VALÈNCIA. A finales de 2021 se hacía efectiva la compra por parte de la Generalitat, entonces presidida por el socialista Ximo Puig, del emblemático edificio de Correos situado en la plaza del Ayuntamiento de València por un precio de 23,9 millones de euros. Una adquisición que fue recibida con suspicacia cuando no crítica por parte de los partidos que conformaban la oposición.
Aparte del coste de la operación, dirigentes del PPCV, entre ellos su líder y ahora jefe del Consell, Carlos Mazón, afearon que Puig utilizara el edificio, rebautizado como Palau de les Comunicacions, para agasajar invitados en las 'mascletaes'. Por su parte, la secretaria general de la formación popular y entonces candidata a la Alcaldía de València, María José Catalá, se comprometía a reconvertir el edificio en un museo fallero de carácter innovador basado en el sistema 4D y la Inteligencia Artificial.
De hecho, este mismo mes se cumple un año de que Mazón y Catalá, poco después de ganar las elecciones autonómicas y locales de 2023 y ya al mando de la Generalitat y el Ayuntamiento de València respectivamente, tuvieran una reunión en la que exhibían un "objetivo compartido" de "abrir el edificio a la ciudadanía" y en impulsar "un proyecto de calidad, que se posicione a nivel nacional e internacional, y narre la historia de las Fallas de València, a través de las nuevas tecnologías y la digitalización".
Para ello, ambos dirigentes coincidían en trasladar "la estrecha relación de colaboración, lealtad y futuro entre la Generalitat y el Ayuntamiento" que harían posible que "muchos proyectos pendientes sean una realidad".
No obstante, más de un año después de aquella reunión que hacía presumir avances a los pocos meses, no se ha producido ninguna novedad pública respecto al proyecto del museo fallero anunciado. De la misma manera, tampoco se ha conocido plan alguno para el uso del recinto ni tampoco sobre una hipotética cesión del inmueble al Ayuntamiento por parte de la Generalitat, algo que también llegó a plantearse inicialmente pero para lo que no se ha producido ningún paso o, de estar produciéndose algún movimiento, se está llevando con absoluto sigilo por parte de ambas instituciones.
En este sentido, el único gesto público relacionado por el edificio de Correos fue el promovido por Mazón en las pasadas fallas, cuando impulsó un sorteo para regalar entradas para disfrutar de las 'mascletaes' desde los bacones del inmueble. Una manera de, tal y como dijo el presidente de la Generalitat, convertir el Palau de les Comunicacions en un "espacio participativo, abierto al público y para todos". "Todo el mundo tiene derecho a visitar este palacio que antes era para caviar y champán de los amigos del Consell", aseguró Mazón cuando anunció el citado sorteo de entradas, que además se ocupó de promover intensamente a través de las redes sociales.
Ahora bien, más allá de ese interesante movimiento táctico y con ciertos tintes populistas, lo cierto es que hasta el momento el edificio de Correos sólo se viene empleando en líneas generales para algunos actos de la Generalitat tal y como hacía el anterior jefe del Consell, Ximo Puig. Así, a Mazón se le ha visto por ejemplo utilizarlo para eventos como la presentación de la nueva imagen del Ivace o para el lanzamiento del Plan Simplifica.
Un balance demasiado exiguo hasta el momento para un edificio sobre el que se hicieron una serie de promesas que, un año después, todavía no se han materializado. Bien es cierto que el inmueble presenta unas peculiaridades que dificultan sus posibilidades de uso: en este sentido, cabe recordar que el Consell de Puig guardó temporalmente en el cajón un proyecto integral que hubiera supuesto un coste de unos 20 millones de euros aparte de lo invertido en la compra. Un plan que, quizá se hubiera replanteado si los socialistas hubieran continuado al frente de la Generalitat pero que, con el triunfo del PP, quedó en agua de borrajas.
Ahora deben ser los populares, tanto en Generalitat como en Ayuntamiento, los que deban poner sobre la mesa su proyecto integral para el edificio o, al menos, los que empiecen a dar pasos decididos y públicos sobre los compromisos adquiridos respecto al recinto, que más allá de su valor patrimonial, va camino de cumplir los tres años sin tener mayor uso que el de ser un salón de actos extremadamente caro.