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VALÈNCIA. Año 1976, Barcelona. El escritor Camilo José Cela se dispone a dar una conferencia bajo el nombre Un hombre habla de la mujer para la mujer, una charla en la que se abordan temas como el uso de los anticonceptivos, el divorcio y el aborto. Respecto a si está a favor o no del aborto, tal y como se recoge en una crónica de este encuentro, Cela responde: “Las mujeres siempre se descuidan” en una charla en la que se presentó y definió como hombre feminista, aunque sus palabras mostraron más bien lo contrario.
Ahora bien, ¿cómo leer sus novelas La colmena o La familia de Pascual Duarte obviando estos comentarios? Este dilema es el que se plantea en la mesa redonda Cómo leer a un buen escritor, pero misógino sin que te estalle la cabeza en la Fira del Llibre. Un coloquio organizado por la Asociación Clásicas y Modernas (para la igualdad de mujeres y hombres en la Cultura) en la que participaron Marina Gilabert, licenciada en filosofía; la periodista Julia Ruiz; la filósofa española Rosa María Rodríguez Magda y el agente de igualdad y filósofo Agustín Zaragoza.
Una mesa redonda en la que el debate no está tanto en responder a la pregunta principal sino en encontrar las claves para poder leer a "escritores misóginos" sin separar por completo la persona de la obra. A modo de introducción Gilabert ha querido recalcar que en la actualidad tanto hombres como mujeres tienen total derecho a “percibir situaciones cotidianas, analizarlas y plantear si están bien o están mal” en cualquier ámbito incluyendo el de la literatura, por supuesto.
Comprendiendo este primer punto invita a analizar lo que puede causar malestar en una lectura y comprender si afecta en lo personal o en lo colectivo, para trabajar de forma crítica sobre el texto: “Hay que analizar que nos provoca malestar y ver si se trata de un problema personal o de un mensaje colectivo. Si una obra genera un exceso de odio, ataque y censura se trata de un ataque colectivo pero si es por un problema concreto tenemos que plantearnos con introspección por qué nos afecta”, explica la filósofa.
Ahora bien, si dentro de una lectura se genera un ataque colectivo Rodríguez considera que lo importante es señalar públicamente estos fragmentos, denunciarlos y educar a través de estos: “La normalización de estos comentarios es lo que provoca que un sí o un no en estos temas se vea como una cancelación. Una cosa es leer y comprender algo desde lo subjetivo y otra desde la responsabilidad social”, añade. Para ello desde la mesa redonda se propone añadir algunas "advertencias" para el lector sobre las obras, sobre el autor, e incluso sobre el contexto social y político en el que se escribe una novela.
Si bien eso no va a hacer desaparecer estos fragmentos de la obra puede ser útil remarcarlos de cara a futuras generaciones que podrían aprender de ellos. Para esto el educador Zaragoza valora como desde la filosofía se tiene que trabajar una reivindicación que comience por la educación y desde las aulas:“No tenemos que cancelar definitivamente a estos autores pero sí leerlos con consciencia, hay que tener en cuenta que la lectura de un autor misógino puede provocar mucho dolor de cabeza pero a su vez esto activa una parte crítica”, añade. Desde la mesa redonda se valora también que la lectura de estas novelas hay que comprenderla desde el contexto histórico, aunque sin justificar que algo que pertenezca a “esa época” sirva como excusa para una actitud misógina.
Rodriguez resalta que hay muchos “seres deleznables que pueden crear algo maravilloso” y que lo que hay que analizar es cómo se emplea el lenguaje dentro de una obra y ver si afecta al resto de la novela. También contempla que si cada vez que hay una “frase o visión que nos retuerce” se abandonara una lectura probablemente uno se quedaría sin contenidos: “Hay que animar a una lectura crítica pero no excluyente”, ha resaltado la filósofa. Volviendo a la pregunta que plantea Clásicas y Modernas, y para concluir el coloquio, Ruiz ha querido resaltar la importancia de analizar, desde una escala de valores, qué se hace respecto al texto de un autor misógino.
Refiriéndose a los autores clásicos ha querido destacar que “tenemos que intentar despertar una conciencia crítica ante estos autores, denunciar quién es esta persona aunque tenga una excelente calidad literaria pero no necesariamente dejar de leerlo”. Sin embargo, comprendiendo a los autores actuales ha querido señalar que sí que hay excepciones: “Si contemplamos a un escritor misógino cuyo posicionamiento público actual es el mismo que en su obra sí que es importante aplicar un cordón sanitario, apartarle del circuito y no normalizar sus actitudes”.