NOSTÀLGIA DE FUTUR / OPINIÓN

Doscientos mil nuevos valencianos

5 razones por las que València debe tener una estrategia para crecer.

27/08/2020 - 

 Utrecht, la ciudad universitaria por excelencia de los Países Bajos, cuarta en número de habitantes, estratégicamente situada en una posición equidistante respecto a Amsterdam, Rotterdam y La Haya, ha visto crecer su población en un 53% en las últimas dos décadas, pasando de los 233.000 habitantes a los 357.000. Siendo la metrópolis con un crecimiento más rápido de Holanda, tiene una estrategia clara para atraer a nuevas personas residentes dentro de sus límites urbanos aspirando a superar los 400.000 habitantes antes de 2025. En Suecia, Malmo, otra ciudad dinámica social y económicamente que tampoco es capital, ha crecido un 20% en el mismo periodo

En cambio València, que vio reducida su población en la década expansiva que cerró el Siglo XX, solo ha crecido un 5% en lo que llevamos del XXI. Las políticas que abocaron a la burbuja inmobiliario curiosamente nunca fueron de la mano de un plan de futuro mínimamente serio para incrementar población. Se construyeron miles de casas sin pensar quien podría habitarlas.

En el periodo que siguió a la crisis de 2008 y después del cambio de gobierno en 2015 se dio un lógico frenazo a la construcción. Al mismo tiempo se ha ido consolidando el prejuicio de que el crecimiento poblacional equivale a la destrucción del territorio. Nos hemos conformado con quedarnos como estamos.

Ya escribí (aquí y aquí) sobre mi deseo de ver como València crece de manera respetuosa con el territorio, el medioambiente y la trama urbana existente, y sin expandirse más allá de sus límites urbanos. Con alrededor de 60.000 viviendas vacías, 6.000 apartamentos vacacionales que en parte podrían retornar al mercado del alquiler, y numerosas zonas urbanas por desarrollar, no sería nada descabellado plantear un plan sólido para acoger a unos 200.000 nuevos habitantes en los próximos 20 años. Por cuestiones de peso político, social y económico sería positivo que lo hiciera. Hoy me gustaría profundizar en esas cuestiones:

  1. 1. Ciudad abierta. No podemos declararnos ciudad refugio y no aceptar recibir nueva migración. Ante el envejecimiento poblacional, entendiendo las virtudes de la diversidad, debemos dar la bienvenida de manera estructurada a aquellos que vienen de fuera a buscar mejores oportunidades. Una ciudad dinámica es aquella que es capaz de atraer simultáneamente a aquellos que buscan un buen lugar para prosperar y a los que traen la prosperidad consigo mismos. 


  1. 2. La ventaja de las ciudades secundarias. La pandemia no supondrá el fin de la ciudad pero si alterará la geografía del trabajo y las empresas. Las ciudades con mayor calidad de vida ligada a su densidad y dimensión razonables pueden salir mejor paradas al aplicar la ecuación que resta los costes de localización a los beneficios de ubicarse en un lugar. 
  1. 3. El regreso de los nuestros. La crisis económica supuso un significativo éxodo de una parte importante de una generación que encontró mejores oportunidades laborales en otros lugares. Es momento de trabajar para recuperarlos de manera activa, en paralelo a las políticas de transformación productiva hacia modelos económicos sostenibles y arraigados. Además, podemos crear las condiciones para que aquellos que están con nosotros un tiempo, como los miles de estudiantes de intercambio que vienen cada año, puedan quedarse si así lo desean. 


  1. 4. Mayores oportunidades económicas. Lo expliqué en este otro artículo, en los sectores ligados a la economía del conocimiento se crea empleo cuando se atrae a las personas, y es ese empleo el que atrae a más personas vinculadas a sectores tradicionales. 


  1. 5. Compensar la hiper-capitalidad de Madrid. Madrid ha ido succionando recursos a través de las infraestructuras radiales y demás políticas económicas, y ha aprovechado también la fragilidad institucional de Cataluña, tal como ha descrito el profesor de la London School of Economics, Andrés Rodríguez-Pose, en un artículo académico reciente. En ese contexto, València debería tener la ambición de hacerle sombra, propiciando un equilibrio territorial como el que vemos en otros países, con varias ciudades potentes, como Alemania o Italia. 


Nos vendría bien combinar las políticas estratégicas de mejora de la calidad de vida y desarrollo económico con un sólido plan de atracción de personas diversas, mitigando los efectos adversos de la desigualdad, ofreciendo las condiciones para la que las personas prosperen y los barrios mejoren.

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