Pocas horas después de que el ministro de Sanidad, Salvador Illa, anunciara que España contaría con la vacuna ‘de Oxford’ en diciembre, AstraZeneca anunció que suspendía los ensayos al detectar una «reacción adversa grave» en un voluntario. Pocos ejemplos ilustran mejor el exceso de optimismo en la búsqueda de la cura definitiva contra la covid-19
VALÈNCIA.-Lentamente la sociedad comienza a despertar del virus que paralizó al mundo y lo unió para hacer frente a ese enemigo en común. Una ligera apertura que comienza a palparse en las calles, con la sociedad transitando en su mayoría con mascarilla, con los comercios abriendo sus puertas paulatinamente y las empresas recuperando su producción. Lo hacen tras más de seis meses en los que la ciudadanía se ha volcado en ayudar al prójimo y el tejido empresarial se ha adaptado para dar respuesta a las necesidades que iban surgiendo a causa de la crisis sanitaria.
Una unión entre sociedad, sector privado y sector público inaudita y que deja tantas lecciones como incógnitas de cara al futuro y donde un paso adelante, a veces, anticipa dos pasos atrás. Que se lo digan al ministro de Sanidad Salvador Illa, que pocas horas después de anunciar que España tendría en diciembre dosis de la vacuna ‘de Oxford’, la firma que la desarrolla (AstraZeneca) anunciaba la suspensión temporal de las pruebas (la segunda) al detectar «una reacción adversa grave» en un paciente. Algo muy habitual cuando se desarrolla una vacuna, pero que sorpende ya que nunca se había seguido el proceso ‘en directo’ como ahora.
Por si acaso, la jefa de científicos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Soumya Swaminathan, decidió injectar unas dosis de realismo en el debate y advirtió, tras conocerse el incidente con AstraZeneca, que es poco probable que haya una vacuna disponible para la población general antes de 2020, aunque los primeros grupos de riesgo podrían ser inmunizados a mediados de 2021. «Muchos piensan que a principios del próximo año llegará una panacea que lo resuelva todo, pero no va a ser así: hay un largo proceso de evaluación, licencias, fabricación y distribución». aseguró.
El mundo está a la espera del final de la crisis. Muchos quieren dejar de usar palabras como distancia social, mascarilla o cuarentena, pero ante todo desean dejar de sentir miedo. Además la sociedad se hace preguntas, como por ejemplo por qué aún no hay una vacuna. O más importante todavía, ¿será la vacuna el final del problema? La Organización Mundial de la Salud tiene constancia de 170 candidatas contra el coronavirus —de ellas, doce son españolas—, y con este número hay que preguntarse cómo de cerca está una que sea efectiva. Y lo que es más importante, habrá que aprender a distinguir las diferencias entre todas las que van a llegar al mercado. Pero en este contexto es importante recordar que ser el primero no siempre es lo mejor.
Una de las grandes inquietudes de parte de la comunidad científico-médica es que las prisas por desarrollar una vacuna, sobre todo cuando hay intereses económicos y políticos de por medio, haga que llegue al mercado un producto que no haya pasado por todos los controles de forma adecuada. Entender las fases que tendrán que pasar es muy importante para saber cómo de cerca está la llegada de una vacuna efectiva. Oxford ha pasado de decir que la suya iba a estar disponible en diciembre a parlizar los ensayos, mientras Donald Trump en EEUU y Vladimir Putin en Rusia compiten por ver qué país será el primero en contar con una.
* Lea el artículo completo en el número de septiembre de la revista Plaza