UN PASEO CON BRUNO MURCIANO

Conversación pandémica paseando por las cepas centenarias de Bruno Murciano

De esto se habla en una tarde de invierno entre las D.O de Utiel-Requena y de Valencia con Bruno, José Luis y El Jefe. Tres hombres que tienen su reinado en la bobal

| 26/02/2021 | 7 min, 7 seg

Bruno Murciano nació hace algo más de cuatro décadas en Caudete de las Fuentes, en el interior del interior de la provincia de València, casi donde se acaba la Comunitat y empieza La Mancha. Los oriundos del territorio dicen que viven en el reino de la uva bobal. Los padres de Bruno tenían un restaurante, el Asador Cris. El establecimiento era frecuentado por personas del vino, viticultores y expertos. De sus conversaciones le quedó a Bruno un conocimiento incipiente sobre el mundo de las cepas. De ahí, a estudiar Técnico en Hostelería y Turismo en el Costa de Azahar de Castellón. «En el año 2000 me fui a hacer el curso de sumiller en Toulouse. Comencé a trabajar en varios restaurantes de Francia e Inglaterra. Fui chef sumiller del Hotel Ritz de Londres, incluso me iba a comprar un piso en Londres. Hasta ahí todo había sido la cabeza: estudio esto, hago esto. Pero tuve la llamada del corazón, porque cada vez que venía por la zona, me partía ver cómo se arrancaba viñedo».

El corazón tiene razones que la razón desconoce

Bruno y su familia hicieron números. «El préstamo del banco que me daban era equiparable al valor que se vendía esta finca, hablamos con el señor que la vendía y la compramos. ¿Por qué esta y no otra? Por que hablando hablando nos contaron que esta era la uva de más calidad, que era una pena dejarla para granel».

Año 2010. Bruno era ya el propietario de seis hectáreas de bobales centenarias con dos hectáreas de bosque, todo al lado del parque natural de las Hoces del Cabriel. Al pago le llamaron Las Brunas. «De pequeño decía que tenía tres abuelas, porque son las tres hijas de mi bisabuelo Bruno quienes me han criado. Además, este viñedo tiene tres terrazas. En honor a ellas le pusimos Las Brunas». Junto a su hermano Jose Luis, formado como enólogo de profesión y con la colaboración de amigos y familia —sobre todo su padre, El Jefe—, realizaron su primera vendimia y elaboraron El Sueño de Bruno. Un vino de viticultura sostenible y ecológica que sigue prácticas biodinámicas. Una Bobal de cepas centenarias suelos de caliza muy pobre a pie de monte que responde a una reflexión de lo que Bruno y Jose Luís quieren conseguir con sus vinos: «Nos gustaría elaborar vinos que acaricien el corazón y emocionen el alma».


Cambio de Tercio, La Bruna, Las Tintas, Las Blancas, L’Alegría y ahora dos novedades, Pieles Doradas y Parajes del Cabriel. Dos referencias que para la madre de los hermanos Murciano son vinos de lunes a jueves, mientras que para el viernes y sábado sería L’Alegría o Cambio de Tercio en bobal, o Las Tintas o Las Blancas de la D.O Valencia. Para los momentos de sosiego personal, de domingo por la tarde, una copa de La Bruna o El Sueño. Y mucho auto disfrute.

«De la terraza media sale La Alegría, un Bobal con más de 70% de suelo de arcilla. De la última, la más pequeña, La Bruna. Sale de una terraza arenosa muy pobre poblada de cantos rodados». Un paraíso de bobal, técnica y rigor —Jose Luís es ingeniero civil, además de enólogo y cocinero por la a escuela de Hostelería y turismo de Castellón y prácticas sostenibles. «Llegamos en 2010 y lo primero que hicimos fue dejar de labrar, cero tratamientos, cero sistémicos y cero químicos. Por eso tenemos esta cobertura vegetal verde sobre la tierra durante todo el año. Estamos muy mentalizados con la sostenibilidad orgánica y ecológica, pero sin ser extremistas. Mínima intervención, máximo respeto pero sin caer en la radicalidad».

«Empezamos a trabajar con la idea de hacer el mejor vino de bobal posible. Nuestra gran apuesta fue hacer un bobal con el pecho al descubierto, como dice mi padre. Lo más sincero posible. Al pasar los años pudimos profundizar, hacer una interpretación de suelos y estilos».

La vida pandémica en una pequeña bodega

«Dentro de la situación tan delicada, y económicamente dura, hemos tenido suerte porque nuestra historia es diferente. Yo llevaba muchos años trabajando entre Londres y Valencia. Allí tengo un negocio de importación y exportación de vino. La pandemia me sirvió para mover la base aquí e ir solo una vez al trimestre a Londres. La situación nos ha servido para hacer un trabajo más dedicado al diseño y sobre todo en bodega. Hemos instaldo placas solares. Dentro de lo malo es un momento comercialmente muy delicado para todos, hemos aprovechado para definir las parcelas, gama de vinos, avanzar en campo y en bodega. Las ventas van muy despacio, pero solo somos los tres y si un mes tenemos que apretarnos el cinturón, podemos pasarlo».

Una de las balsas salvavidas de Bruno Murciano es la diversificación de la venta: «Tenemos  varios distribuidores y presencia en exportación en distintos mercados internacionales. Muchos puntos de venta, en lugares distintos. Vamos salvando sin haber tenido que cambiar la forma de trabajo». El viticultor sí que ve que va a haber una transformación del sector por la crisis sanitaria y social del covid. «Este momento por desgracia es una criba. Saldrán adelante los más fuertes y los más preparados, también los que más riñón tienen, los que mejor se han planificado y a los que la suerte les acompaña un poco. Sabemos de buena tinta que varias bodegas de la zona están al borde de la quiebra».

«No creo que haya un gran cambio respecto a los clientes, sí hacia la forma de venta. Crecerá la online y en las vinotecas. El consumidor final se puede beneficiar durante un tiempo de bodegas que se ven obligadas a hacer ofertas y dar salida a lo que no pudieron vender el año pasado. Incluso muchas bodegas están vendiendo a pérdidas, pero por lo menos tienen una entrada mínima de efectivo y  pueden hacer frente a los pagos».

Los jóvenes y el vino

«La generación de mi abuelo consumía un litro al día, mi padre una botella de 75 cl., dos copas para almorzar, dos para comer y dos para cenar. Y yo veo que nuestra generación ya no tiene la costumbre de beber vino comiendo. Vivimos en un momento en el que con el ritmo de vida, las redes sociales, el móvil… un estrés que choca con la cultura del vino de nuestros antepasados. A día de hoy el vino es solo un complemento y lo hemos perdido como parte esencial de nuestra gastronomía. Los jóvenes a día de hoy no ven consumo en sus padres y así se está perdiendo. A nosotros con cinco y siete añitos, cuando volvíamos congelados de la escuela, nos sentaban en el saloncito con la estufa, mi madre metía dos rebanadas de pan para que se tostara, le ponía un poquito de vino y un poquito de azúcar y merendábamos eso viendo Barrio Sésamo. Dime qué adolescente lo disfruta a día de hoy».

«Nos quejamos de que los jóvenes no consumen vino, pero es que se ha perdido su presencia. Los que sí que consumen, se fijan más en el nombre y en el márketing, pero no en el contenido de las botellas. Creo que hay que hacer una labor fundamental de reeducar a los adolescentes y a los jóvenes. Queremos que consuman los jóvenes, pero no les hemos educado en la adolescencia a apreciar la tradición. Creo que hay que retomar la cultura del vino como parte de nuestra gastronomía. Se debería que desde niños, visiten viñedos y bodegas».

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