Mattar retrata la historia de su padre y sus recuerdos de infancia entre la realidad y la ficción para liberar a su familia de este relato de culpabilizador que arrastra y dar paso a una nueva historia. A lo largo de un centenar de páginas, la autora se libera de la carga emocional y dramática de su propio relato a través de la memoria que alberga un solo objeto: un anillo de serpiente dorado que encuentra su abuela el 8 de mayo del 1945, el día que los Aliados de la Segunda Guerra Mundial aceptaron la rendición de la Alemania nazi.
Ese mismo día, el abuelo de Mattar acude a una casa en la que, en el recoveco de un sofá, encuentran el anillo que da nombre al cómic: “Yo había oído hablar mucho de este anillo de serpiente que mi abuela encuentra como un símbolo de esperanza de que se vienen tiempos mejores. Ella fue una mujer que tuvo que vivir una guerra y en un entorno rural. Lo que hago es trabajar desde esta anécdota familiar para indagar el papel de las mujeres durante y después de la guerra, y comprender la culpa que siente mi padre por ser alemán”, señala la autora.
Entre las páginas de El anillo de la serpiente, con sumo cuidado, hace un recorrido por todas sus historias familiares manteniendo el ritmo entre los pequeños detalles, la historia y las conversaciones con su padre junto al que, siguiendo la pista del anillo dorado, remienda la culpa que le persigue. Lo hace entre historias de emigración manchadas con sangre y alumbradas por un poco de amor, siempre a escondidas de los generales nazis.
Dibujando un mapa físico y conceptual entre las páginas, Mattar expone una mirada única sobre la Segunda Guerra Mundial a través de un hombre que se replantea su relato familiar junto a su hija, en respuesta a sus preguntas para dar forma a este proyecto. “Hablar de él mismo es hablar de nuestra historia, de lo que sucedía en Alemania en ese momento y de los miedos que asaltaban a sus padres. Todo esto se rodea de algunas pequeñas historias que mi padre tiene en mente, que mantienen el ritmo y señalan el recorrido de sus recuerdos”.
En un cómic entintado de azul, amarillo y gris, la historia refleja un mundo lleno de guerra y “sin nada de color”, y Mattar lo acentúa con tonalidades que le evocan a la nostalgia, con una paleta que le recuerda a la “carta de restaurante un poco descolorida”.
El proceso ha estado determinado también por el hecho de que la autora tenía que intentar hablar de la Segunda Guerra Mundial con su padre sin que él mismo se sintiera protagonista de un relato: “Trabajo con conversaciones, entrevistas y las historias que me cuenta mi padre. Ordeno todo esto y consigo generar un relato en el que, de alguna forma, su historia es lo que quiero acabar contando”, señala la autora.
Y añade: “Es una historia familiar aunque un tanto traumática, lo que me interesa es hablar de él como individuo, de lo que significa Alemania, y seguir su historia a través del anillo y algunas anécdotas que explican quienes somos”.