a los equipos creativos y técnicos y a los actores y actrices que hicieron estas películas como churros, con prisas y presupuestos ínfimos. Pero es que el cine es mucho más que dar de comer a los profesionales. Y los otros títulos aquí citados, los que no tienen cifras millonarias, lo demuestran.

  • Una quinta portuguesa
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