31 años después, caerá el muro que separa Nazaret del mar. El pleno del Ayuntamiento de València aprueba la puesta en marcha de un plan que liberará al barrio, que retrató el cineasta Alberto Morais en su película 'Los chicos del puerto'
VALENCIA. Cuando Alberto Morais contempló el plan de rodaje de su segunda película Los chicos del puerto, ambientada en el barrio de Nazaret de Valencia, y vio donde filmaban el último día, sintió un escalofrío. “La calle se llama Metge Fernando Morais De La Horra. Qué curioso”, comentó el ayudante de dirección; “Morais, como tú”. El cineasta sonrió. “Es mi padre”, le respondió.
Durante los años ochenta y noventa el doctor Morais desarrolló su trabajo en el Centro de Salud del barrio. “Era mi médico”, recuerda el vicepresidente de la asociación de vecinos de Nazaret, Julio Moltó. Fallecido a los 52 años a causa de un infarto, la implicación del doctor Morais con el barrio y con los vecinos había dejado una huella tan indeleble que el movimiento vecinal se volcó en solicitar que le dedicaran una calle. Y así fue.
Para Morais Nazaret es especial, una referencia, una invocación a su infancia, pero no porque viviera allí, sino porque su vida estaba condicionada por ese barrio abandonado por las autoridades, por los prebostes y después por los profetas de los grandes eventos. “Recuerdo que mi padre llegaba muy tarde todos los días a casa porque siempre tenía trabajo, con las asociaciones de vecinos, con las asociaciones de mujeres…”.
Al cineasta valenciano nacido en Valladolid, su padre le transmitió la preocupación por unas gentes que han sufrido durante las últimas décadas la presión del Puerto de Valencia, de la especulación. Una inquietud que plasmo en su largometraje. Epítome de zona degradada en el final del siglo XX, marginada que no marginal, el recuerdo de los últimos años no ha podido eclipsar la memoria de Nazaret como lugar de solaz y recreo.
El nacimiento del pueblo fue casi accidental. Allí se instaló en 1720 el lazareto que hasta entonces había estado ubicado en Monteolivete. El lazareto funcionaba de forma esporádica y en 1844 se trasladó al interior del puerto (Sanidad exterior). En él pasaban las cuarentenas los marineros procedentes de ultramar. Durante un siglo y medio, de forma natural, en torno al lazareto se fueron instalando huertanos, pescadores y portuarios, que dieron forma a lo que fue el núcleo del pueblo. A ellos más tarde se unieron veraneantes de las zonas pudientes de la ciudad. Así formaron un poblado que dependió de Ruzafa hasta que, en 1877 fue anexionado al municipio de València. Con este primer núcleo de población surgieron las calles Mayor de Nazaret, Alta dcl Mar, Baja del Mar…
A lo largo del siglo XX Nazaret se convirtió en una de las zonas de veraneo preferidas por muchos valencianos. Moltó, originario del Cabanyal, recuerda haber ido de excursión hasta la playa hoy perdida. “Hasta los años 60 la playa de Nazaret competía con la de las Arenas”, recuerda. “La de las Arenas era una playa más masificada, mientras que la de Nazaret era más bonita, con una mezcla de gente muy variopinta”, comenta, “desde la más selecta burguesía hasta los pescadores de la zona”. “La estampa con las barcas en la playa”, comenta el escritor valenciano Felip Bens, “era muy similar a la del Cabanyal”.
Fue mediados los años ochenta que el pueblo fue condenado a estos treinta años de abandono. En 1986 se consumó el proceso de expansión del Puerto que ya había ido degenerando, lenta e inexorablemente, el barrio. La intención de los políticos era directamente sacar a los vecinos del pueblo y que todo el terreno fuera para dar servicio a los buques, a la carga y descarga, suprimir cualquier recuerdo de que allí vivieron gentes. Uno de los adalides de esta iniciativa fue el fallecido dirigente regionalista de Unión Valenciana Vicente González Lizondo.
Pero ya antes los planes franquistas habían promovido las industrias que cercaron al barrio. Una vez la playa había sido degradada por los vertidos contaminantes de las fábricas de la zona, convertida en no apta para el baño, se consumó el atropello enmascarado con las finas maneras de los beneficios económicos. La playa fue enterrada bajo toneladas de hormigón. La lucha vecinal consiguió pequeñas victorias (servicios sociales, salud, atención a mayores, escoleta infantil, biblioteca, polideportivo...), pero el resto de la ciudad le siguió dando la espalda a Nazaret. El Puerto daba dinero; ellos eran sólo personas.
Lo que sucedió con Nazaret, ironiza Moltó, “parece extraído del manual del perfecto especulador”. Las imágenes sorollianas fueron reemplazadas por containers y grúas. Como resistieron, fueron a por La Punta. Pero eso no supuso que los vecinos dejaran de sufrir toda clase de problemas. El supuesto maná de la Fórmula 1 no se tradujo en nada. La población fue disminuyendo en una dinámica que ha continuado hasta estos días. Sin ir más lejos, en 2008 la población censada era de 7.030 habitantes; en 2016 la cifra de vecinos ascendía a 6.034 habitantes, un 14% menos. Son los irreductibles, los que han resistido y han vencido. Ya lo dijeron en su momento: No se irían tan fácilmente.
En el año 1992 la Conselleria de Sanitat i Consum editó un libro que se titulaba La mujer en el barrio de Nazaret. En él se recogían los testimonios de mujeres del barrio. Una de ellas vaticinaba: “Nazaret es un barrio que lo tienen olvidado, está bastante deteriorado y viejo. Será por que dicen que va a desaparecer, que todo va a ser puerto y por eso no hacen nada por él, para que la gente se vaya. Pero no lo conseguirán”. Sus palabras han sido proféticas.
Ni la presión del Puerto ni de las industrias han conseguido acabar con Nazaret. Y hoy, 31 años después, con fábricas como la de Moyresa ya cerradas, el barrio puede mirar al futuro de otra manera. Tras meses de negociaciones, el consistorio del alcalde Joan Ribó y la Autoridad Portuaria que preside Aurelio Martínez alcanzaron un acuerdo el pasado día 7 por el cual ésta cedería al Ayuntamiento el uso de más 86.000 metros cuadrados de suelo, donde se habilitarán servicios para el barrio.
El ambicioso plan que pretende resarcir a Nazaret está cumpliendo escrupulosamente la hoja de ruta marcada por el equipo de Ribó, y que ha gestionado el concejal de Urbanismo, Vicent Sarrià. Así, el pasado 17 de febrero el consejo de administración del Puerto ratificó el acuerdo entre el Ayuntamiento y la Autoridad Portuaria. Tras ello la propuesta fue el día 20 a la comisión de Urbanismo del Ayuntamiento, donde también se aprobó. Y, finalmente, este jueves el pleno del Ayuntamiento dio luz verde a la iniciativa. Por unanimidad. Todos los partidos votaron a favor.
Una de las primeras actuaciones será simbólica: derribar el actual muro alrededor de la antigua fábrica de Moyresa, que separa al barrio del puerto y que le ciega, impidiendo que entre la brisa del mar. Tras ello se creará en la zona una área deportiva dotacional y de espacio libre que unirá al barrio y la ciudad con el Puerto. Aún así quedan asuntos por resolver como por ejemplo la solución viaria dentro del Puerto, el colector Norte o el sector del Grau y la ZAL, que se tendrán que desbloquear.
Con todo, es momento de felicitarse. Este viernes Alberto Morais tuvo conocimiento de la noticia y se alegró. “Es maravilloso”, dijo. “Antes de filmar mi película quise hacer un documental de cómo habían encerrado al barrio, y hablar con la gente para que recordasen cuándo estaba abierto”. Ahora ese documental tendría algo de testimonio porque Nazaret volverá a mirar al mar. Cuando caiga el muro. Su padre estaría orgulloso.