Lo más habitual cuando se echa la vista al pasado es buscar munición para el presente. Eso acaba simplificando la Historia, cuando no convirtiéndola en una caricatura. Sin embargo, una obra académica, Historia de la tolerancia en España se ha propuesto partir de un concepto contemporáneo, como es el de la tolerancia, ir buscándolo en los episodios de la historia de este país, marcada por la represión de la Inquisición, el catolicismo integrista del XIX y el nacionalcatolicismo del XX
VALÈNCIA. Con tres guerras civiles en el siglo XIX y la madre de todas las guerras, también civil, en el siglo XX, todas ellas con un papel clave del integrismo católico, con boina roja de carlistas o de la mano del fascismo después, sería difícil explicar que esos dos siglos en España son los buenos, en los que por fin se acabó la Inquisición, esto es, con la intolerancia. En este simpático rincón del mundo el arte de la imposición ha tenido un papel fundamental en la historia del país y su situación actual. Por eso me ha llamado la atención un libro que no analizaba ese fenómeno, sino el contrario. Si en 1979 Italo Mereu publicó su Historia de la intolerancia en Europa (Paidós, 2003) este año ha aparecido Historia de la tolerancia en España (Cátedra, 2021)
En la presentación de esta obra colectiva, el historiador de la Universidad de València, Ricardo García Cárcel, y Eliseo Serrano Martín, de la de Zaragoza, explican que, efectivamente, a lo largo de la historia se le ha prestado más atención a la intolerancia que a la tolerancia. Se han celebrado multitud de congresos sobre intolerancia entendida como "convicción invencible de tener el monopolio de la verdad absoluta además con la obligación de implantarla a todos", según Italo Mereu, mientras que la tolerancia ha tenido "mala prensa en España".
Aquí es un concepto de primer orden para entender el pasado. La Inquisición marcó la vida del país durante siglos y fue uno de los objetivos fundamentales a abatir de los primeros liberales e ilustrados nacionales. No obstante, en el siglo XX, en el periodo de mayor desarrollo de la democracia y los derechos fundamentales, en España se imponía el nacionalcatolicismo que tenía los mismos mimbres que el Santo Oficio, aunque estuviese actualizado. No obstante, en esta obra se subraya que la Inquisición no era algo consustancial a España. Fue una creación romana que donde mayor difusión tuvo fue en Francia y se extendió por toda Europa menos por Gran Bretaña, Escandinavia y Castilla, que fueron las tres únicas áreas que se mantuvieron al margen. Al final, cuando Sixto IV emitió su bula en 1478 creando la Inquisición española, ya llevaba tres siglos funcionando fuera.
Por diversas cuestiones geoestratégicas, la Inquisición española ha sido la más célebre de todas y la más popular. Lo que no quita que a su vez también se desarrollase una fuerza de oposición a ella igualmente reseñable:
"Pero sin cuestionar la evidencia de la España negra, quisiéramos resaltar que, paralelamente al ejercicio de la intolerancia entre perseguidores y víctimas, en la sociedad española existió un pensamiento alternativo que reivindicaba la tolerancia o cuando menos postulaba superar la confrontación, buscar alternativas a la represión"
Lo que marca el devenir de la historia son las expulsiones de los judíos en 1942 y de los moriscos en 1609. Si bien anteriormente hay episodios en Castilla, o el protagonizado en Aragón por Jaume I con el papa Clemente IV, de protección y respeto a los hebreos, esas dos fechas conforman el pilar intolerante sobre el que se trataría de construir un modelo de nacionalidad española católico. De hecho, sigue la obra, "muchos europeos, particularmente del norte, pero también italianos, atribuían este fenómeno a la crueldad y el fanatismo que creían inherentes al carácter nacional español". En contraposición, la obra indica múltiples episodios en los que la vida diaria no mostraba esa ruptura entre estas comunidades como la que desencadenó la política. Muchos de esos ejemplos se podían encontrar, precisamente, en los archivos de la Inquisición:
"La otra forma de tolerancia que el tribunal se afanó en eliminar se refería a ciertos tipos de interacción cotidiana entre cristianos tradicionales y sus vecinos judíos o criptojudíos. La documentación inquisitorial de estas fases tempranas proporciona abundantes evidencias de la existencia de relaciones bastante cordiales entre cristianos viejos y conversos e incluso judíos en lo relativo tanto a aspectos doctrinales como al contacto social. El interrogatorio de un grupo de sospechosos en la Soria rural de la década de los ochenta del siglo XV, por ejemplo, constata la cooperación y los contactos frecuentes que había entre cristianos viejos, judíos y conversos en el entorno laboral y vecinal del día a día".
En otro capítulo se aborda un tema que, por lo que sea, está ahora de actualidad, el de las brujas. Según los estudios que se aportan, en España esta fue una "caza menor". Este detalle ya era bastante conocido, pero se precisa que solo se conocen las cifras de la jurisdicción inquisitorial, si se supieran las estadísticas de las otras jurisdicciones, "las cifras podrían multiplicarse de modo espectacular".
"...los fragmentados datos de la caza de brujas llevada a cabo por la jurisdicción civil en la comarca catalana del Vallés, en la primera mitad del siglo XVII, son indicadores de una agresividad social superior a la que se pensaba..."
Sin embargo, en el enfoque relacionado con la tolerancia de este libro, la novedad es que se profundiza en los casos de los que se dispone de hechos contrastados para poner de manifiesto que la sociedad no funcionaba de forma homogénea o, utilizando el término de un fenómeno político posterior, totalitarista. Como uno de los ejemplos, se cita a Joan Malet, famoso cazador de brujas catalán, que no tuvo fácil llevar a cabo sus propósitos de quemar mujeres.
Según se explica, solía actuar por iniciativa de las autoridades locales en villas como Tortosa, Reus, Valls, Alcover, Tarragona o Montblanc, pero en ocasiones se le oponían las autoridades, como le pasó en Tarragona, donde el arzobispo se negó a procesar a las mujeres que le entregaba. En una de estas campañas, se detuvo a cuarenta mujeres y se quemó a seis. En consecuencia, el inquisidor general Valdés envió a Francisco de Vaca en calidad de visitador y este ordenó la liberación de todas las supuestas brujas encausadas, la ejecución de Joan Valdés y el enjuiciamiento de los fiscales.
También aparecen las famosas brujas de Zugarramurdi. De este caso, lo que se destaca es que La Suprema envió un cuestionario en el que quedaba patente su duda de que se hubiera producido el aquelarre del que se las acusaba. Uno de los miembros del tribunal, Salazar Frías, recorrió el territorio vasco en busca de confesiones:
"Regresó a Logroño con 1802 confesiones de brujería, de las que 1384 eran de niños. Tras estudiarlas con detención, escribiría varios memoriales cargados de distanciamiento escéptico. Para él, la brujería era un ejercicio de histeria colectiva. No dio crédito a las confesiones y consideró que eran puros sueños y fantasías"
Más sorprendente es otro de estos informes, Discurso acerca de los cuentos de las brujas y tocantes a la magia, del jurista Pedro Valencia en 1611, que entendía que lo que se producido en Zugarramundi eran "orgías o bacanales", y que "el demonio era una mera exclusa para justificar instintos torpes o lascivia". En suma, nada que nos sea extraño hoy, aunque haya pasado tanto tiempo. Tenemos políticas intolerantes que tratan de destruir sociedades diversas tanto como intolerantes con instintos criminales que tienen que ser obstaculizados por autoridades con un mínimo de sentido común. Lo que determinará nuestro destino será el frágil equilibrio entre estos dos opuestos. Parece, a juzgar por esta obra, que como toda la vida de dios.
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