El valenciano Nacho Canut, el 50% de Fangoria, es uno de los músicos más influyentes de la historia reciente del pop español. Aquí repasa sus orígenes y su relación con la ciudad que le vio nacer y con la que nunca ha perdido el contacto
VALENCIA. Nacho Canut nació en Valencia, en la calle Colón, unos meses antes de la riada que asoló la ciudad en 1957. Su infancia y su vida han transcurrido en Madrid pero mantiene fuertes vínculos con su ciudad natal, tanto por sus raíces familiares como por su amistad con Carlos Berlanga, hijo del también valenciano Luis García Berlanga, con el que compuso la mayoría de las canciones de Alaska y los Pegamoides y Dinarama. De sus orígenes y su relación con Valencia — donde actuará con Fangoria, dúo que fundó con Alaska hace ya más de 25 años, el próximo 17 de junio—, habla con Plaza en una cafetería madrileña.
—¿Qué puede contarme de sus raíces valencianas?
—Toda mi familia es valenciana, tanto por parte de padre como de mi madre. Mi padre era el odontólogo Juan Antonio Canut, una eminencia de esa especialidad en España; mi tío Cucho, José Antonio Canut, era profesor en la Universitat de València y tenía una clínica dental que hoy sigue existiendo. Pero creo que el más conocido fue mi abuelo Juan Canut, que pasaba consulta en Sueca, y le hablaba a mi padre en valenciano. Mi abuelo por parte de madre fue el Presidente del Ateneo Mercantil, Mauro Guillén; su padre fundó la leprosería de Fontilles y tiene una calle en la ciudad. Vamos, que más valenciano que yo no se puede ser.
—¿Hay algún punto de la ciudad que recuerde especialmente?
—La Calle Moratín, donde tenía la consulta mi abuelo; estaba cerca de Viuda de Miguel Roca, que era mi tienda de discos favorita; de la Plaza Redonda, que para mí fue el primer mall, y de unos almacenes que se llamaban Gay. Estaban cerca de una tienda de bromas [Casa Picó] que era la favorita de Carlos Berlanga. Cuando estábamos en Valencia íbamos a esa tienda, que a su vez estaba al lado del Hotel Londres, propiedad de la familia Berlanga.
—¿Hasta cuándo vivió su familia en Valencia?
—Mis padres vivían en California y fueron a Valencia para tenerme allí. Luego los amigos norteamericanos de mi padre le ayudaron a encontrar trabajo en la base de Torrejón y se trasladaron a Madrid.
—¿Cómo se desarrolla entonces su relación con Valencia?
—Durante las vacaciones, momento fundamental en la vida de un niño. No recuerdo nada del colegio, sólo recuerdo las vacaciones de Navidad, Semana Santa y verano. Y eso es Valencia. La mona, los cachirulos hechos con carteles de películas, la Feria de Julio, la feria que ponían en Navidades. Las fiestas religiosas tenían un punto pagano porque, ¿qué tiene que ver una mona o un huevo con la religión? En alguna ocasión me llevaron a los altares de San Vicent. Una escena me fascinó especialmente, cuando salía el diablo de una trampilla de debajo del escenario. Cada vez que he visto a Marilyn Manson recuerdo eso que vi de pequeño.
—¿Y las Fallas?
—Fallas no porque, aunque hubiésemos vivido aquí, nos habríamos ido fuera. Carlos y yo comprábamos una revista con todas las fallas dibujadas [El turista fallero]. Nos encantaban las leyendas de los ninots, imagínate, esa literatura... Todo lo que tuviese que ver con las fallas nos fascinaba, sobre todo ese punto ordinario... Siempre tenía que haber alguien enseñando el culo.
—A pesar de haber vivido en California y en Madrid, sus padres mantuvieron una fuerte amistad con otros valencianos, especialmente con Berlanga.
—Mi padre fue a los Jesuitas con Luis García Berlanga, Fernando Vizcaíno Casas y Ximo [Joaquín] Prats; ellos eran sus amigos de infancia. Se reunían a menudo y así fue cómo entablé amistad con Carlos Berlanga. Recopilaban anécdotas e historias relacionadas con Valencia que luego he visto reflejadas en las películas de Berlanga. También les oía cantar la canción Americanos de Bienvenido Mr Marshall al final de algunas comidas.
—¿Es cierto que algunas características del protagonista de Tamaño natural son un guiño a su padre?
—Algunas cosas. El hecho de que el personaje que interpreta Michel Piccoli sea odontólogo y su pasión por las bicicletas; la obsesión con la muñeca no, eso ya es cosa de Luis. Hace un par de años, cuando falleció mi padre, mi hermana me regaló una foto del rodaje de Bienvenido Mr Marshall donde aparece mi padre, con una dedicatoria de Berlanga que es un chiste privado sobre la vuelta ciclista. De pequeño yo a Berlanga le llamaba tío Luis.
nos pasa como a depeche mode o a morrissey, ya no dependemos de los medios. son grupos que tienen una relación con el público muy establecida; no necesitas ala crítica»
—Su amistad con Carlos Berlanga es entonces fruto de esos momentos de infancia compartidos.
— Carlos veraneaba con nosotros en la casa que teníamos entre Rocafort y Moncada. Godella, Bétera... Todo eso era para nosotros lo mismo que fue para Truman Capote el sur de los Estados Unidos. Era nuestro sur, un sitio mágico, porque lo es y porque éramos niños.
—¿Se puede hablar de una influencia valenciana en las canciones que escribieron para Alaska y los Pegamoides y posteriormente, para Dinarama?
—Nuestra afición por los supermercados la cultivamos en Valencia, porque era cuando podíamos ir allí a comprarnos cosas. Y los insectos, ¿dónde teníamos relación con los insectos? En Valencia, viendo parotets en la piscina [un bicho al que rindió homenaje en ¿Qué piensas de los insectos?]. Carlos tenía un abuelo por parte de madre que era de Soria y que le hacía mucha gracia, pero el costumbrismo que más nos atraía era el valenciano. Yo reconozco a muchos amigos valencianos de mis padres en las películas de Berlanga. De hecho, algunas comidas en casa de los Berlanga podrían haber sido escenas de sus propias películas, sobre todo de la trilogía Nacional. El Marqués de Leguineche siempre me pareció un personaje muy valenciano, y Rita Barberá podría ser un personaje de Berlanga.
—¿Esa influencia se ha mantenido también en Fangoria?
—A Fangoria sobre todo nos atrae Benidorm. Se trata de influencias ya más meditadas porque las escoges siendo adulto. Pero Alaska siempre me dice que es cierto que Valencia tiene algo que otras ciudades no tienen.
—Nuestro alcalde se llama Joan Ribó Canut , ¿están emparentados?
—He preguntado a mis familiares y me han dicho que no, pero es muy raro porque no es un apellido muy común. Todos los Canut que conozco son familia mía.
—¿Se considera todavía un adolescente?
—No, no, no… Cuando cumplí los 25 años me dejó de interesar definitivamente ese tema. Yo identifico adolescencia con American Graffiti, que vi en esa etapa de mi vida y es la gran película sobre los adolescentes. De hecho el punk ya no lo considero un movimiento adolescente. Los Ramones no eran adolescentes, eran jóvenes adultos jugando a ser adolescentes.
—A medida que va envejeciendo, ¿ve la muerte de otra manera?
—Es algo que ha estado presente en mi vida siempre, desde los Pegamoides, cuando murió Eduardo [Benavente, miembro del grupo]. El sida mató a mucha gente de mi generación. Así que la muerte es algo que he vivido muy de cerca y nunca he pensado que por ser joven no me iba a morir. Todos mis amigos han muerto por culpa de las drogas o enfermedades, nadie ha muerto de viejo. De eso se han muerto mis abuelos o mi padre. Y ahora, con la edad no es que piense más en la muerte que antes, porque al ser gótico y siniestro, las calaveras siempre me hacen tenerla muy presente [ríe]. Dicen que en el último disco de Fangoria ese tema está más visible pero llevo escribiendo sobre eso desde los Pegamoides, canciones como Llegando hasta el final. Siempre ha estado ahí, antes era una referencia estética y ahora es más real.
—¿En qué momento se encuentra actualmente Fangoria?
—Estamos en un momento muy cómodo. La industria permite ahora que hagamos cosas como el licenciarle nuestros discos a [la discográfica] Warner. Antes la discográfica era un ente todopoderoso que te intentaba absorber, ya no es así. Las cosas se negocian, ya no se imponen. Tenemos un trato de igual a igual. Estamos en un momento inmejorable porque además el nuevo disco ha vendido más que el anterior, ha estado más tiempo en las listas de venta...
— ¿Se plantean que algún día, como ya les ocurrió en el pasado, el público pueda darles la espalda?
— Mientras no nos cansemos o nos aburramos nosotros, nos da igual. La crítica ya se cansó de nosotros hace tiempo pero, afortunadamente, el público no. Las entradas de estos conciertos se han vendido muy rápido. Gracias al reality de Alaska y Mario hemos captado público nuevo, gente muy joven. Nos pasa como a Depeche Mode o a Morrissey, ya no dependemos de los medios. Son grupos que tienen una relación con el público muy establecida y es muy liberador porque ya no necesitas a la crítica.
—En septiembre publica un libro de fotos, ¿cuál es su relación con la fotografía?
—Hago fotos a cosas que me interesan o me hacen gracia, no es que vaya con una cámara captando imágenes. Las gasolineras me gustan y cuando estoy en Ciudad de México siempre estoy haciendo fotos. Mi marchante me propuso que recopilara imágenes de allí para un libro que se llamará Mx Ultra. México es la realidad amplificada, todo es excesivo, todo muy real. Los pies de foto están hechos por Alaska, esos textos ponen las imágenes en contexto, te las explican. México vista a través de mis ojos y también de los de Olvido, que es de allí. Me han propuesto hacer libros sobre otras ciudades y quizá debería hacer uno sobre Valencia.
(Este artículo se publicó originalmente en el número de junio de la revista Plaza)