Empezó, en los 80, en la primera agencia de valores valenciana y, desde entonces, su carrera en los mercados financieros ha sido ascendente. No es pesimista; es realista
VALÈNCIA. Más de treinta años lleva a pie de obra de los mercados financieros Enrique Marazuela Cejudo (Madrid, 1962), que a finales de los años 80 formó parte de la primera agencia de valores valenciana como fue Cano, Piquer y Samper. «Me encantó trabajar allí y me sorprendió muy favorablemente cómo una pequeña agencia fue creciendo y desde València se convirtió en una firma pionera. La verdad es que me lo pasé muy bien», reconoce a Plaza, tras su reciente jubilación.
Licenciado por Icade en Derecho y Ciencias Empresariales y presidente de CFA Society Spain —sociedad local miembro de CFA Institute, Asociación Global de Profesionales de la Inversión en todo el mundo—, tuvo claro desde su juventud lo que quería ser: agente de Cambio y Bolsa. Sin embargo, la Ley del Mercado de Valores de 1988 lo impidió porque eliminó dicha figura y los que había entonces se ‘reconvirtieron’ en notarios, mientras nacían las agencias y sociedades de valores. Marazuela optó por el camino de los mercados financieros y tras su paso por la firma valenciana trabajó en Banco Urquijo, Ahorro Corporación Financiera y la aseguradora holandesa Aegon, hasta que en octubre de 2004 aterrizó en BBVA, en lo que fue un ‘flechazo’ a todas luces. «Tiene una marca superpotente y un fantástico equipo de estudios, fundamental para la banca privada de esta entidad solvente porque es determinante para construir las hipótesis de análisis; además de una vasta red de distribución y una importante base de clientes».
Amante del senderismo, lectura —«sobre todo lo relacionado con la historia»—, bicicleta de montaña y de la música —«me tira más la barroca»—, esta revista le preguntó que si ser banquero privado en estos tiempos que corren es una profesión de riesgo. Y su respuesta no se hizo esperar sonriendo a través de la videollamada por la que se hizo esta entrevista: «No desaparecerán porque añadimos valor y nuestras carteras reflejan todos los conocimientos que tenemos de los mercados financieros, que vienen de la ciencia y la ciencia es una excepción del sentido común».
Para Marazuela, que desconecta también del estrés diario con los gadgets, podcast y videos de Youtube, tres son las virtudes que debe un banquero privado: «El cliente siempre debe ser lo primero, una brillante preparación —porque este es un mundo muy sofisticado y cualquier error se paga muy caro— y tener una excelencia en el comportamiento profesional, es decir, huir de cualquier conducta que no sea compatible con la ética». Como también tiene claro que «jamás los robo advisors —gestores automatizados de inversiones— sustituirán a los banqueros de carne y hueso. La inteligencia artificial te prepara los datos pero al final es el ser humano el que pone todas las piezas correctamente. Todos tenemos unos sesgos que nos impiden ser buenos inversores y el banquero está para educar al cliente».
Y una vez alcanzada la normalidad tras la crisis hay que tener en cuenta que las medidas exigidas para preservar la salud pública habrán destruido riqueza
A la vista de lo agitado que está el patio financiero, el Marazuela recomienda a los inversores que «sus carteras sean congruentes con su perfil de riesgo, con sus metas y objetivos. Aunque parezca una frase hecha tiene mucha importancia y más en estos tiempos. El movimiento de los mercados es difícilmente previsible a corto plazo, por no decir que es completamente impredecible. El perfil de riesgo sirve para que el banquero tenga la confianza de que el cliente no imponga la venta de los activos de riesgo de su cartera en situaciones adversas del mercado, descompensando así esta en la peor coyuntura».
Preguntado sobre cómo vivió los meses de confinamiento, el director de Inversiones de Banca Privada de BBVA en España explica que «muy bien pero trabajando mucho. Tenemos la suerte de tener las fantásticas herramientas tecnológicas del banco para trabajar en remoto, pero la inercia nos llevaba a trabajar desde nuestros puestos. Sin embargo, las citas telemáticas y los webinar nos permiten tener reuniones con clientes de diferentes sitios de la geografía sin necesidad de moverse».
Siguiendo con el ‘efecto coronavirus’, el financiero apunta que «mientras no esté erradicada totalmente la actual pandemia —o hasta que alcance niveles aceptables—, no podemos hablar de recuperación económica. Y una vez alcanzada la normalidad tras la crisis hay que tener en cuenta que las medidas exigidas para preservar la salud pública habrán destruido riqueza. Para recuperar el punto de partida habrá que poner en marcha medidas muy imaginativas, pues disponemos de recursos limitados».
¿Y cómo será esa recuperación: en forma de ‘V’, ‘U’, ‘L’…? «La ‘V’ es el mejor modelo explicativo, aunque con la corrección de que no vamos a alcanzar espontáneamente el punto de partida; hay que trabajar mucho y eficazmente para lograrlo. Es pertinente comparar el momento anterior a la crisis con el posterior a la derogación de las medidas sanitarias. Las consecuencias económicas de la pandemia han sido demasiado drásticas como para que no hayan destruido permanentemente una parte de la economía».
* Este artículo se publicó originalmente en el número 70 (agosto 2020) de la revista Plaza
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