La mayoría de la gente estará de acuerdo con estas dos ideas sobre el amor:
El problema es que el equilibrio nunca es fácil. Estas ideas flotan hoy día en un contexto neoliberal de precariedad, donde hasta en las tazas encontramos mensajes de crecimiento personal (atención a la palabra: PERSONAL) que te culpabilizan de tu éxito o fracaso.
Para sobrevivir en el s. XXI necesitamos fluidez, adaptabilidad, reciclaje y movimiento. Estos son los pilares en los que se basa el mundo laboral y, cada vez más, las relaciones personales. Los jóvenes saben que tendrán a lo largo de su vida varios trabajos, varias parejas, que tal vez vivan en diferentes casas e incluso en diferentes ciudades o países. Una vida incierta totalmente diferente a la de sus abuelos. Que nos venden como aventurera y llena de experiencias, aunque la realidad es que sigue la lógica del capitalismo salvaje. Wallapop, Ikea o Tinder son símbolos de la sociedad en el que vivimos. Una sociedad de usar y tirar. Porque tener muchas pertenencias no permite el movimiento rápido que exigen estos tiempos. Y entre las pertenencias se incluyen las relaciones profundas con otras personas.
Hemos pasado del tabú del sexo al tabú del amor, decía la conferenciante de una charla TED que escuché la semana pasada en un podcast. Tenía veintipocos años y hablaba de la dificultad de los jóvenes para vincularse de forma profunda. Todo el mundo vale para follar, pero no todos valen para hacer la cucharita, decía una pintada que se convirtió en meme, como avisándonos del peligro que acecha en estos momentos en el que el sexo es una forma habitual de relacionarse. Y ese no es el problema: el problema es que se está convirtiendo en la forma más fácil y aceptada de relacionarse. Y la que menos compromisos conlleva.
- Durante el confinamiento envié un mensaje que decía: tengo muchas ganas de chuparte la polla.
Esto me lo contó una amiga. Después me dijo que en realidad tenía ganas de verlo, de dormir con él (¿hacer la cucharita?) pero hacer alusión a lo sexual le era menos violento que decirle que lo echaba de menos.
¿Qué ha pasado para que sea más fácil hablar de felaciones que de sentimientos?
Algunas de las ideas de liberación personal que defendió el progresismo de la segunda mitad del s. XX se han hecho realidad, pero probablemente no de la forma en que esperábamos. Lograr la plena independencia de mujeres y hombres es genial, pero tenemos que ver cómo hacerlo sin perder por el camino otros valores que también son importantes.
En el documental La teoría sueca del amor (2016), que se puede ver en YouTube, se habla de Suecia, una de las sociedades más modernas y avanzadas del mundo cuyo objetivo ha sido, desde hace unas décadas, conseguir la emancipación de todos sus miembros para evitar que nadie dependa de nadie. Las mujeres trabajan, lo que las hace libres frente a sus abuelas amas de casa. Ni siquiera necesitan pareja para tener hijos, pues muchas deciden inseminarse siendo solteras. Los jóvenes se marchan de casa a los dieciocho años, lo que evita que sus padres estén demasiado presentes en sus decisiones. De esta forma ellos eligen quién quieren ser. Incluso los ancianos están orgullosos de no necesitar los cuidados de su familia.
Nadie depende de nadie. Han conseguido un país de gente que sabe valerse por sí misma, pero, ¿les hace esto realmente felices?
La conclusión del reportaje (que no deja de ser una visión subjetiva) es que no. La soledad y el aislamiento es el gran problema de una sociedad que ha primado lo individual por encima de lo comunitario. Que no se ha vinculado bien. Porque los vínculos de verdad necesitan cierto grado de dependencia, confianza y sacrificio, que no se nos olvide.
No estoy insinuando que volvamos al pasado: a los matrimonios infelices para toda la vida; a las amas de casa subordinadas al hombre que lleva el dinero a casa; a los adolescentes presionados para estudiar carreras “con salida”; o a la abstinencia sexual hasta el matrimonio. Ni mucho menos. Pero tal vez, como siempre pasa, nos hemos pasado de frenada. Una cosa es ser independiente y otra muy diferente es no asumir ni un solo compromiso con los que te rodean. Pensar que las relaciones profundas son un lastre y que todo vínculo profundo es un atentado contra tu libertad.
Del tabú del sexo, como decía la charla TED, al tabú de amor. De practicar sexo a escondidas -incluso de hablar de sexo a escondidas- a pensar que el amor y las relaciones personales son una mochila demasiado pesada que no te permitirá hacer lo que te dé la gana, utilizando el sexo como forma superficial de relacionarse sin perder ni un gramo de independencia.
De un extremo al otro. De la culpa y la presión social a la soledad, la acumulación de experiencias superficiales y las carencias afectivas.
Seamos totalmente libres para practicar sexo con quien queramos pero también para regalar un poquito de esa libertad. Para comprometernos con las personas que nos rodean: pareja, familia, amigos. Porque amar exige ciertos sacrificios, sí, pero te da mucha satisfacción a cambio.
Exacto, como los perros: levántate de buena mañana a pasearlo, limpia la caca, tírale el palito chupado por décima vez… ¿Pero acaso no compensa?