Cine

TRIBUNA LIBRE

Recordando a un hombre de acción, de nombre José Luis Cienfuegos

  • José Luis Cienfuegos, en la presentación de la 69 edición de la Seminci en la Academia de Cine, en 2024.
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VALÈNCIA. Se nos ha ido, al igual que una imprevista ráfaga de viento arrastra las hojas, de repente. Y el mundo del cine se ha quedado huérfano, en particular ese rinconcito de la gestión cultural, programación de películas, festivales... Y de festivales sabía un rato. Con pasión, potencia y sapiencia revivió un cuerpo agonizante (Festival de Gijón), dio identidad a uno inmaduro, que debía crecer y buscar su lugar bajo el sol (Festival de Sevilla) y revitalizó otro que estaba de alguna manera adormecido (la Seminci de Valladolid). Los levanto y los puso en órbita. Con su poderoso aliento, José Luis Cienfuegos les insufló vida.

Sus poderes para lograrlo eran muy terrenales: era un infatigable trabajador, pleno de energía; un inteligente y visionario alumbrador de brillantes ideas; una arrollador peleón, siempre en pos de conseguir lo que pretendía; un hábil y correoso negociador en defensa de lo que consideraba bueno para sus proyectos.  Era todo un hombre de acción. Se asemejaba, como si hubiera salido de una película clásica de Hollywood, a esos personajes de pura acción y movimiento que se definen por el acto y el gesto. Y sus impulsivos actos y sus genuinos gestos eran inconfundibles, tenían un sello propio.   

Nos conocimos en tiempos lejanos, allá por 1994, en el Festival de Valladolid (tal vez fuera antes, ya que la memoria juega malas pasadas), y al año siguiente le nombraron director del Festival de Gijón. Y comenzó una larga y hermosa amistad y una fructífera e ininterrumpida colaboración profesional entre la Filmoteca Valenciana y los distintos festivales que dirigió. Ello dio lugar a innumerables proyectos en forma de ciclos, edición de libros y actividades paralelas (mesas redondas, conferencias, presentaciones con los ilustres invitados, etc.).

Ya en su primer año al frente de Gijón, fueron Paul Schrader y sus películas los protagonistas, una primera iniciativa exitosa que incluía una publicación que tuve el privilegio de coordinar con mi buen amigo Carlos Losilla. Y nuestra común andadura continuó hasta hoy, hasta que, ¡maldita sea!, se ha truncado de golpe. En Gijón, retrospectivas y libros sobre nombres clásicos como Robert Aldrich o Richard Fleischer, o ese ambicioso proyecto jalonado en varios años sobre los nuevos cines nacionales (la Nouvelle Vague, el Free Cinema, el Nuevo Cine Alemán...), con amplias muestras de cine y voluminosos libros colectivos en los que participaron lo más granado de la crítica e historiografía españolas. Cuando lo expulsaron injustamente de Gijón hubo una ola de solidaridad con su persona, que fue toda una muestra del reconocimiento a su valía que se había ido ganando con los años. Después llegó Sevilla y prolongamos nuestra relación dando luz a distintos ciclos sobre cine europeo (uno muy loco sobre raros musicales). Finalmente, recaló apenas hace tres años en Valladolid, su última parada en ese ejemplar camino recorrido por la geografía de los más importantes festivales españoles, y pudimos seguir compartiendo proyectos gracias a su generosidad y la de su formidable equipo (siempre se supo rodear de gente capaz y cualificada). Esta vez fue una novedosa sección llamada Memoria y utopía. El próximo febrero se podrá disfrutar en la Filmoteca de su tercera entrega, la que se programó en esta última edición del festival. Va a ser nuestro sentido homenaje a esta figura insustituible. A sus amigos nos invade una profunda melancolía. Nos ha abandonado unos de los mejores. Pero nos queda en nuestra memoria su legado. Siempre nos acompañará.

José Antonio Hurtado es Jefe de Programación de La Filmoteca Valenciana.

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