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El escuadrón de las Matemáticas levanta el vuelo

Son ‘cracks’ de los números, capaces de reventar cualquier ecuación que se les ponga por delante. Fueron reclutados hace una década por la asociación de Estímulo del Talento Matemático precoz, que este año celebra su décimo aniversario. Recién graduados en la universidad, se disponen a entrar en un mercado laboral altamente necesitado de razonamiento inductivo

| 10/10/2017 | 12 min, 18 seg

VALÈNCIA.-Hay una teoría matemática sobre los conjuntos de objetos que no se contienen a sí mismos como miembros. Porque si lo está, por definición, no se contiene a sí mismo; pero si no lo está, por definición, debe estar. La famosa paradoja de Russell —que muchos han tratado de explicar con lápices, cajones y hasta un barbero de por medio— puede resolverse dando por hecho que estamos ante un conjunto singular y en ningún caso equiparable al resto. Esto es lo que sucede con el equipo Estalmat, que componen jóvenes normales pero a la vez excepcionales. Un batallón del cálculo numérico integrado por estudiantes de las aulas tradicionales que han sido adiestrados para sacar el máximo partido a sus habilidades con las ciencias exactas.

La primera promoción de la Comunitat Valenciana, constituida por veinticinco estudiantes, acaba de finalizar sus estudios en la Universidad y se dispone a asaltar el mercado laboral. Es hora de demostrar su valía para contribuir al desarrollo, no solo empresarial, sino también social, en áreas que van más allá de la investigación y la docencia que tradicionalmente se les atribuye. Para ello disponen de armas tan potentes como el razonamiento inductivo, ya que si algo es verdadero en determinadas circunstancias, también lo será en otras iguales. Esto significa que muchos de los problemas que saben resolver los recién titulados sirven a su vez para detectar las carencias de un producto o mejorar un balance de cuentas. 

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Ponga un matemático en su vida —o en su plantilla—. Si además luce el galón de Estalmat en el currículo, tiene garantía de calidad. El programa está dedicado a la detección, orientación y estímulo de genios de las matemáticas en ciernes. Los responsables encuentran a los mejores estudiantes con doce o trece años, les ofrecen formación complementaria y les acompañan durante su desarrollo académico, sin extraerlos en ningún momento de su entorno cotidiano. 

El proyecto, dependiente de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, arrancó en Madrid en 1998, gracias al ya fallecido catedrático Miguel de Guzmán, quien se inspiró en modelos similares de Baltimore (EEUU) y Hamburgo (Alemania). No fue hasta 2007 cuando llegó a la Comunitat Valenciana, de la mano de la Universitat de València, la Universitat d’Alacant y la Universitat Jaume I de Castellón. Actualmente está presente en una decena de autonomías. 

Su existencia manifiesta las carencias del sistema educativo tradicional, donde los estudiantes acaban percibiendo determinadas materias como difíciles o aburridas. «Pero la cuestión clave es que un esquema tan comprensivo como el español, que trata de incorporar a todo el alumnado, tiene el defecto de no favorecer a los estudiantes con necesidades especiales por arriba», manifiesta Rafael Crespo, matemático redomado, vicerrector de Estudios de Posgrado en la UV y padre del Estalmat valenciano. Es el hombre que más ha hecho por el programa y los 250 jóvenes que han pasado por él desde que llegara al decanato de la Facultad de Matemáticas en 2005. Quién le iba a decir que este mes celebraría el décimo aniversario de su embrión. Otros lo intentaron gestar con anterioridad, pero siempre se toparon con el muro de la Administración, temerosa de la etiqueta ‘elitista’.

Escuela de cadetes

¿Quiénes son estos jóvenes que posan junto al Péndulo de Foucault, cuya oscilación constante demuestra la rotación de la Tierra? Pues imagine a ese alumno con altas capacidades, que brilla en la asignatura de Matemáticas, pero a quien el profesor no tiene tiempo de atender. El mismo que poco a poco va perdiendo la motivación, hasta el punto de ver afectadas sus calificaciones. «Me aburría mucho en clase, nos pasábamos los días resolviendo el mismo problema. Fue mi propio profesor el que me habló de Estalmat y me inscribió en las pruebas», relata Dani Santacreu, de veintitrés años y graduado en Matemáticas. Algo similar le sucedió a Óscar Roldán, de igual edad y formación, a quien directamente dieron «permiso para estudiar otras asignaturas durante la clase». Sea por intermediación suya, o de manera totalmente ajena, el centro de estudios siempre debe estar informado de la adscripción de los jóvenes al programa. Tanto es así que algunos colegios ya alardean, y hasta compiten, por los estudiantes Estalmat.

las tres provincias de la Comuntiat. A las mismas concurren cientos de niños de entre doce y trece años —300 en la última convocatoria— que deben superar un examen de aptitud y una entrevista personal. La corrección de los test no premia la solución de los problemas, «sino que a veces se puntúa mejor una gran estrategia, un razonamiento brillante», revela Crespo. La entrevista, por su parte, mide el nivel de implicación. «No se permite entrar a la familia, entre otras cosas para garantizar que el interés sea genuino», explica Juan Luis Costa, padre de un alumno actual. Sin embargo, una vez admitidos, el papel de los progenitores se torna esencial para mantener el compromiso de los hijos y facilitar que asistan a todas las sesiones, con lo que ello conlleva para el cuentakilómetros.

«Precisamente porque no hay apoyo de las instituciones creamos la Asociación de Familiares y Amigos de Estalmat (Asfames) para prestar ayuda», declara José Gómez Vela, su presidente desde el pasado mayo. «Aportamos una cuota anual para material, campamentos y todo tipo de apoyo logístico, además de buscar patrocinadores dentro de nuestras posibilidades», añade. Los profesores de Estalmat son voluntarios. Hasta cuarenta docentes procedentes de institutos, incluso de universidades, que se prestan a dar clase sin remuneración por un motor más potente que el económico: la motivación de ver crecer a nuevas generaciones de matemáticos. El caso de Pablo Real, de veintidós años, es paradigmático. No formó parte de la asociación, pero conoció a algunos de sus miembros en la universidad y decidió involucrarse con Asfames sin que mediara vínculo familiar. «Estalmat se hace por y para los chavales, es lo que disfruto de ello», precisa. 

Es curiosa la poca implicación de la Administración en una iniciativa tan bien intencionada. «No hemos tenido apoyo desde el principio y nos hemos acostumbrado. Nos financiamos con lo que aportan las tres universidades, la FECyT y algunas entidades privadas», admite Rafael Crespo. El halo de elitismo que se desprende de formar a los mejores ha espantado a las instituciones de diferente signo político, por lo general más preocupadas en equiparar a los alumnos con dificultades académicas. Por suerte, la sensibilidad está empezando a cambiar. «Al menos desde la actual Conselleria de Educación hemos tenido soporte moral. Sabemos que el proyecto es difícil de enmarcar en los presupuestos, pero vamos a seguir intentándolo», añade el vicerrector. Cada céntimo invertido en estos jóvenes repercute directamente en el PIB español.

Los estudiantes permanecen en Estalmat por un periodo obligatorio de dos años, durante los que acuden a sesiones semanales. «No tiene nada que ver con una clase, allí vas a pasártelo bien. Es como quedar con un grupo de amigos para jugar un rato», valora Dolores Martí, de veintidós años, ahora estudiante de Matemáticas y Física. A ello contribuye la metodología didáctica que está basada en el aprendizaje colaborativo y el trabajo por grupos, de modo que el alumno se divierte resolviendo enigmas y compitiendo de manera sana, al tiempo que gana en iniciativa y pensamiento propio. No hay notas, no hay deberes, no hay exigencias, salvo la de asistir a clase. «Si durante la semana cuesta despertar al niño o la niña, el sábado son ellos los que despiertan a los padres», asegura Crespo. El relato recibe la confirmación de Juan y José, pues perciben que sus hijos salen de las sesiones «contentísimos» y «con ganas de que llegue la semana siguiente».

Después de este periodo, el proyecto les brinda la posibilidad de participar dos años más en el ‘curso de veteranos’ de manera voluntaria, y pocos son los que renuncian. Incluso los hay que, superada su preparación, vuelven para ejercer de monitores de las nuevas generaciones. Campamentos y excursiones contribuyen a hermanar a los participantes. De hecho, la palabra más mencionada durante la charla tiene poco que ver con la formulación: hablan de «amistad». Una vía de escape que les permite dejar de ser los ‘raros’ de la clase a quienes les gustan las Matemáticas, para encontrar gente con intereses compartidos. «Al principio me pensé lo de participar porque significaba sacrificar los partidos de fútbol sala con otros chicos; una vez dentro, desaparecieron las dudas», afirma Joan Puigcerver, de veintidós años. «Solo tengo palabras buenas sobre Estalmat; para mí ha sido una familia en muchos sentidos», constata Dolores. «Se forjan amistades para toda la vida. Fíjate, han pasado diez años, y aquí estamos», concluye Dani.

La batalla del mercado

Cuenta la leyenda que la esposa de Alfred Nobel mantuvo un escarceo con un matemático, motivo por el cual no existe dicha categoría entre los galardones suecos. Lo cierto es que Nobel jamás se casó, pero el sarcasmo es una característica del gremio que nos ocupa. El mayor reconocimiento en el ámbito numérico es la Medalla Fields, que desde 1936 se concede a los menores de cuarenta años para incentivar sus investigaciones. Pese a todo, no resulta fácil persistir en las Matemáticas más puras. Los puestos de trabajo consolidados constituyen la cúspide de una pirámide que muchos rehúsan escalar, en pos de otras disciplinas científicas con más enfoque de mercado. Puigcerver se ha graduado en Ingeniería Informática en la UPV y cursa un Máster en Inteligencia Artificial; otras salidas clásicas son la Química, la Física o la Medicina. 

En cualquier caso, la mayoría de alumnos de Estalmat confluye en las facultades de ciencias —aunque alguna rara avis ha terminado por colarse en Filología—. «Lo positivo es que el programa te prepara para afrontar la enseñanza de Grado mejor que los institutos. Te ayuda a reflexionar por ti mismo, a aprender de manera diferente, y eso es más útil en la Universidad», precisa Pablo Real. Unas habilidades igualmente valiosas en el mercado laboral, motivo por el que algunas empresas de Madrid (donde el programa es más antiguo) empiezan a preguntar por ellos. Óscar Roldán habla de resolver problemas «de una forma más racional, dándole más importancia al razonamiento que al resultado», y precisa Santacreu que lo hacen «usando ideas inusuales». ¿Qué le parecería desatascar una negociación o reorganizar las partidas a golpe de teorema?

La última Encuesta de Población Activa (EPA) del INE señalaba a los matemáticos entre los profesionales con menos paro (un 9,68% en 2017), algo que ya adelantaba el informe de la Real Sociedad Matemática Española en 2007. Tal vez esto explique por qué el Grado de Matemáticas de la UV ha tenido un aumento sostenido de la nota de corte (11,8 sobre 14 este cuso), siguiendo la tendencia de otras autonomías. Los titulados pueden acceder a sectores tan diversos como las compañías tecnológicas, informáticas, auditorías, de seguros o banca, entre otras. «Es algo que todavía no se ha explotado lo suficiente en España, pero otros países hace tiempo que saben», asegura Dolores, quien actualmente estudia un Máster investigador en Londres, y no descarta quedarse allí a trabajar. Aunque Rafael Crespo tiene un enfoque muy positivo sobre la empleabilidad de los matemáticos en España, admite que tejidos empresariales como el valenciano «cuentan con mucha pyme y empresa familiar donde no tienen el mismo impulso».

Volvamos a Dolores, la prueba fehaciente de que en el escuadrón de las Matemáticas también hay mujeres. En la primera promoción de Estalmat apenas se contaban cinco, pero han llegado a ser trece. «Aunque en la Universidad ya se ha logrado un equilibrio numérico, es cierto que existe una brecha de género en la ciencia en general», medita la joven, quien pone en relación esta situación con «la poca motivación que reciben las niñas para dedicarse a estos campos». No obstante, Rafael Crespo insiste en que no tienen en cuenta ningún criterio social a la hora cribar, sino que escogen a los primeros de la lista. «En la entrevista no rechazamos a nadie; se rechazan solos aquellos que no sienten pasión por estar en Estalmat», afirma, al tiempo que sintetiza: «Nuestro principal objetivo es recuperar el placer por las matemáticas por parte del alumnado».

Sin uniforme que les identifique, las tropas de Estalmat están a punto de desembarcar en un mercado laboral incierto, pero lo harán con sentido de pertenencia. Todos los estudiantes de la primera promoción han incluido la línea correspondiente en el currículo. Si en algo están de acuerdo es en que no les han pesado los cientos de kilómetros recorridos, los partidos de fútbol sacrificados, ni las decenas de incógnitas afrontadas. Todos repetirían la experiencia sin pestañear. «Creo que incluso si a nivel académico no contara, siempre es mejor haberlo hecho que no haberlo hecho», reflexiona Óscar. ¿Qué les ha dado Estalmat? «Desde bien pequeño te enseña a afrontar los problemas de un modo que no habríamos imaginado», añade Dani. ¿Y que les dará en su futuro? «Pase lo que pase, ya nos ha ayudado», concluye Dolores. 

*Este artículo se publicó originalmente en el número 36 (X/17) de la revista Plaza  

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