Infinidad de lamentos ante el cierre de tiendas entrañables y la llegada de cafeterías la mar de modernas. ¿Pero qué hay detrás de esas dinámicas?
VALÈNCIA. Uno de los mayor cambios en la superficialidad comercial de València ha sido la sustitución de bajos con negocios tradicionales por el de otra actividad, igual de tradicional pero con un formato completamente diferente: las cafeterías de especialidad. Especialmente en las zonas de mayor paso de transeúntes, han tomado cuerpo de manera tan repentina que pareciera que han caído como de una tormenta. Al igual que sucede en la mayoría de dinámicas locales, no forma parte de ninguna especificidad: es una llegada en diferido del comportamiento comercial de las principales capitales.
Con dos operadoras principales -East Crema (Madrid) y Syra (desde Barcelona)- que concentran la mayoría de las aperturas en torno a l’Eixample, aunque sobre todo es red de pequeñas iniciativas de local único las que generan expansión.
Una de las últimas aperturas visualizó el cambio: East Crema abrió en Roger de Lauria, en el antiguo local histórico de la floristería Amanda. La decisión de mantener parte de la rotulación y el frontal, visualizó todavía más la herencia recibida. En algunos casos fue tomado como una canibalización del negocio clásico. Los cafés que se comen al pequeño comercio. Traigo malas noticias para los adictos al cliché: los cafés en realidad solo han aprovechado tiendas con las persianas caídas.
No hay en València un proceso de sustracción de las viejas enseñas por parte de las cafeterías de moda. Llegan tras un aumento destacado de la mortalidad de las ‘tiendas de siempre’, en base a una acumulación de tres influencias principales (aumento del alquiler comercial, caída en pandemia, jubilación). Pero sobre todo eran negocios que ya no marchaban.
En la calle Sorní la tienda de indumentaria religiosa que ocupaba el número 19 mantuvo la vida hasta 2019. Se apagó como se apagan para siempre las velas: se le acabó la mecha. Pasado el tiempo llegó un East Crema. En Roger de Lauria, a la altura del 2, una tienda independiente de ropa premamá se sostuvo a trompicones hasta 2022. Una vez caída, llegó Syra Coffee. En la misma vía, en el número 8, la floristería que dio paso a otro East Crema. En la plaza Dr.Collado, su kiosko agonizante decidió antes de bajar la persiana dar el testigo a una fórmula intermedia: la cafetería News and Coffee que mantiene una reserva de prensa. En Cronista Carreres, junto a Porta de la Mar, la farmacia clásica del vecindario cesó y dejó sin ocupación el local varios años hasta la llegada reciente de la cafetería FAV. En la calle dels Drets, The Coffee instaló en 2021 su corner aprovechando un local almacén sin apertura pública durante más de una década.
Fuera de la primera corona, en Puerto Rico 29 un kebab que luego fue tienda de poke dejó cerrado el local hasta la llegada de Fran Café en 2022. En Extramurs, en Sant Francesc de Borja 15, la tradicional heladería Jijona cayó en 2018. Lo aprovechó Elixir Café, que hace poco tiempo se instaló allí. En la calle Villa Barberá 13, la cafetería Flying Bean sustituyó a Gráficas Fotoplano, que llevaba desde 2012 en cierre. En la calle Barraca 24, Baratijas Llatas hizo lo propio en 2019. La cafetería Tallat ocupó el vacío.
No es un proceso de expulsión -comercios que amedrentan a otros-, sino un proceso de mimetización -comercios que no se adaptan a las nuevas pautas de paso frente a comercios que sí se mimetizan con el público-. El café cool no está matando nada: es una reacción ante una nueva forma de vida urbana.
Tanto sus localizaciones (dónde se sitúan) como el coste de sus productos (cuánto cuesta el café) diseña un mapeo de una ciudad inclinada, dividida entre dos tensiones: donde se sitúa la atención, donde está el tránsito, donde la ciudad se dispone para gustar al prójimo… donde justo no hay nada de eso.
La floristería entrañable que descubrimos de la mano de nuestra madre no ha muerto porque una invasión de cafés flat white y yogures con granola hayan acabado con ella. Lo ha hecho porque las condiciones ambientales cambiaron. La primera línea comercial de una ciudad solo es la representación al carboncillo de su propia expresión.