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tribuna libre / OPINIÓN

El profesional español frente al norteamericano

15/04/2022 - 

Hay muchísimas personas que salen de la universidad con un título, empiezan a trabajar, aumentan su experiencia profesional, siguen cumpliendo años y teniendo un buen desarrollo profesional... pero continúan arrastrando un grave problema en su formación: ¡no saben hablar en público!, algo tan esencial como saber leer y escribir.

Así se comprueba cuando se acude a un encuentro o congreso internacional. Además de verlo yo, me lo han confirmado en numerosas ocasiones los alumnos de mis cursos de Oratoria.

Cuando un norteamericano pronuncia su ponencia o su conferencia, todos coinciden en que ¡da gusto escucharle! ¡Qué bien comunica!

Comienza con un buen inicio, con imaginación y creatividad, habla con claridad, expone con orden, conecta con el público, mira a las personas que le escuchan, sabe estar en el escenario, controla bien su cuerpo, su voz y sus gestos, resalta las ideas más importantes, utiliza de modo adecuado las herramientas de apoyo (Power Point, vídeos...), sabe incluir, si es conveniente, un toque de humor, una pequeña broma, tal vez un ligero sarcasmo, mantiene la atención del público, hace un final efectista y efectivo y los treinta minutos de su intervención se pasan sin darnos cuenta.

Tremendo contraste

En cambio, cuando le toca el turno de exponer al profesional español en ese mismo encuentro o congreso internacional, el contraste, muchas veces, es tremendo.

Titubea, se nota que no ha cuidado la forma de empezar, da la espalda al público, se muestra nervioso, se nota que está incómodo, que no está disfrutando con su intervención. Su voz no llega bien al público porque habla de forma monótona, con voz débil y entrecortando sus ideas, repitiendo muletillas (¿vale?, eeeh…, bien, ¿de acuerdo?, es decir…), no sabe qué hacer con sus manos; por tanto, se cruza de brazos o se las mete en los bolsillos, algunas ideas no quedan claras, transmite desorden en el contenido de su ponencia, en ocasiones se limita a leer los textos que van apareciendo en la pantalla, su Power Point es infumable, con pantallas llenas de textos con letra pequeña, casi ilegible desde la cuarta fila, con cuadros atiborrados de cifras y más cifras que nadie retiene y el final de su ponencia es abrupto, seco, casi pidiendo perdón por haber hablado, mirando al suelo y con unas tremendas ganas de terminar y salir del escenario. Lo ha pasado fatal. Y nosotros también.

Por supuesto que no siempre es así. ¡Faltaría más! Pero, por desgracia, mis ojos han contemplado en no pocas ocasiones actuaciones similares, o incluso peores, de destacados profesionales españoles. Y no pocos médicos, ingenieros, economistas y empresarios españoles me han confirmado que esto lo han visto, avergonzados, en algunos foros internacionales.

El español no ha abierto la boca

Y el problema, de raíz, siempre es el mismo: al profesional estadounidense le han enseñado a hablar en público desde los seis años y ha practicado hasta el final de sus estudios universitarios. Lo llevan en su ADN. En cambio, al español medio nunca le han enseñado y ha pasado toda su vida estudiantil, de los seis a los veintidós o veintitrés años, sacando incluso muy buenas notas ¡y sin haber abierto nunca la boca para expresar sus ideas en clase! Así, claro, llega al mundo profesional cohibido e inseguro hasta para hablar en una simple reunión de trabajo.

Por eso, no me canso de repetir a quien quiera escucharme, o leerme, que ese es un importante problema que lastra gravemente el nivel profesional de muchísimos españoles y que nunca es tarde para ponerle remedio.

Lo peor es ignorar o negar el problema porque, entonces, se sigue en esa misma actitud pasiva sin ser conscientes de lo que podrían mejorar si aprendieran de verdad a hablar en público.

Paco Grau es periodista y profesor de Oratoria en 'hablarenpubli.co'

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