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VALÈNCIA. ¿Es de València?¿De la década de los 70?¿Tiene bigote? No estamos jugando a Quién es quién, pero casi. La fanzinoteca del IVAM avanza en su -arduo- proceso de catalogación de los miles de ejemplares donados por el experto en cómic Álvaro Pons, una colección que pasa a formar parte de sus fondos y que supone la puesta en marcha de uno de los proyectos de divulgación más potentes de Europa en relación a este tipo de publicaciones. Pero para completar esta ecuación hace falta un nombre más: Eduardo Guillén. El historiador del Arte, que actualmente se está formando como teórico del cómic, es el encargado de poner en orden una colección que, por su propio espíritu, da pocas pistas de dónde, cuándo o cómo nace. Tampoco sabemos si tiene bigote. "No hay registros. Estamos catalogando algo que tiene alma underground, que se ve fuera del sistema. Además, sobre todo los primeros, eran impresos de mala manera, fotocopiados o mecanografiados. Se trataba de algo efímero, que no estaba pensado para conservarse", explica Guillén, encargado de liderar un silencioso pero necesario trabajo que resultará en un auténtico templo para los amantes del formato.
Actualmente la fanzinoteca del IVAM encara la última etapa de un proceso de catalogación que se acerca a los tres cuartos del total y que apunta a una apertura en 2020, momento en el que los ejemplares estarán disponibles para su consulta. Este es el objetivo, pero para alcanzar la meta hay que hablar del proceso. La gran parte de los ejemplares no cuentan con ISBN -código identificador de libros-, están sin firmar o firmados con pseudónimo o no especifican la fecha de publicación. En días de suerte, solo se da uno de los tres problemas. Y es que el camino que se está transitando desde el museo es nuevo, un trabajo capitaneado por Guillén, quien, ante el déficit de bases de datos -con pocos ejemplos, como pudiera ser Tebeosfera- a las que recurrir, ha encontrado en el contacto directo con los autores o especialistas del medio su principal fuente de información. “Es divertido porque hay autores a los que le choca mucho que estemos catalogándolos”. Y así con cada uno de los aproximadamente 4.000 números donados por Pons. El fin, claro, bien merece el esfuerzo. “Es la primera fanzinoteca en España centrada en cómic e ilustración. Sin haber abierto, solo con la donación de Álvaro Pons ya es una de las más completas que hay”, recalca Guillén sobre un proyecto que, ciertamente, será clave a la hora de completar el mapa del fanzine, tanto nacional como internacional.
"Ahora hay gente que, con una carrera sólida, hace fanzines, pero en un principio era el medio de muchos autores para empezar a trabajar. Es el origen de autores como Micharmut, Sento Llobell…”. Y aquí un alto en el camino. Es Ademuz Km. 6 una de las joyas de la colección del IVAM, al tratarse del fanzine valenciano más antiguo de la colección, fechado en 1975. “Estamos hablando del primer fanzine valenciano de cómic, una obra que encuadra perfectamente en el espíritu de los 70. Era algo que se hacía bajo mano, hay que tener en cuenta que no se permitían ese tipo de publicaciones”. Pero no es la única joya de la colección, que suma también el número cero de TMEO, que luego evolucionó en revista; Nosotros somos los muertos, de Max, y de la americana Zap Comix (1968), capitaneado por Robert Crumb y considerado uno de los primeros de la generación underground. "Hoy es fácil encontrar alguna reimpresión, pero el ejemplar que tenemos es original y en buen estado. Precisamente una de las limitaciones de la autoedición es que las tiradas son muy pequeñas. Hay casos en los que tengo un fanzine de una tirada de doce ejemplares”, explica Guillén.
Pero no solo de clásicos se compone la colección. Eventos como el festival de autoedición Tenderete o las Jornadas del Cómic siguen nutriendo los fondos de la fanzinoteca con nuevos ejemplares y firmas que completan el mapa del fanzine, con autores como Begoña García Allen o Roberta Vázquez. Esta última, de hecho, firma el más reciente, Mugre debajo del sofá, publicado en enero. “Fue divertido porque cuando vio que me lo iba a llevar para la fanzinoteca me enseñó la última página, en la que ponía la fecha y ciudad, ¡poco a poco se va avanzando! [ríe]”. Esto, que puede resultar anecdótico, en realidad es muestra de la evolución de cómo se entiende el formato tanto socialmente como por los propios autores, que ahora viven en una estructura que cuenta con eventos, como los mencionados Tenderete o las Jornadas de Cómic, e instituciones que integran estos géneros y formatos en circuitos oficiales.
“Tanto Álvaro Pons como otros expertos tenían una espinita: ¿cómo puede haber sido València cuna de tebeo y no tuviéramos un espacio en condiciones? Ahora tenemos Jornadas del Cómic en Tapinería, Splash en Sagunto, la Héroes Cómic Con, Tenderete, etc. Grandes museos como el IVAM, el MuVIM o el Museu de Prehistòria que han apostado por exposiciones vinculadas al cómic. Se ha consolidado un respeto a la cultura del cómic, ya no se entiende como algo menor, como una cosa para niños”, expresa Eduardo Guillén. “Si Maus, la obra de Robert Crumb o de Frank Miller es para niños, que baje dios y o vea”. Amén.
El avance en la catalogación de los fanzines también está empezando a dibujar algunas de las líneas que definen la colección, un recorrido que, aunque pone el acento en la creación valenciana, cuenta con títulos de todas las comunidades autónomas, así como de países como Estados Unidos, Francia, República Checa o México. Desde el punto de vista del contenido, Guillén destaca el fanzine artístico y el underground como los más representados aunque, apunta, casi todos caben en más de un etiqueta. “Es abrumador”, expresa Eduardo Guillén en un momento de la conversación, en el que refleja el mimo con el que se enfrenta a un tarea que no es poca cosa, pues los ejemplares son tan ricos e interesantes como frágiles, motivo por el que no serán objeto de préstamo. Si la apertura de la fanzinoteca se fija en 2020, el siguiente paso a dar está claro: incluir más donaciones en una colección que ambiciona ser referente en la divulgación y conservación de fanzines. Y estas no tardarán en llegar. “Ya hay lista de espera”, afirma Guillén. La misión continúa.