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ATRACÓN DE PANTALLAS

‘Especial Juan Carlos I’ en TVE: La tele que ya no influye

El ‘Especial informativo sobre Juan Carlos I’ fue visto en TVE la noche del jueves por 1.268.000 espectadores (un 13% de share), un dato poco relevante, en un momento en el que la audiencia de la televisión pública está en mínimos históricos, tanto cuantitativamente hablando como desde el punto de vista de credibilidad. La apología sobre “el rey perfecto” realizada por la corporación pública pasó desapercibida.

7/08/2020 - 

 VALÈNCIA. La televisión ya no es lo que era. Y si ponemos en el punto de mira a TVE, la crisis es todavía más pronunciada. La radiotelevisión pública estatal registró el pasado mes de julio una media mensual de 8,6% puntos de share, mínimo histórico. Debo contextualizar que, además, la televisión tradicional acaparó el mes pasado 28,3 millones de contactos diarios, un 62,5% de la población española, en un trimestre en el que se recoge, por ser temporada estival, un menor consumo televisivo.

Ayer jueves, con la programación en La 1 de un ‘Especial informativo Juan Carlos I’, junto con el documental ‘Yo, Juan Carlos I, Rey de España’, pudo ser una de las noches de mayor sonrojo que se recuerden de la historia de la televisión pública. Tan solo hace un año, en abril del 2019, casi 9 millones de personas vieron el primero de los dos debates sobre las elecciones del 28-A, con Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias como protagonistas. Aún así fue el debate electoral menos visto en televisión tradicional de los últimos tiempos. 

Ahora, un 6 de agosto de 2020, verano, con poco consumo, y con La 1 bajo mínimos, los directivos de RTVE se hicieron el harakiri con un programa debate en el que participaron cinco perfiles claramente a favor de la monarquía y la ‘Cultura de la Transición’, rematado con un documental hagiográfico y sensiblero sobre la figura de Don Juan Carlos. El bochorno estaba servido. El documental que, supuestamente, llevaba 4 años sin ver la luz, estaba disponible en Youtube desde entonces con casi medio millón de reproducciones. No íbamos a ver nada nuevo, ni mucho menos, transgresor. La red social del pajarito se llenó de comentarios enfadados: “lavado de cara”, “el NO-DO” y “manipulación” fueron las palabras más utilizadas en Twitter donde se pudieron leer casi 13.000 comentarios, la gran mayoría negativos.


Si la audiencia del especial informativo sobre el rey emérito hubiese sido cuantitativamente alta (con respecto a la población), todavía la prensa hoy podría generar titulares pomposos sobre la gran cantidad de espectadores (que no ciudadanos) que vieron el debate (o el excelente porcentaje de share, que ya de por sí tiene otras trampas), porque de esa cifra hay quien se atrevería a extraer la conclusión de que, como lo vio mucha gente y fue Trending Topic, ha sido un éxito. 

Tono negativo y positivo

Pero no ha sido así por múltiples aspectos. Primero porque es verano; después porque TVE tiene actualmente unas audiencias mínimas históricamente hablando, y, por tanto, no es fácil romper la tendencia de un día para otro. Por último, lo más significativo de todo, y lo que más nos cuesta entender, porque los barómetros no lo saben todo. No se trata solo de cuantificar la audiencia y extraer su perfil sociodemográfico, si no de saber cuál es su opinión tras la emisión. 

Ocurre lo mismo con los minutos dedicados a tal o cual líder político en una televisión pública. El pasado mes de marzo, este diario publicaba los datos ofrecidos por la auditoría externa GFK sobre cuántos minutos disfrutaron en À Punt los líderes políticos valencianos a las puertas de la campaña electoral. El informe extraía una conclusión cuantitativa que podría llevarnos a malinterpretación. Algunas se podían leer por las redes sociales: Ximo Puig es quien más salió en À Punt, y por tanto, “el más beneficiado”. El tono en el que se emite cada noticia no se tenía en cuenta.

Pongo un ejemplo: Vicente Vallés en su informativo de Antena 3 probablemente sea quien más minutos dedique a Pablo Iglesias. ¿Pero son noticias de tono positivo o de tono negativo? Y, como decía antes: ¿en qué tono (positivo o negativo) lo interpreta la audiencia? Con el ejemplo de Vicente Vallés seguro que pueden concluir conmigo que no por acaparar muchos minutos de un informativo, se esté ofreciendo información a favor o en contra de un candidato político, ni mucho menos que así lo interprete la audiencia.

El espectador ha cambiado, no así su televisión

El espectador, precisamente, se ha ido transformando según han pasado las décadas. En 60 el espectador naif le daba total credibilidad a lo que estaba viendo. En los 70 y 80 fue la televisión quien intentó salirse poco a poco del tono monocromático. Con la llegada de las privadas y autonómicas, tanto los contenidos como los gustos de espectadores se fueron diversificando aún más. Algo que ya es más que un hecho con la llegada de los múltiples canales de la TDT y, para mayor complejidad, internet (las redes sociales, los medios digitales, las plataformas, etc). ¿El espectador del 2020 es igual que el de 1960? ¿Se cree a todas luces todo lo que proyecta el televisor o es más escéptico, puede estar adormecido o, incluso, se dedica a despotricar contra los personajes que está viendo (véase el ejercicio de ver ‘LaSexta Noche’)?.

Si lo analizamos desde la perspectiva de determinada red social, Twitter, es cierto que no es en ningún caso un barómetro que contemple todo el universo de espectadores, además de que contiene sesgo. Pero sí nos deja extraer una conclusión obvia: que no toda la audiencia ve con fervor y fe ciega la televisión. También lo ven desde una postura crítica, escéptica o, como decía antes, adormilada, y no sabemos en qué porcentaje. 

¿El ejercicio de RTVE ayer noche se puede considerar un servicio público? Si hubiéramos visto un ejercicio de pluralidad, se podría haber considerado así. Un debate que se preguntase si monarquía o república, por ejemplo, con voces a favor y en contra de cada caso. Pero la emisión no fue más que una burda propaganda en un momento en el que la credibilidad y audiencia de la corporación está por los suelos. ¿Los responsables de comunicación de RTVE y de la Casa Real están seguros de que lo que ocurrió ayer noche ha influido positivamente en la percepción que tienen los españoles sobre el rey emérito? ¿Son conscientes de que también se puede dar la ‘mala publicidad’ (aquella que resulta ser más contraproducente que beneficiosa)? 

El curtido reportero británico en Oriente Medio para The Times y posteriormente The Independent, Robert Fink, reflexionaba en el documental This Is Not a Movie (disponible en Filmin) sobre la influencia de sus artículos, tras difundir durante décadas acaloradas informaciones antibelicistas sobre el conflicto entre Israel y Palestina: “Me da miedo pensar que lo que escribo no marca la más mínima diferencia…”, decía ante la cámara. Una amarga, aunque lúcida, reflexión. Tal vez sea el momento de aplicarla también a la televisión, no solo a la prensa. La tele no hace milagros. Ni influye tanto como quisiera.

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