El colectivo Duelo alza el vuelo con su primer cortometraje de ficción, 'Colombo'

VALÈNCIA. El colectivo audiovisual Duelo, conocido por sus proyectos en publicidad y videoclips, ha dado un paso al frente con su primera ficción. Se trata del cortometraje Colombo, que combina un enfoque estético único con una narrativa que explora las aspiraciones y los límites de la ambición humana.

“Queríamos contar algo que hablara de la ambición, de ese impulso de querer siempre más, pero también de los límites que existen y que no se pueden ignorar”, explican Jose Montolío y Aitor Rubio. Todo empezó con la inspiración del mito de Ícaro, que decidieron trasladar y adaptar ambientando la historia en el mundo de la colombofilia. Libertad, aspiración y volar les da la excusa perfecta para generar una película muda, pero en la que los símbolos hablan por sí solos.

Duelo como colectivo es quien firma la dirección. Han trasladado su manera de hacer a generar un proyecto de ficción: siempre pensando en común, con especializaciones, pero escribiendo a varias manos. Aunque ese proceso de escritura se ha demorado durante años, Colombo ha tomado su forma definitiva en los últimos meses, con un enfoque muy particular en lo visual, que es del mundo desde el que llegan. 

El rodaje, llevado a cabo en un molino vacío en un pueblo de Albacete, requirió un importante trabajo de dirección de arte para transformar el espacio en un escenario creíble: “Tuvimos que llevar absolutamente todo: los objetos, los decorados... Incluso mezclamos elementos de nuestras casas para crear ese ambiente único”.

El analógico, una constante en los trabajos de Duelo, también está presente aquí. En esta ocasión han rodado con cámaras Super 8 e incluso la marca Kodak ha destacado la producción en sus redes sociales. Pero, ¿qué aporta esa textura a la propia historia? Para Montolío y Rubio, la textura es una dimensión más de la narrativa: “La cámara que usamos tiene algo más rudo, más texturizado, que encaja perfectamente con lo que queríamos transmitir”.

Colombo prescinde de diálogos y se apoya en un diseño sonoro inmersivo, obra de Ignacio López, miembro también de Duelo. Así se cuenta la historia de un joven que transmite su desesperación por la libertad a las propias palomas con las que trabaja. Pronto se acaba difuminando la frontera entre el humano y el pájaro, pero la ambición y las aspiraciones también pueden ser peligrosas. 

Contar la historia sin diálogos y con una única pista de sonido que acompaña todo el cortometraje (que bien podía ser también una canción) traslada al corto al laboratorio de las ideas. Un paso natural para el colectivo por sus anteriores producciones, pero que precisamente irrumpiendo en la ficción sin cambiar su forma de trabajar, crean un experimento inédito: “Nos interesaba más la fuerza de las imágenes y los sonidos que una narración demasiado evidente. Queríamos que la historia fuera evocadora, que dejara espacio a quien la vea para completarla a su manera”.

Tras esta experiencia, ¿y ahora qué? Duelo no descarta seguir explorando la ficción cinematográfica, aunque reconocen que su estilo se nutre de su bagaje en proyectos como videoclips y publicidad: "Se necesita mucho tiempo y mucho dinero. Nos encantaría poder seguir haciendo proyectos como este, pero no es de lo que se nutre el colectivo en el día a día".