Hablamos en pasado porque su naturaleza efímera así lo exige. El grupo de estudiantes de arquitectura Espam da por finalizada su residencia en Colector, un espacio en la calle Trinidad donde, a través de tres asaltos –en forma de eventos–, han creado una esperanzadora cartografía del futuro del arte en la ciudad
VALÈNCIA. “¿Qué es eso de Espam?”. Sin duda, esta ha sido una de las preguntas más enunciadas en las últimas semanas en València. Detrás de este nombre con gancho que, sin duda, actúa de filtro generacional (Paquita Salas no pasaría el corte) hay un grupo de estudiantes de arquitectura que recibió una residencia en un coworking que no es un coworking al uso, Colector, en el número 10 de la calle Trinidad. Su apuesta: reunir en tres eventos únicos a un compendio de artistas a los que les une una horquilla de edad y una visión, la de fusionar ética y estética en su propuesta. De paso, demuestran que para esta gente joven hay vida más allá de Instagram, desmontando de un derechazo tantos mitos que infantilizan a las generaciones venideras y que vienen de un ala reaccionaria que ve cómo llegan nuevos nombres a ocupar sus espacios. Espam lo forman Adrià Garrido, Alicia Marco, Laura Blázquez, Pau Mendoza, Pau Olmo y Samuel Hernández, todas entre los 22 y los 24 años, con sus estudios recién terminados, o en proceso, y a punto de volver, algunos de ellos, de intercambios en países como Japón, Chile o Francia. El uso del femenino plural es parte de su declaración de intenciones. ¿Por qué no mantenerlo, aunque sea éste un texto periodístico? Ellas dicen así: “La inclusividad es uno de nuestros principios vertebradores como grupo y como seres individuales, por ello, en toda nuestra labor de comunicación nos apoyamos en un lenguaje que favorezca la igualdad de género. Utilizamos el femenino universal, que parece el posicionamiento crítico más lógico para visibilizar esta causa, hasta que la RAE decida abrirse al debate que nos permita alcanzar un lenguaje no sexista”.
Los tres eventos que conformaron la breve existencia de Espam (celebrados los días 7 y 21 de junio, y el 5 de julio) contaron con expresiones artísticas como la ilustración, la poesía, la instalación, la performance o la música. Y qué tiene que ver todo esto con la arquitectura, se preguntarán. Desde este grupo lo explican: “No entendemos la arquitectura exclusivamente como un ‘hecho construido’. Pensamos que fomentar la figura del arquitecto que únicamente pone arquitecturas de manera ortodoxa en la ciudad es algo como mínimo a revisar. La arquitectura tiene el poder de transformar la cultura a través de sus propios valores disciplinares. Quizás los vínculos entre la arquitectura y lo acontecido en Espam se intuyan borrosos o inexistentes, pero la propia experiencia de Espam nos ha permitido reivindicar la tangencia dentro de esta profesión, a partir de una experiencia de gestión y comisariado. Así, hemos planteado formas diferentes de ser futuras arquitectas y explorado otros caminos de desempeño profesional alternativos a lo tradicionalmente establecido”. Un modo de ser arquitecto instaurado con más fuerza en la posmodernidad de finales del siglo XX y con el que este conjunto de jóvenes se siente poco o nada identificado. “Por supuesto que es una visión generacional. Hay que entender que las más veteranas del equipo empezaron la carrera en 2013, en plena crisis económica, política y social, y la arquitectura estaba especialmente resentida: había olvidado su papel para con la sociedad durante décadas y había sido partícipe, con sus excesos, del modelo económico que venía de mostrar su insostenibilidad. La arquitectura tenía que recomponerse, reinventarse e incluso recordar cosas que había olvidado”, afirman.
“Nuestra visión es, por supuesto, generacional. Las más veteranas del equipo empezaron la carrera en 2013, en plena crisis global. La arquitectura tenía que recomponerse, reinventarse e incluso recordar cosas que había olvidado”
Visitar uno de los tres encuentros organizados por Espam, para quien pertenece a una generación anterior y observa todo como mero espectador –que, por supuesto, no puede escapar del impacto del arte que impacta– suponía una experiencia casi voyeur: por un lado, conocías de cerca qué hace esa nueva generación de la que no se habla en los medios de comunicación de masas, a no ser que protagonicen columnas de opinión en las que son tildados de ‘blanditos’ o ‘ensimismados’; por otro, cada formato expresivo era tan crudo y tan real que sacaba a luz la profundidad de su ideólogo. Las inseguridades convertidas en poesía de Elsa Moreno, quien invitó a los asistentes a que cubrieran sus ojos mientras ella recitaba, o mejor dicho, se abría en canal; las letras aparentemente naïf con las que Carlota trasladaba a los presentes a la alfombra de su habitación o el viaje al interior de nuestros prejuicios como sociedad que regalaba Glamniss Monstère, artista drag que veía cómo, por fin, su espectáculo se elevaba a arte performático. Por supuesto, con un poderoso mensaje reivindicativo detrás. Al finalizar, con la audiencia en pie, no podía contener sus lágrimas. “Con Glamniss vivimos uno de los momentos de mayor intensidad y energía, y que guardamos con más cariño, no sólo como organización sino como público”, valoran en este grupo de comisarias que, sobre su compromiso con la comunidad LGBT+, aseguran: “Somos un equipo formado por personas del colectivo o aliadas, así como feministas y antirracistas. Pero en absoluto somos un caso aislado. La disidencia de género y de la orientación sexual forma parte de la obra de las artistas porque forma parte de sus vidas, de las nuestras. Por supuesto que hay una apuesta consciente en visibilizar a las artistas que trabajan estas cuestiones, pero aunque no lo hubiera, se verían igualmente reflejadas en las obras de muchas otras porque son intrínsecas a nuestra generación”. Esperanzador cuanto menos.
Haciendo balance, todas las partes de Espam están de acuerdo en que con tres ediciones “no se puede abarcar ni de lejos todo el tejido de artistas y creativas que conviven en la ciudad de Valencia y su territorio, ni todas las disciplinas que éstas exploran”. ¿Significa eso que vencerán su concepción efímera? “Podrían haber muchos más Espams, o podría darse de manera más o menos periódica, como sucede con iniciativas como Unknown Art o Tenderete. Lo efímero es una condición fundamental de nuestra existencia, y por ende lo es también de la arquitectura. El objetivo no es construir para perdurar, sino construir un entorno adecuado y adaptable a cada contexto y a las circunstancias que lo puedan acompaña”. En la conversación, no disimulan su entusiasmo. Algo está pasando y, mejor, algo está cambiando. O como dicen ellas, “existe algo a celebrar. Nos encontramos con una escena cultural que cada vez se vertebra con más solidez en una ciudad que utiliza la cultura y el arte como revulsivos. Pero esta iniciativa no es, ni mucho menos, una excepción: nos encontramos en un momento en el que otros proyectos como Dominio, Cero en Conducta, Más Arte, Raïm o Fem Exposició están creando una coyuntura singular en València, de la misma manera que sucede con Aliança en Barcelona o Casa Antillón en Madrid. Todos de diferente naturaleza, pero en los que el denominador común es una generación que ha tomado un papel activo produciendo y gestionando el contenido cultural que le interesa, conquistando sus propios espacios de expresión y relación, sean físicos o virtuales”.
“Esta iniciativa no es, ni mucho menos, una excepción: nos encontramos en un momento en el que otros proyectos como Dominio, Cero en Conducta, Más Arte, Raïm o Fem Exposició están creando una coyuntura singular en València”
Sin embargo, quienes reformulan una profesión tan consolidada en el imaginario popular corren un riesgo: no saber explicar a sus abuelas y abuelos a qué se dedican. ¿Cómo les contarán qué han estado haciendo estos tres viernes de verano? “Les explicaremos que unas jóvenes muy simpáticas que trabajan en un sitio muy bonito nos habían dejado hacer exposiciones en su edificio. Unas exposiciones en las cuales había cuadros, fotografías, ilustraciones, esculturas y proyecciones, entre otras cosas, y en las que también había gente tocando, actuando, bailando o performando... Todo al mismo tiempo. Les diríamos que todas esas artistas tenían nuestra edad o por un estilo y que, al igual que a nosotras nos habían dado la oportunidad de trabajar en ese lugar, nosotras queríamos dársela a ellas, cediéndoles un espacio donde mostrar todas las cosas tan diferentes e interesantes que hacen. Les contaremos que así fue y que, además, vino mucha gente a ver a todas estas artistas, que ellas estaban contentas, y que nosotras nos sentimos muy realizadas con el trabajo que llevado a cabo”.