Si hace una semana se celebró el Debate de política general en Les Corts para dirimir los asuntos de nuestra infrafinanciada autonomía, esta semana tuvimos el Debate sobre el estado de la ciudad. Parecía una iniciativa más del gobierno municipal para vender su gestión pero un asunto como el IBI en los comercios ha caldeado el ambiente
El debate sobre el estado de la ciudad tras unas merecidas vacaciones y una remodelación por la marcha de Joan Calabuig como líder de los socialistas en el Ayuntamiento de Valencia, ha puesto de manifiesto –de manera pública y notoria– las tensiones entre los componentes del tripartito municipal. Vamos a recordar como es la composición exacta del pleno y después de la junta de gobierno. Los números globales que arrojaron las elecciones municipales fueron los siguientes: PP 10 concejales; Compromís 9; Ciudadanos 6; PSPV-PSOE 5 y Valencia en Comú 3. A día de hoy y tras el linchamiento –sobre todo por el fuego amigo– a la ex alcaldesa, seguro que si preguntamos por la calle, pocos recordarían o creerían que el Partido Popular ganó las elecciones en número de votos y de concejales. Es necesario matizar que de los 10 concejales populares, hay 9 en un limbo jurídico que puede acabar en dimisión conjunta, serían sustituidos por el resto de candidatos que iban en la papeleta.
Ahora es cuando algún avezado lector piensa: “no gana el que más votos tiene sino el que consigue los apoyos necesarios para gobernar”, argumento especialmente manido en la política nacional. Al margen de que la elección en los ayuntamientos funciona de manera distinta a las Cortes Generales, ganar lo que se dice ganar la contienda electoral, la ganó el PP. Otra cosa es que no lograran acuerdos de gobierno. Algo que sí lograron la segunda, cuarta y quinta fuerza política formando así un tripartito –término de infausto recuerdo en la política patria– que rige los destinos del Cap i Casal. Llegados a este punto, es bueno recordar que muchos dijimos que este tipo de alianzas las carga el diablo, pues la política queda supeditada a las disputas internas y en este caso se dan algunos agravantes. Por un lado, el partido que lidera el pacto –Compromís– es una coalición de partidos y sensibilidades distintas y por otro, el socio minoritario –Valencia en Comú– es un partido de reciente creación, una formación joven e inexperta en asuntos de gestión pública, que ya cuenta en su haber con un presunto fraude en la votación para elegir a sus representantes a nivel interno.
Ante este panorama, parece que sólo el PSPV-PSOE ofrece una imagen más profesional, más centrada en la gestión, un equipo con mayor experiencia en la vida pública aunque (hasta hace unas semanas) carente de liderazgo, de una cara visible que sirviera de referencia para la ciudadanía hasta que llegó la gran esperanza roja (por el color corporativo). La número dos en las listas electorales, Sandra Gómez, sustituyó a Calabuig y no dejó que el alcalde moviera la silla, es decir, las competencias de cada concejalía. Y ahí comenzó el partido tal y como hábilmente tituló Marta Gozalbo.
Pero en estos días, la tensión ha ido en aumento y la diferencia de criterio sobre mantener la subida del 40% del IBI a los comercios que tengan un valor catastral de 250.000€ [defendida por Compromís y Valencia en Comú] o aumentar esa valoración hasta los 350.000€, salvando así de esa subida del impuesto a unas 300 tiendas [propuesta que defiende el grupo socialista tras reunirse con las asociaciones de comerciantes] pone en serio peligro la estabilidad del Govern de la Nau, nave que esta semana podría encallar.
El próximo jueves 29 de septiembre se votará en el pleno esta medida, si el grupo que lidera con firmeza la primera teniente de alcalde, Sandra Gómez –PSOE-, decide mantener su postura de la última junta de gobierno, por primera vez romperían la unidad de voto con sus socios de gobierno. No tengo esperanza en que esto suceda, pero creo sinceramente que lanzarían un mensaje muy positivo a la ciudadanía. En el fondo porque es justo acercar posturas con una demanda respaldada por CECOVAL –pese a que la demanda de la patronal era más ambiciosa y colocaba el listón en comercios que su valor catastral fuera de un millón de euros–; y en la forma porque se empezaría a visibilizar un PSOE con voz propia en Valencia, pese a gestionar áreas fundamentales de manera silenciosa.
Quizá a los miembros del grupo municipal socialista les venga bien una jornada como la que organizan ACOP, la UCV y AVAPOL el próximo viernes y que lleva por título ‘La comunicación política en tiempos revueltos’, porque no pueden negar que los pactos no son fáciles y los gobiernos multicolor requieren de mucha paciencia y algo de estómago.
En cualquier caso, vivimos tiempos apasionantes para todos los que de una u otra forma nos dedicamos a la comunicación política, bien desde dentro de los partidos o como analistas externos. La duda ahora es, si este IBIpartito puede dañar seriamente el pacto de gobierno en la tercera capital de España.