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LA SEÑORA SIEMPRE TIENE RAZÓN

Crueles sin saberlo

4/02/2017 - 

VALENCIA. Como ustedes habrán notado, el cotilleo no es mi fuerte. Por eso, cuando recibí el encargo de escribir estas crónicas de sociedad, me dirigí a varias personas de ambientes selectos para informarme sobre los chismorreos que, normalmente, ocupaban gran parte de sus conversaciones. “Si me entero de algo, descuida que te lo cuento” fue la última frase que escuché de ellas. Desde entonces sus nombres no han vuelto a aparecer en la pantalla de mi inteligente teléfono.

Decidí hacer la crónica de mi mismo a pesar de saber que el público de los periódicos no quiere genios. Quiere enterarse de lo que pasa en el mundo con la mayor exactitud, la mayor rapidez y con la mayor claridad posibles. Pero en el mundo de la sociedad nunca ocurre nada a no ser que el periodista trate con truculencia hechos banales como el coito vaginal o anal, la trasmisión de bienes y los sacramentos del bautismo, matrimonio y extremaunción.

Por eso no dedico normalmente estas líneas a hacer un compendio de datos sobre personas de alto nivel adquisitivo, sino un manual práctico para que se comprendan ustedes mismos como sociedad. En España somos todos muy participativos y, como ocurre en los programas televisivos en boga, hablamos solo para concursar, exhalando palabras como si fueran pompas de jabón. En otros países, como Alemania, la gente habla únicamente si tienen algo importante que decir que haya sido contrastado. Nosotros hemos cambiado el ensayo por la información anárquica, la calidad por la cantidad y muchas personas consumen alta cocina o arte contemporáneo como quien se compra un coche de alta gama: únicamente porque pueden permitírselo y quieren que los demás se enteren de que pueden hacerlo. 

Por ese motivo yo me compro libros econoclastas, como el Pequeño breviario de ideas comunes en dirección de empresas para inculcarles, entre los eventos sociales, principios económicos como que la sociedad es una máquina maravillosa que les permite a ustedes, a la buena gente, ser crueles sin saberlo. Solo siendo espectadores pasivos, consumidores y diletantes.

Los crueles Premios Goya

Obtener una satisfacción emocional del sufrimiento de los demás se ha convertido en algo habitual en relaciones laborales (llegando al éxtasis en las cenas de empresa), familias y diversas corporaciones artísticas. El cine no escapa a esta moda y la gala de los Goya ha vuelto a ser, este sábado, el entretenimiento de canibalismo para nuestras paranoias y obsesiones nacionales. El primero en ser puesto en cuestión ha sido Dani Rovira quien, después de recibir por todos los lados, se ha alejado del Twitter para no entrar en el torneo de descalificaciones. Le llaman incluso “famosete en horas altas”, que es la máxima expresión y escolio de nuestra envidia nacional en cuatro palabras. Mediaset, el canal Berlusconi que tantas satisfacciones ha dado a su público, no acudió a la gala con la excusa del polémico patrocinio de perfumes de equivalencia Saphir, acusado de prácticas poco éticas.

Vicent Marzá estará contento porque, lo importante es participar, cuatro producciones apoyadas por el Institut Valencià de Cultura se presentaron para llevarse el galardón: Graffiti, del bello barcelonés con barba de Picapiedra Lluís Quílez, quien ya recibió junto a los productores de Ainur Films Ester Velasco y Cristian Guijarro, el premio J.M. Forqué. La invitación, de la barcelonesa radicada en Los Ángeles Susana Casares Domingo, producido por Maria Zamora, de Avalon PC. Ambos cortometrajes de ficción llevan un fructífero recorrido en festivales.

A la mejor canción original se presentó Descubriendo India, del alicantino Luís Ivars, en la película Bollywood made in Spain producida por Vicente Seva, director del Festival de Cine de Alicante. No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas o Tarde optan al mejor diseño de vestuario de la benidormera televisiva Cristina Rodríguez, estilista en Cámbiame.

Sexo prohibido en el Teatro Real

Acudí al estreno, integrado en el Bicentenario del Teatro Real de Madrid, de “Billy Budd”, la obra maestra de Benjamin Britten. No fue un estelar baño de famoseo, porque los famosos no van a la ópera. Sólo se acercó el ex todo Alberto Ruíz-Gallardón quien abandonó el teatro en el descanso. Mejor, porque así me ahorro una de esas absurdas y largas listas de asistentes que no llevan a ningún lado.

Estuve acompañado por Leonor Zozaya, hija del medievalista recientemente fallecido Juan Zozaya Stabel-Hansen. Al acabar la obra le pregunté a Leonor si no había notado un cierto aire homosexual en la obra, y me preguntó, sorprendida, en qué basaba tal suposición.

Quizá fuera porque el elenco era exclusivamente masculino -5 tenores, 8 barítonos, 1 bajo-barítono, 3 bajos más 60 voces masculinas del coro- o porque la acción transcurría en un barco de guerra alrededor de un arrebatador y cándido marinero que prometía fidelidad eterna a su capitán, o que el libreto era de Edward Morgan Forster, autor de obras como “Una habitación con vistas”, “Howard’s End”, “Pasaje a la India”, o “Maurice” o porque el barco llevaba el recontramarica nombre de “El Indomable”, todo ello enmarcado con la puesta en escena de la gran dama de la dirección teatral británica, Deborah Warner y el patrocinio de la Fundación BBVA, que con esta práctica de responsabilidad social devuelve a la sociedad una parte de lo que ha tomado de ella, en un ejercicio político cercano a pasadas formas de gobierno tan eficientes como el feudalismo.

Mira, una moderna

A pesar de que la música de Britten remite a las bandas sonoras más actuales, toda la modernidad de Madrid -todo Radio 3, Jesús Molina, Nacho Burgos, Santi Alcanda, los de Ahora Madrid antes de enfadarse, Nuria, la jefa de prensa de Aznar, etc- estuvo sin embargo en el Price asistiendo al concierto del grupo portugués que todo emergente debe tener como MP3 de cabecera: The Gift, con Nuno Gonçalves, quien hace 21 años se unió a su hermano John, a Miguel Ribeiro y a la espectacular cantante Sónia Tavares. Estos adoradores de Brian Eno cultivan los aires de Siouxie & the Banshees, Amy Winehouse o Bjork, siguiendo por Depeche Mode y hasta The Smiths, Nina Hagen o Gloria Gaynor.

Me encontré con la banda en El Negro, en la calle Echegaray, y John me contó lo mucho que les sorprendía el público tan receptivo de Madrid, mientras a nuestro alrededor se cernía una piña de gente heterogénea, medio gitana medio de Isla Mauricio, dispuestos a acabar en el muy selecto after hours Jazz Club.

Este muerto está muy vivo

No todas las personas ilustres de las crónicas de sociedad están vivas. Para unirme a los homenajes que se están haciendo a prohombres de Valencia, quiero aprovechar estos últimos días en la capital para descubrirles un lugar de nuestro Patrimonio Nacional, el Panteón de Hombres Ilustres donde pueden encontrar un poco de nuestra historia escondida y estatuas funerarias maravillosas de Mariano Benlliure. Por cierto, que su museo, uno de ellos al menos, está en Crevillente, no sabría decirles por qué.

En este panteón reposarían, si este país fuera de otra manera, trece personajes ilustres de la historia política y militar española. En 1901 llegaron los restos de los generales Prim, Castaños, Concha y Palafox, a los que posteriormente se fueron incorporando los tres presidentes del Consejo de Ministros asesinados Cánovas del Castillo, Canalejas y Dato.

A partir de los años 30 el panteón estuvo abandonado, comenzando el éxodo de los hombres ilustres allí sepultados que fueron reclamados por distintas ciudades españolas. Así en 1958 los restos de Palafox fueron trasladados a la basílica del Pilar en Zaragoza y en 1963 y 1971 se exhumaron los restos de Castaños y Prim que fueron trasladados con sus respectivos mausoleos a Bailén y Reus.

De Benlliure son las esculturas en mármol de la tumba de José Canalejas, de Práxedes Mateo Sagasta y de Eduardo Dato, en mármol y bronce.

Por cierto que el periodista de Oliva afincado en Madrid, Antonio Peiró, está haciendo su propio museo personal en su ciudad natal, un museo compuesto de objetos personales que ha ido recolectando sobre él mismo durante años y que se compone con piezas como ropa, servilleteros, sillas y todo tipo de enseres. Me muero de ganas por verlo.

En nuestros días, el Panteón de Hombres Ilustres ya no es un lugar donde recordar a los representantes de nuestra historia bajo los lemas de Lealtad, Heroísmo y Honor: depende de Patrimonio Nacional, organismo público cuya misión es custodiar los bienes titularidad del Estado afectos al uso el Rey y de los miembros de la Familia Real. Una vez más, la realeza gana al pueblo, en una metáfora maravillosa de nuestro país retratada para siempre en piedra, pero que nadie va a visitar ni conoce.

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