VALÈNCIA. El confinamiento decretado por el Gobierno central con motivo de la propagación de la pandemia de coronavirus está repercutiendo en muchos ámbitos de nuestro día a día. No sólo en cuanto a la contaminación atmosférica o acústica, la utilización del teléfono o el gasto electricidad. También en cuanto al consumo de agua, cuya reducción se deja notar especialmente en los núcleos de población más importantes. Por ejemplo, en la ciudad de València y su área metropolitana.
Tanto es así que los registros recogen una bajada en el consumo del agua del grifo hasta un 13% en algunas jornadas. Hasta el día 13 de marzo, cuando se decretó el estado de alarma, el consumo de agua se había mantenido ligeramente por encima que en las mismas fechas del año pasado, según datos de la Entidad Metropolitana de Servicios Hidráulicos (Emshi). La comparación, realizada siempre respecto a los patrones semanales con carácter interanual, muestra como más tarde, el bajón fue considerable, registrándose valores notablemente inferiores a los registrados en las mismas fechas de 2019.
Así, por ejemplo, el martes 17 de marzo se gastó un 10% menos que el año anterior ese martes, el martes de la semana fallera en el cap i casal. Pero la supresión de las Fallas no fue un motivo suficiente para este descenso tan acusado, puesto que en fechas posteriores a esta semana se registraron bajadas todavía mayores. El viernes 27, sin ir más lejos, se consumió un 11% menos de agua, y el martes 31, un 13% menos. El descenso acumulado desde que se decretó el confinamiento es de un 6,2%.
Son datos recogidos por la Emshi basados en los niveles de agua potabilizados para su consumo. De estos datos también se pudo extraer, por ejemplo, el efecto que tienen los aplausos en los balcones dirigidos a poner en valor el trabajo de los sanitarios. Así, según hizo público la concejalía de Ciclo Integral del Agua que dirige Elisa Valía, desde que se ha cogido este hábito entre la ciudadanía, los niveles de consumo a las ocho de la tarde, disminuyen de manera muy visual. De los 1.900 litros por segundo a unos 1.700, una caída en ese momento puntual de casi un 11%.
Así, desde la concejalía se tiene un control en directo de todos los niveles del agua tratada en las instalaciones municipales. "En los últimos años se han hecho muchísimos esfuerzos por digitalizar la red", explica Valía, hasta el punto de que la de València es la única de Europa en la que se ha implantado por completo la telelectura: "Ahora mismo podemos controlar a tiempo real lo que ocurre en toda la red, lo que nos permite ir variando los valores conforme cambian las circunstancias".
Así, el equipo encargado trabaja con modelos de previsión de la demanda, lo que permite ajustar el caudal y la presión con la que se dirige el agua hacia todos los puntos de demanda: hogares, establecimientos hosteleros y todo tipo de espacios. Un modo de organización que permite la reprogramación constante. Además, ahora se están instalando caudalímetros en todas las obras que se están acometiendo en la red para poder tener "un control absoluto de todos los puntos" y poder conocer a tiempo real el consumo por sectores de la ciudad.
Para reducir al máximo las posibilidades de contagio entre los empleados de la concejalía, especialmente de los técnicos, se han adoptado medidas especiales, si bien es cierto que, por ejemplo, desde 2015 los operarios reciben las órdenes de manera telemática, lo que ya de por sí evita un mayor contacto entre ellos. Pero además, estos días sólo están en el centro de control -desde donde se controlan a tiempo real los niveles y valores de las distintas instalaciones- los trabajadores imprescindibles.
En cuanto al tratamiento de las aguas residuales, las precauciones deben ser especialmente cuidadosas. "El agua no es un vector de contagio, pero cuando hablamos de aguas residuales, sí pueden serlo", asegura Valía. Aquellos trabajadores que se dedican a hacer analíticas, sólo pasan por el laboratorio para hacer el estricto estudio presencial, el resto de labores se hacen en casa mediante teletrabajo.
Por otro lado, en cuanto a los operarios que se dedican al abastecimiento, se están manteniendo unos turnos estables para evitar que, si hay algún contagio en un turno, se pueda trasladar a otro turno. De esta manera, en los trabajos de abastecimiento, los equipos son de hasta dos personas, y funcionan en turnos de 7 días: una semana se trabaja, una semana se descansa. "La intención es evitar que la baja de demasiadas personas nos deje en mínimos", explica Valía al respecto.