Terminados los cierres perimetrales de las comunidades autónomas, retomamos la ilusión por viajar
El primer viaje. Parecía que nunca iba a llegar, pero el día soñado por muchos, está a la vuelta de la esquina. Este mismo domingo, la Comunitat Valenciana levantará el cierre perimetral y también lo hará Castilla La Mancha, el primer lugar al que nos dirigiremos. La emoción es real, por fin se ve el principio del fin de esta pesadilla.
Ponemos destino a Sigüenza, una pequeña ciudad castellana que es toda una oda al urbanismo, porque aquí, en lugar de superponer ciudades de diferentes estilos, conservaron su pasado medieval, creciendo a lo largo sobre una colina. Renacentista, barroca, neoclásica... Sigüenza es todas ellas en una sola. Llegó a ser cuna del veraneo, que cada periodo estival, atraía a personajes de la talla de Ortega y Gasset. El ferrocarril también marcó su devenir como ciudad serrana de gran importancia.
Es cómoda para pasearla, como en un viaje por el tiempo, desde lo alto de la colina donde se asienta su castillo (hoy Parador), hasta el parque neoclásico de La Alameda. Historietas de obispos y donceles, de los felices años 20, de su prosperidad... Te podríamos contar todas, pero el que mejor lo hace es Jorge Sopeña, un guía turístico de esos con los que te pasarías horas recorriendo la ciudad.
La ciudad está viviendo un cambio generacional. En lugar de competir unos con otros, han arrimado el hombro para coincidir en objetivos, generar riqueza en el campo y al fin y al cabo, ser felices apostando por la sostenibilidad en clave local. Hay proyectos muy interesantes como el de Quesos Seguntino, una quesería artesanal que arrancó su labor en plena pandemia. Siempre habían tenido en la cabeza lanzarse a producirlos y el parón que vivimos, hizo que se pusieran con ello. Por el momento tienen cuatro variedades, semi curado, semi curado al pimentón, curado y curado en aceite, que elaboran con leche de oveja y se pueden comprar en varios puntos de la ciudad.
Pero sin duda, una de las estrellas que más brilla en el panorama gastronómico seguntino, es Molino de Alcuneza. Este hotel boutique de la asociación Relais & Châteaux, se ha convertido en punta de lanza del devenir turístico de la ciudad. Tras este coqueto espacio se encuentran Blanca y Samuel Moreno. A principios de los 90, los padres de estos hermanos compraron la casa que contenía el molino harinero que dio sentido a todo. “Mi padre quería comprarse una casa de piedra en el campo y venirse a vivir aquí. Vio esta y se enamoró de ella. La casa se les hizo más grande de lo que pensaban, más teniendo en cuenta que Samuel y yo nos íbamos a estudiar fuera”, nos cuenta Blanca. “En aquel momento decidieron hacer un bed&breakfast, que poco a poco fue pasando por casa rural y hostal, hasta llegar a ser lo que somos hoy.”
Blanca se formó en Dirección de Empresas Hosteleras y sumillería, mientras que Samuel estudió hostelería y pasó por grandes casas, de La Broche a Can Bosc, pasando por el Celler de Can Roca. Tomaron el relevo a sus padres y ambos asumieron las riendas del negocio familiar y lo elevaron a lo más alto, convirtiéndolo en todo un referente, tanto hotelero, como gastronómico. Lo que allí esperan son 17 habitaciones, repartidas por dos edificios -uno de ellos como ampliación al proyecto primigenio- cada una diferente, pero todas confortables, con camas mullidas y vistas a los jardines o la montaña.
Además suman un spa con hammam, sauna, chorros y sala de relajación, entre otros. Eso en el interior, porque el exterior está plagado de jardines donde el relax te invade con el murmullo del agua y una piscina exterior para disfrutar del buen tiempo.
La cocina ha sido otro de sus logros. En manos de Samuel, arrancó con una oferta de menú degustación que en poco tiempo, concretamente en 2019, se vio revalidada con su primera estrella Michelin. La cocina serrana y por ende manchega, en esta casa alcanza niveles insospechados. Al igual que comentábamos con proyectos como el de la quesería, con la que también trabajan, apuestan por una economía circular y por nutrirse de materia prima de productores locales. Embutidos, legumbres, carne de caza, setas... y el pan, que se convirtió rápidamente en el eje de la propuesta.
Qué importante es el pan en un restaurante, ¿verdad? Aquí velan por ese pasado de molino harinero que tuvo el lugar, recuperando trigos antiguos y utilizando harinas ecológicas en creaciones que acompañan la comida, la cena y hasta el desayuno en Molino de Alcuneza. De espelta, de trigo negrillo, de cerveza... La oferta es apabullante.
Tal y como lo son los platos que van desfilando por la mesa. Desde una soberbia sopa de ajo negro de las Pedroñeras, concebida casi como si fuese un ramen japonés, hasta unas mojellas de lechal con setas de cardo al ajillo, pasando por genialidades como la careta de cerdo con salsa brava suave y carabineros o cordero local al estilo moruno. Y de beber, cervezas de Guadalajara como Vulturis y Arriaca y vinos nacionales, muchos de ello incluso de cercanía como los Calatayud, Campo de Borja o Altura de Guadalajara.
El primer viaje siempre es especial y este, seguro que no se olvida.