VALÈNCIA. Desde el 11 de marzo, el mundo fallero mira el desarrollo de la pandemia del coronavirus con especial atención: no sólo por su impacto emocional, social o económico, sino también porque de él depende la celebración de las Fallas en julio. Dependiendo de lo que digan las autoridades sanitarias un mes antes, el Ayuntamiento de València autorizará o no la fiesta josefina entre el 15 y el 19 de julio, tal y como se ha anunciado.
Por ello, el plan para la desescalada no es baladí: fija el horizonte con el que se va a llevar a cabo la relajación de las restricciones y puede dar una idea de la perspectiva con la que trabaja el Gobierno de España. En este sentido, el calendario anunciado este martes por el presidente, Pedro Sánchez, dejó la puerta entreabierta para que se pueda valorar la posibilidad de las fiestas en pleno verano. Así fue la oración de la esperanza: "A finales de junio estaríamos como país en una nueva normalidad si la epidemia está controlada". Concretamente, el día 22.
Las cuatro fases para la vuelta a esa "nueva normalidad" empezarán a aplicarse a partir del 4 de mayo y cada uno de los estadios se mantendrá, al menos, dos semanas -el tiempo de incubación del virus-, excepto el primero, que podría aplicarse sólo una. En definitiva, el período de transición durará en total entre seis y ocho semanas, dependiendo de la provincia. Cada etapa se superará, eso sí, si la provincia en cuestión cumple determinados factores en el desarrollo de la pandemia.
El Gobierno valenciano y concretamente la Conselleria de Sanidad ya trabaja con la convicción de que las tres provincias de València cumplirán con los requisitos exigidos por el Ministerio. Datos favorables como que las UCI están al 46% de ocupación animan a la esperanza. Y de esta manera, si la provincia de Valencia quema las cuatro fases en los tiempos previstos, acabaría el proceso a tiempo para plantearse la fiesta a mediados de julio.
Ahora bien, lo cierto es que la decisión se deberá tomar en un impás: a tan sólo una semana de que -si todo va bien- finalice la desescalada. El concejal de Fiestas, Carlos Galiana, y el alcalde, Joan Ribó, acordaron con el mundo fallero que la decisión se tomaría el 15 de junio. Aquí todavía no habrá concluido el proceso, por lo que la determinación última deberá tomarse en un momento complicado y singular: la provincia estará a punto de alcanzar la "nueva normalidad", pero quedarían cuatro semanas en las que las condiciones podrían cambiar. No sólo en Valencia, sino en sus provincias limítrofes y en el resto de España.
Lo que es evidente y asumido tanto por el equipo de gobierno como por las comisiones falleras y el tejido económico es que las fiestas, de acabar celebrándose, lo harán en un clima de incertidumbre e inestabilidad. La afluencia turística tanto nacional como internacional se antoja mucho menor pese a ser verano y, además, se prevé que muchas de las medidas de seguridad e higiénicas sigan vigentes, lo cual limitaría sobremanera buena parte de los actos: la ofrenda, las mascletàs, los castillos, y otros eventos multitudinarios. Se esperan así, de tener lugar, unas Fallas descafeinadas, 'light'.
"Será unas fallas para los falleros", augura uno de los miembros de una comisión de Especial. En primer lugar, por la presencia de menos gente foránea. Pero también porque el sentido de celebrar las Fallas en julio -además de intentar amortiguar el impacto económico de la crisis- es sentimental: que las comisiones puedan quemar sus monumento y despedir la fiesta lo más dignamente posible tras el duro golpe que supuso su suspensión en marzo.
Las últimas semanas han sido una procesión de interrogantes lanzados al gobierno municipal, especialmente al alcalde, quien ha repetido una y otra vez que la decisión se adoptará el 15 de junio, en función de la situación de entonces, por lo que ha evitado pronunciar sus opiniones al respecto. "Decir algo ahora sería precipitarse porque no sabemos cómo va a evolucionar la enfermedad", explicaban desde el Ayuntamiento.
Con todo, al primer edil se le escapó una duda al ser preguntado en una entrevista a este diario: "He de reconocer que la situación, en estos momentos...". Admitía así la complejidad del panorama y ponía en cuarentena la posibilidad de las Fallas en julio. Tanto es así que en una de sus intervenciones públicas, Ribó subrayó que las fiestas en verano son algo "posible" pero no "seguro". Huelga resaltar a este respecto que el consistorio ha estado rechazando la solicitud para fiestas y eventos que preveían tener lugar en otoño e incluso casi en Navidad para evitar contagios. Pero todo puede cambiar, y más con el calendario de Sánchez sobre la mesa.
Por el momento, Buñol ya ha cancelado por completo las Fallas este 2020, y otras localidades como Sueca, el Perelló, el Mareny, Carlet u Oliva han decidido aplazarlas hasta el puente de octubre, cuando la situación esté más clara. Precisamente el aplazamiento hasta octubre es una de las fechas viables señaladas por algunos altos dirigentes de la Generalitat Valenciana, que ya vieron en el anuncio del alcalde de València de mover las fiestas josefinas a julio si la pandemia lo permitía un movimiento precipitado.
Este ha sido un rumor que ha recobrado fuerza en las últimas semanas, especialmente tras conocer que la Tomatina de Buñol o que los Sanfermines de Pamplona tampoco se celebrarán. Con todo, lo único que ha aclarado el plan del Gobierno central para la desescalada es que la probabilidad de que en julio suenen trons de bac sigue cotizando.