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tribuna libre / OPINIÓN

El nuevo mundo post coronavirus

15/03/2020 - 

VALÈNCIA. Es sorprendente cómo se ha frenado drásticamente el coronavirus en un país de 1.400 millones de habitantes como China y también en Corea del Sur o Japón, mientras las cifras se disparan en Italia, España, Francia, Alemania y Estados Unidos. A muchos les parece el resultado lógico por el gran esfuerzo del gigante asiático, pero cuesta de creer. Otros se preguntan cómo es que la crisis apenas ha afectado a estados vecinos de China como Rusia, India, Mongolia, los ‘stán’, Tailandia, Birmania, Vietnam, Laos, Nepal, Bután… y otras potencias como Turquía. Tampoco es fácil encontrar una explicación convincente para ello.

El miércoles 11 de marzo salgo de casa para llevar a los niños al colegio. Abro el ascensor y pulso el cero. Cinco minutos antes un portador ha tosido profusamente frente a la puerta. Si aún no soy transmisor, me contagio. Salimos al patio del edificio. Le cojo la cara al pequeño y le limpió los mocos con un kleenex. Le transmito el virus. En la calle no brilla la luz habitual de las 8:45. Humedad, niebla y un aire apocalíptico. Llegamos al cole del mayor. Nos besa. Juguetea con su hermano. Ríen, ajenos a que el virus lo tienen ahora los dos. Entran en el centro escolar. El mayor y el virus. Ahora es transmisor. Dicen que tal vez no lo contagia quien no tiene síntomas. Quizás. Seguimos hasta la guardería. Aparco el carro que he conducido con mis manos infectadas. Durante el día otros padres lo apartarán para mover los suyos. Y se contagiarán. Y si no es así, mañana se lo transmitirá su hijo, que ha jugado con el mío todo el día.

Vuelvo a casa. Impregno el ascensor con más virus. Muchos de mis vecinos son ancianos, población de riesgo. Me quito la chaqueta, me lavo las manos. Contad que durante días no sabré que soy portador. Tal vez nunca. Y multiplicad este caso por otras muchas situaciones y millones de ciudadanos. Parece imparable. Muchos epidemiólogos hablan de un iceberg, de que apenas ha emergido un pequeño porcentaje de casos. Y parece obvio que es así. ¿Agua y jabón? ¿Un metro de distancia? ¿Y si no es tan contagioso? Confiemos en ello. Si lo es, ya lo debemos tener muchos. ¿Nos atrevemos con la gran pregunta? ¿Cuántos contagiados saldrían si se realizara el test a los cinco millones de valencianos?

Una familia lleva máscaras en Nepal. Foto: Skanda Gautam/EP

Angela Merkel ya ha afirmado que, según los expertos, podría llegar a infectarse entre el 60% y el 70% de los alemanes. Boris Jonhson y sus asesores científicos lo dan por hecho y centrarán sus esfuerzos en la población de riesgo, estimando que esto es menos malo que poner a prueba la resistencia del país en un proceso que se aventura largo. Asumen que es un poco más que una gripe, pero sin vacuna ni antivirales. Aún. ¿O sí que los hay? Maduro dice que tiene la cura. Lo cierto es que ese medicamento cubano al que hace alusión se ha usado en China; parece que con éxito. Más preguntas espinosas: ¿se está compartiendo todo lo que se sabe?

Vayamos a un escenario optimista, en todo caso. Que nadie nos acuse de apocalípticos. Se ha conseguido frenar la curva y se han reducido contagios y decesos. ¿Cuánto tiempo hará falta para ‘volver a la normalidad’? ¿Cuánto para garantizar que no se relaja la emergencia y regresan los contagios? Tiempo habrá de calcular, a nivel global, el estrés postraumático de la enfermedad. Y sobre todo el coste social y económico. De momento ni siquiera sabemos, poniéndonos en lo mejor,  qué debe pasar para afirmar que se acabó la crisis sanitaria. ¿Cuándo podríamos volver a ‘la normalidad’, salir del estado de alarma?

Tal vez nunca volvamos a esa ‘normalidad’, como la conocemos. Es como si se te muere un padre siendo joven. Te pasas años convenciéndote de que ya se te pasará. Y un día asumes que debes aprender a convivir con esa ausencia terrible. Que no se pasa. Nunca. Que vivir es encajar golpes que le dan un giro copérnicano a cualquier cosa que pudieras esperar.

El prsidente de Estados Unidos, Donald Trump, anuncia el estado de emergencia en el país. Foto: Stefani Reynolds/CNPMuchos afirman que ya es casualidad que en plena guerra comercial, un virus surgido en China acabe azotando la sala de máquinas de la economía europea post Brexit y a los Estados Unidos. Quizás Trump se esté haciendo las mismas preguntas que nosotros. Preguntas que quedarán sin respuesta durante décadas, porque, en este mundo globalizado e intercomunicado, independientemente de lo que ha sucedido, lo realmente importante es lo que parece que ha sucedido, lo que la gente cree que ha sucedido. El tablero lo han llenado de complejidad la globalización y las redes sociales.

Jamás sabremos toda la verdad, pero sea cual sea, el final de todo esto parece previsible: los States pierden la guerra comercial. Y pierden, si no lo habían hecho ya, su rol como eje central de la economía global. El nuevo mundo, surgido de la crisis del coronavirus, tendrá otras coordenadas y estará dominado por otras potencias. No vislumbramos ahora cómo de doloroso será el parto, pero todos lo son. Quizá alguna de las potencias vencedoras ha creído que cambiar la geopolítica planetaria era la única esperanza para salvar la Tierra. Pero esto ya parecería un cuento de hadas. Me disculparán la disgresión. Estas y todas las anteriores. Soy novelista. En esencia es lo que soy. Y me gusta inventar historias.

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