VALENCIA. Imbuidos en los impagos del Consell, el 'vals' de los hispabonos y otras cuestiones de puro 'fast-food' informativo como la reducción de diputados a tres años vista, la reforma -y su problemática- del modelo sanitario valenciano se ha relegado a segunda fila en la agenda mediática.
Sin embargo, el tiempo se agota. Pese a que desde la Conselleria de Sanidad se minimice el hecho de que los servicios jurídicos mantienen bloqueado el documento descriptivo presentado, la realidad es que despierta demasiadas dudas legales y tampoco convence en absoluto a las empresas. El proceso debe estar concluido el 30 de noviembre y, contando con todos los pasos preceptivos que restan, la amenaza de no poder cumplir los plazos es palpable.
El conseller de Sanidad, Luis Rosado, lo sabe. Defiende un proyecto que no nació de él y que le obliga a un juego de equilibrios entre los intereses de la Generalitat, las condiciones que quieren imponer las empresas y sus propias convicciones o, al menos, las que ha manifestado públicamente. Un médico con plaza privatizando la sanidad pública, chirría.
El conseller ha proclamado que los colaboradores privados no tomarán la gestión del personal. Una afirmación que difícilmente podrá sostener ante la oposición al unísono de las empresas interesadas en el proyecto: Capítulo I o nada. Más aún, ‘modelo Alzira' o nada.
El ‘tic-tac' del reloj apunta a una futura situación forzada para el conseller, acorralado por el tiempo y por la desconfianza de unas empresas que pedirán competencias y garantías máximas si tienen, además, que invertir un canon millonario -que todavía está por ver- y sumergirse en un proceso que tiene demasiados cabos sueltos.
"El modelo compartido saldrá adelante". Lo repiten altos cargos de la Generalitat. La cuestión es 'cómo' saldrá adelante una reestructuración que va a condicionar la sanidad valenciana los próximos 15 años o más (2027 en adelante, que se dice pronto). Mientras existen voces, incluso dentro de la conselleria, que empiezan a considerar en privado que el proyecto debería aplazarse para el año próximo, las posibilidades de encontrarse en un callejón sin salida en el que el Gobierno valenciano se encuentre a merced de las empresas privadas interesadas, aumenta.
La continuidad de Rosado genera dudas desde tiempo atrás. No son pocos, de colmillo afilado, los que apuntan a que desde el Palau de la Generalitat están permitiendo que Rosado 'se queme' con todo el trabajo 'sucio' de esta transformación histórica de la sanidad valenciana. Un cambio cuya previsión de ingresos por el canon se incluyó en el Plan de Viabilidad enviado al Ministerio de Hacienda, que aceptó sin pestañear este modelo todavía de ficción.
Problemas, problemas y más problemas. El conseller se enfrenta a molinos de viento con un margen de maniobra muy limitado. Contrario, según dicen, a traicionar su promesa para con el personal sanitario y presionado al mismo tiempo por el Gobierno valenciano y las empresas privadas, Rosado vive en un alambre sin ostentar vocación alguna de funambulista.