A nadie se le escapa ya que la sociedad europea vive en pleno proceso de transición energética, pasando de un suministro energético basado en el consumo de combustibles fósiles hacia un mundo en el que las tecnologías renovables, fundamentalmente la solar fotovoltaica y la eólica, asumen el protagonismo cuando se trata de garantizar el suministro de un bien básico y esencial como es la energía. Esta transición energética apenas acaba de comenzar y continuará avanzando durante las próximas décadas. Como en las transiciones energéticas anteriores (hacia el carbón y, luego, hacia el petróleo y el gas), la sustitución de la fuente de energía trae consigo grandes cambios sociales, económicos y geopolíticos.
A nadie se le escapa tampoco que estas tecnologías, con determinadas excepciones, se implantan principalmente en zonas rurales por dos motivos principales: la disponibilidad tanto del recurso principal -sol y viento- como de superficie suficiente y apta. En el caso de la energía eólica, el aprovechamiento de los vientos resulta técnica y económicamente viable si se hace en lugares con alta disponibilidad de recurso eólico, mientras que la energía solar analiza áreas con el máximo número posible de horas de luz. En ambos casos, especialmente en el caso de la solar, se precisa para la generación de energía la disponibilidad de grandes extensiones de terreno, lo que suele coincidir con entornos agrarios de cultivos o pastos o zonas alejadas de los núcleos de población.
Esta coincidencia en el espacio viene generando en los últimos años ciertas tensiones entre el sector primario y el sector energético valenciano. Amplificadas por la creencia en ciertos mitos y disfrazadas de una oposición noble a un progreso supuestamente destructor, la realidad es que en la Comunidad Valenciana hay sitio más que suficiente para que podamos generar la energía que nuestras familias e industrias necesitan y, a la vez, se pueda continuar cultivando los campos y aprovechando los recursos forestales. El espacio necesario y las afecciones de las energías renovables son insustanciales en comparación con la capacidad de producción y aprovechamiento del sector primario valenciano. A menudo se habla de la soberanía alimentaria, pero también a menudo nos olvidamos de que tal soberanía es dependiente del suministro de energía estable y asequible.
Así, se nos está escapando como sociedad la oportunidad que para el sector primario supone la transición energética. La supervivencia del sector primario es muy dependiente tanto de la mitigación de los efectos del cambio climático como de la disponibilidad de energía competitiva y no sujeta a los vaivenes de los mercados internacionales o los caprichos de países suministradores. En primer lugar, los agricultores viven en sus propias carnes, probablemente más que ningún otro sector, el efecto en sus cosechas de los fenómenos extremos provocados por el cambio climático año tras año. En segundo lugar, la exposición del sector primario a los costes energéticos es muy alta. Los regantes que utilizan sistemas por goteo, que extraen agua de acuíferos, que bombean agua a distintas alturas o que aprovechan agua desalada tienen como factor determinante en su modelo de negocio la variable del coste energético. Sus actividades dependen de ciertos fertilizantes, cuyos precios están muy expuestos a las volatilidades de los mercados energéticos. No olvidemos tampoco cómo el incremento de costes energéticos afecta directamente a la mayoría de los procesos de la cadena de valor encareciendo su actividad: maquinaria en campo, almacenamiento refrigerado, maquila y transporte.
La conclusión evidente es que el sector primario y el sector renovable valencianos vienen a convivir en espacios colindantes durante las próximas décadas y que el primero puede y debe aprovechar la oportunidad que las inversiones en energías renovables suponen, mientras que el segundo debe empatizar y entender las preocupaciones y necesidades de los habitantes del nuevo mundo en que se implantan. ¿Qué impide que los promotores de energías renovables se asocien con el sector agrícola para diversificar su fuente de ingresos y reducir su exposición a la volatilidad de los mercados energéticos? ¿Cuántas explotaciones infrautilizadas se podrían viabilizar gracias a una colaboración honesta entre ambos sectores? ¿Cuántos empleos están sujetos a los vaivenes de los mercados energéticos? ¿No puede aprovechar el sector primario el capital de las renovables para revitalizar sus propios modelos de negocio? ¿Cuán innovador sería que el sector primario subiera al tren de la transición energética en el vagón de cabeza? ¿Cuántas sinergias se desaprovecharían si estos vecinos se niegan a conocerse para obtener una ganancia mutua?
La transición energética va a suceder inevitablemente. Se trata de fuentes de energía muy competitivas, limpias y que generan esa energía localmente. Dan respuesta a tres de las más graves crisis a las que se enfrentan las generaciones actuales y futuras: la volatilidad de los costes energéticos, la crisis geopolítica y el cambio climático.
Esta transición energética transformará especialmente ciertas áreas rurales, con tradición social de actividades propias del sector primario. Por la tipología de estas nuevas fuentes de energía, las posibilidades de colaboración, las sinergias y la oportunidad de beneficio mutuo son incontables. Ignorarlas mantendrá la conflictividad y, en última instancia, puede llevar a ambos mundos a la irrelevancia social y económica.
No nos podemos permitir que ambos sectores se den la espalda en esta transición. No nos podemos permitir que el nuevo vecino sea señalado como un invasor y no como una oportunidad. Tampoco nos podemos permitir que el nuevo vecino aterrice sin tener en cuenta las sensibilidades y necesidades de quien habita en su entorno para ofrecerle una colaboración leal que garantice que la transición beneficie a todos, especialmente al entorno de los proyectos. La transición energética puede servir de catalizador de cambio y de revulsivo para la sociedad valenciana, también para el sector primario. Pongámonos a ello.
Guillermo Roth es subdirector de Statkraft en España
“…O ver cómo se destruye todo aquello por lo que has dado la vida,
y remangarte para reconstruirlo con herramientas desgastadas..."