EL ANÁLISIS DE SU PASO POR LA ALCALDÍA

Cuando Zaplana compró Benidorm

En tan solo tres años la capital del turismo fue el escenario del gran ensayo general de su proyecto político

23/06/2018 - 

BENIDORM.- Eduardo Zaplana jamás dijo «estoy en política para forrarme». Sus palabras exactas fueron «me hace falta mucho dinero para vivir». Y eso es muy diferente. O no lo es tanto. La conversación telefónica de Zaplana con su amigo Salvador Palop, concejal del PP de Valencia, tuvo lugar el 11 de febrero de 1990 y quedó registrada en el sumario del caso Naseiro, los orígenes de la contabilidad B del PP que llegan hasta la actualidad. Aquella investigación se archivó por una treta judicial y la carrera de Zaplana despegó.

El dinero y la ambición han sido una constante en su trayectoria personal y política. Manuel Vicent afirmó en una ocasión que «probablemente Eduardo Zaplana no cree que exista un problema en este mundo que no pueda arreglarse con dinero». En la moción de censura que tuvo lugar el 22 de noviembre de 1991 en Benidorm, Eduardo Zaplana no compró el voto de una concejal socialista. Compró a toda la ciudad. Y lo hizo con un dinero que no era suyo. Como cuando para su segundo asalto compró a Unión Valenciana, porque sus diferentes etapas políticas están llenas de paralelismos. 


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Solo fue alcalde tres años. 36 meses. Y lo fue a tiempo parcial, ya que a la vez luchaba por el control del PP regional y, cuando lo consiguió, por la presidencia de la Generalitat con la plaza de portavoz de su partido en las Cortes Valencianas. Benidorm fue su laboratorio y su trampolín, porque ensayó su política de grandes proyectos e inversiones mientras sorteaba con gran habilidad todos los escándalos que le afectaban. 

Algunos le han atribuido a Zaplana de forma falsa y torticera lo de «estoy en política para forrarme», una frase posterior (marzo de 1993) y que fue pronunciada por Vicente Sanz, entonces su número dos en Valencia. En realidad esto tampoco es cierto. Nunca sabremos si Vicente Sanz lo dijo o no, porque a diferencia de las del caso Naseiro, las grabaciones del caso Sanz nunca se reprodujeron y su contenido es un misterio. Tan solo se filtraron alusiones, por las que Sanz tuvo que dimitir. Alguien pagó un precio muy alto por un contenido que, de conocerse, afirman los pocos que lo escucharon, habría cambiado la política valenciana y española. 


* Lea el artículo completo en el número de junio de la revista Plaza

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