El economista jefe de Standish (BNY Mellon) analiza el resultado electoral de los comicios italianos celebrados ayer domingo, que abren la puerta de par en par a la inestabilidad
MADRID. Que el resultado de las elecciones sea un Gobierno dividido es algo habitual en la historia de Italia pero, además, sigue la tendencia que hemos visto en toda Europa de una mayor fragmentación política y largos periodos de incertidumbre en las más altas esferas de los gobiernos nacionales. La principal tarea de los líderes políticos es liderar (en este caso, formar una coalición de gobierno), ya que la incertidumbre daña la inversión nacional y ahuyenta a los inversores extranjeros.
Una vez formado, el nuevo Gobierno tendrá que modular las expectativas de los ciudadanos con respecto a las rebajas fiscales y el aumento de las subvenciones, puesto que el cumplimiento de las exageradas promesas realizadas por los grandes partidos durante la campaña electoral comprometería aún más la difícil posición fiscal del país. El nuevo gobierno también tendrá que reiterar ante las autoridades europeas su compromiso con la reforma del sector bancario.
La triste realidad es que, en la práctica, todo sigue igual, ya que los ciudadanos están acostumbrados a las promesas incumplidas, los inversores internacionales nunca saben muy bien qué planes tiene el gobierno del país transalpino y las autoridades europeas desconfían de sus socios italianos. Los líderes políticos italianos no deberían interpretar como signo de aprobación un posible rally de los mercados financieros, aliviados de que el resultado no haya sido aún peor.
No obstante, y pese al tono que se ha mantenido durante la campaña electoral, el resultado pone de manifiesto que los italianos son conscientes del importante beneficio neto que supone seguir formando parte de la Eurozona.
Vincent Reinhart es economista jefe de Standish (BNY Mellon)
La historia muestra que el Gobierno italiano permanece de media en el poder menos de dos años como ha ocurrido desde la Segunda Guerra Mundial
Todavía no hay nada claro en las elecciones italianas, y el hueco que deja Mattarella parece difícil de llenar, mientras los mercados no las pierden de vista