De Massachusetts a Chile, de Hockney a Lorca y del tomate a la langosta. Destinos de ficción a los que huir de la canícula infernal
VALÈNCIA. ¿Es usted un ser humano asfixiado por el calor estival? ¿Siente que la calima va erosionando poco a poco su cuerpo? ¿Desea fervientemente poder salir a la calle sin miedo a derretirse sobre el asfalto? ¿Anhela, acaso, unas vacaciones a las que aún les queda mucho tiempo para dar señales de vida? En definitiva, ¿sueña usted con escapar?
Si es así, ¡que no cunda el pánico! Desde Culturplaza hemos diseñado un plan de fuga para quienes encuentran en la canícula extrema a su enemigo mortal. El monstruo final del videojuego. Frente a las temperaturas infernales, el placer. Un placer que en esta casa adquiere las hechuras de la invención y la creatividad.
Queremos entregarnos a la evasión y la posibilidad, a lo que únicamente existe en un rincón de la imaginación y espera paciente su turno para salvarnos. O, al menos, para intentarlo. Así que, siguiendo nuestra ya mítica tradición, hemos acudido a un buen puñado de profesionales de la cultura por esos universos ficticios que desearían explorar durante los meses de termómetros descontrolados, sandía y ligereza existencial.
Desde sus pupilas exploramos la pampa chilena, la costa de Nueva Inglaterra o el Cabo de Gata. Nos imbuimos del espíritu noruego para fingir que habitamos un thriller nórdico y regresamos mentalmente a los primeros chapoteos como infantes con tres meses de vacaciones y pocos conocimientos sobre natación. Este verano invencible incluye trazos de David Hockney y versos de Federico García Lorca. Suena a Wilco y a verbena. Y sabe a tomate, langosta y salitre.
La rutina, sudorosa y angustiante, nunca es suficiente. Por suerte, siempre podemos lanzarnos a una travesía plagada de fantasías vacacionales… y negación de la realidad.
“M'imagine l'estiu total amb una temperatura constant de divuit graus i vivint la història que narra el disc Viaje a Roma de Galerna, el qual és el descobriment de la temporada gràcies a la meua amiga Marta. Estiu total també seria estar a un país del nord d'Europa el temps suficient per a fer de flâneur i entendre els fluxos diaris de la ciutat, construir una no rutina a un lloc en el qual estic de pas i poder gastar quantitats de diners indecents als mercats de barri.
I si fora un element semiestàtic? Voldria ser un fotograma d'Elena Martín!
I en cas que fora un element geomorfològic està claríssim que faria cos d’un paisatge de coordenades concretes (i que mai revelaré) al Parc Natural de Cabo de Gata.
I si fora un menjar? Seria una tomata ben gran i madura tallada a trossos generosos, sense pell, acompanyada amb all laminat i un oli d'oliva increïble”.
“Debido al calor y a la humedad que hace durante el verano siempre busco un refugio interior sin luz natural y acogedor. Pienso en pasar los días dentro de cualquier instalación psicodélica y también cotidiana de la artista suiza Pipilotti Rist. Otra opción sería irme hasta el Reina Sofía para ver la exposición Hacer como quien dice: ¿y esto qué es?, de Eva Lootz. Un lugar perfecto para caminar entre arenas somníferas, lenguas gigantes y ríos imaginarios.
También me sumergiría en el documental A Bigger Splash, de Jack Hazan (1973). Piscinas, desamores, deseos y fluidos varios se entremezclan en un relato donde se exploran los límites entre la realidad y la ficción en la vida del mítico pintor inglés David Hockney allá por los años 70. Aporta una reflexión muy interesante acerca de la representación y de la dicotomía entre lo privado y la exposición.
Y como alternativa audiovisual, la serie The Curse (Movistar+). Dirigida por Nathan Fielder y protagonizada por Emma Stone, cuenta las aventuras de una pareja recién casada que quiere mejorar la vida de una pequeña comunidad de Nuevo México en Estados Unidos a través de la construcción de viviendas ecológicas. El cringe, el surrealismo real y la violencia se abren paso a medida que la serie avanza hasta llegar a la pesadilla definitiva”.
“Quiero pensar en destinos vacacionales tranquilitos, de relax total y no hacer nada, porque el ritmo que llevo durante el resto del año es: una barbaridad. Pero muy a mi pesar, lo que en realidad me va es la marcha y la incertidumbre, así que mi primer destino sería Gravity Falls (Oregón), que suena a sitio real, pero es una serie de Disney y el nombre de un pintoresco pueblecito en el que ocurren toda clase de fenómenos paranormales en torno a una familia (casi) desestructurada, pero que se quiere mucho y supera junta las adversidades. Expediente X new age. Lo mejor que se ha hecho en animación para la chavalada en el siglo XXI, y moriré en esta colina.
Pero no me quedaría ahí todo el verano, que es muy largo. Tengo pendiente una visita a Kowloon, lo malo es que ya no existe porque lo derruyeron allá por 1994. Pero por suerte tenemos a nuestro alcance Kowloon Generic Romance (Jun Mayuzuki, Norma Editorial), una historia de ¿amor?, ¿ciencia ficción?, ¿costumbrismo poco ortodoxo? con la que es imposible no perderse entre las callejuelas y recovecos de esta ciudad, sus fantasmas cotidianos y una trama intrigante hasta decir basta.
Pero no acabo ahí, remato con otro cómic, que es lo mío. Me encanta viajar a Japón, aunque la mayor parte de las veces lo hago con el trabajo en mente, deformación profesional. Si pudiera escoger cuándo visitarlo (y entiendan el juego de palabras) lo haría en la época feudal tal y como se muestra en La Oveja Samurai (Girón - Carmona - Puzy, publicado por Grafito Editorial). Sí, con sus duelos katana en mano, animales antropomórficos y todo. Viene siendo una versión castiza del famoso Usagi Yojimbo de Stan Sakai, que a mí me vale para cerrar esta odisea. Allí nos vemos”.
“Me gustaría estar cabalgando con Inés y la alegría, de Almudena Grandes (Tusquets), haciendo posible la ofensiva guerrillera en el valle de Arán. O, como una figura etérea e invisible, flotar entre Manolita del Arco y el resto de presas de Ventas que cuenta su hijo, Miguel Martínez del Arco, en Memoria del frío (Hoja de Lata) y así verlas tejer con cinco agujas y conocer el lenguaje secreto con el que se comunicaban en sus cuadernos de claves.
Me gustaría volar después a Las bañistas del Duero, el cuadro de Delhy Tejero, antes de que borrara a una de sus modelos para poder verle el rostro a esa mujer que defendió la democracia durante la guerra. Porque la borró para que no pudiera ser reconocible y evitar así cualquier posible represalia del régimen.
Y me encantaría revivir una y otra vez el monólogo final de Juan Diego Botto en Una noche sin luna y viajar con su Federico a través de la memoria hasta su último momento con vida. Y después me iría de viaje en el tiempo al primer concierto que vi de Ismael Serrano, subida a una silla de madera con mi padre aguantándome de la mano en un solar de Campello o Mutxamel. Para acabar mi viaje imaginario desembarcaría en el plató de Cantando bajo la lluvia para ver entre bambalinas a Donald O'Connor surcando las paredes en un baile imposible”.
“Este verano, uno de los lugares a los que más se escapa mi mente no es ficticio, aunque sí quizás algo idealizado. Es esa zona de la costa este de Estados Unidos que llaman Nueva Inglaterra, repleta de historia, casitas antiguas de madera y pueblos costeros en los que comerte un lobster stew (un guiso de langosta).
Y una forma magnífica de viajar allí sin moverse es a través del libro Cartas desde Massachusetts, escrito por Laura Riñón Sirera e ilustrado por la magnífica Patricia Bolaños (Tintablanca). Un recorrido por la historia de todas esas ciudades costeras y de interior con tanto carácter y alma: la mítica ciudad de Boston, la casa donde vivió Louisa May Alcott en Concord o el viejo Cape Cod del que hablaba la canción de Patti Page, entre otros. Además, la edición es de tapa dura y está cuidadísima, tanto que se ha convertido en un libro-objeto que me acompaña de forma permanente desde la mesilla de noche.
Espero poder visitar la costa este algún verano (o algún otoño, que también deben de ser preciosos). Pero mientras tanto, me quedo con las historias que nos hacen trasladarnos como si estuviéramos volando por encima del océano”.
“Les meues vacances somniades tenen ànima nòrdica. Començarien agafant un vol a Oslo. Després, una furgoneta de lloguer i me n’aniria a una cabanya en un fiord, amb la meua dona i el meu fill de sis anys. Allà em deixaria perdre tranquil·lament amb vinils de Fleet foxes, Wilco, Ferran Palau…
En aquest escenari exploraria els thrillers nòrdics. Aprofitaria també la immensitat del bosc noruec per a veure El Grinch, la pel·lícula favorita del meu fill, que ocorre en Nadal i crec que encaixa molt bé amb eixa atmosfera escandinava. En definitiva, al meu estiu imaginari tot és verd, tot és fred, tot és blau i tot és Nord”.
“He creado este verano de ficción con la ayuda de mis amigas y la Asociación Vecinal de Zaida. En cuanto a los libros, una buena opción sería Walden, de Henry David Thoreau… porque ¿a quién no le va a gustar escapar de todo y estar a solas en una cabaña en el bosque? Pictóricamente hablando, me zambulliría en el cuadro Melanie y yo nadando, de Michael Andrews, porque me transporta a los veranos de mi infancia en la playa o la piscina nadando con mi padre.
En ese estío imaginario sonaría el disco Where the angels fall, de The Cat Empire. Es música de verbena veraniega, de fiesta, de bailes y diversión en buena compañía. ¿Otras opciones? Física y Química (Sabina), Dolor de garganta (Javier Krahe) y Fruit del deliri (Oques grasses). En verano no puede faltar el cine. En concreto, me quedo con Dirty Dancing (Emile Ardolino), La taberna del irlandés (John Ford) y Verano 1993 (Carla Simón)”.
“Si estes vacances haguera d'instal·lar-me a la ficció, voldria estar dins de Fatamorgana de amor con banda de música, de Hernán Rivera Letelier (Seix Barral). És la història d'un assentament miner a la pampa xilena que va existir de veritat, Pampa Unión, actualment abandonat. La protagonista del llibre és Golondrina del Rosario (que ja és meravella el nom), la filla del barber anarquista del poble, que conviu entre els discursos del pare i el ‘putiferi’ local (molt de bordell). I s'enamora d'un músic itinerant, Bello Sandalio.
Seria el meu estiu idíl·lic a la ficció perquè em permetria gaudir d'una meravellosa amalgama d'esclat passional juvenil, proclames anarquistes i accions violentes contra l'autoritat”.