En el colegio de mi amiga Rosa no dejan entrar a recoger a sus niños a la mujer del Imán. Fátima (nombre ficticio) viste de negro de la cabeza a los pies. Pero no porque esté de luto, tradición española aún vigente, sino porque así lo marca su religión… o su cultura… o su tradición… o su marido… Y no sólo viste de negro. Cubre todo su cuerpo con un vestido que no deja ningún resquicio de piel al descubierto, ancho, del cuello a los pies, y un pañuelo le cubre la cabeza y el rostro, como si de un fantasma se tratara, con sólo una estrecha rendija horizontal a la altura de los ojos. Cubre sus manos con guantes y los zapatos son completamente cerrados. Algunos niños más pequeños rompen a llorar cuando la ven. Por eso, se queda a la puerta.
El otro día estaba en el centro médico del pueblo, en el ambulatorio. Fátima esperaba en la cola para sacarse sangre junto a un hombre que, al parecer, era su marido. No acerté a ver qué protocolo siguieron para obligarla a desnudar su brazo. Ni qué hacía con ella su supuesto marido. Ni si la llevaron a un cuartito pequeño aparte. En la sala de extracción de sangre hay cinco enfermeros, cuatro mujeres y un hombre. No quise esperar a ver el trato diferenciado que se le daba…, para no indignarme. Porque se supone que aquí todos somos iguales. También las mujeres.
A una mujer como Fátima, que bien podría ser Fátima ya que no se les ve el rostro ni ningún otro rasgo identificativo -también podría ser un hombre…-, la detuvieron hace poco en Alicante. Intentaba viajar a Siria con sus cuatro hijos para reunirse con su marido que, desde 2014, lucha con el Estado Islámico. Como Dolores Hidalgo, alicantina, que colaboraba con el Estado Islámico haciendo propaganda en las redes sociales, tras quedar viuda del yihadista marroquí Mohamed Belguin Ikhlaz. Buscaba un nuevo marido muyaidín.
Más recientemente, la policía detuvo a un vecino de Teulada, de origen egipcio, nacionalizado español. Vivía en una mansión de esta elitista población de la Costa Blanca desde hace casi 20 años y había sido imán de su mezquita tras financiar su construcción. Está en prisión preventiva acusado de pertenecer al Daesh y de proveer refugio en España a otros terroristas que decidían abandonar Siria e Irak.
Desde el atentado del 11-M en Atocha, han sido detenidos 687 yihadistas en España. Sumando a esta cifra los detenidos en otros países, el total asciende a 752 en el transcurso de 217 operaciones, sólo 22 de ellas fuera de nuestras fronteras.
¿Pero qué pasa en Europa? No podemos obviar que el yihadismo ha golpeado el corazón de Occidente en repetidas ocasiones desde hace unos años. La respuesta no ha sido la esperada. Parece que, excepto España y tal vez el Reino Unido, el resto de cuerpos y fuerzas de seguridad de la Unión Europea no están preparados para hacer frente al enemigo en casa. Mientras despiertan, no obstante, la política europea de seguridad y defensa en el exterior sigue haciendo su camino.
Y con compatriotas a la cabeza. Sólo hay que recordar la Misión de Entrenamiento de la Unión Europea en Malí (EUTM Malí), que el año pasado sufrió un atentado yihadista en su cuartel general sito en la capital, Bamako, y en la que el ejército español es mayoritario. El coronel José Antonio Vega, de la Comandancia de Valencia, fue el responsable de la operación que se saldó con la muerte del terrorista y sin ningún daño personal en la misión. Lo explicaba recientemente, en las aulas de la Universitat de València, a los alumnos del primer curso del doble grado de Derecho y Criminología. Los estudiantes quedaron boquiabiertos con el relato del contraataque protagonizado por el coronel. Dos días después de aquel ataque, los yihadistas perpetraron los atentados en el aeropuerto y el metro de Bruselas. Sin bromas.
También en la Universitat de València, la Unió d’Estudiants Valencians, presidida por Klaus Ulrich, celebró hace unos días el seminario “Yidahismo: retos para España y la Unión Europea”. Los invitados analizaron el problema desde dentro y desde fuera de nuestras fronteras. Las misiones de entrenamiento a lo ancho del Sahel fueron dibujadas por el Teniente Coronel y profesor de la Universidad Técnica de Lisboa, Luis Manuel Bràs Bernardino, que ha participado en diversas misiones en Malí, Somalia, Santo Tomé y Príncipe, Angola y Timor Oriental. El Teniente Coronel Bernardino expuso sus conclusiones trazando la nueva frontera europea en el sur del Sáhara, de Oriente a Occidente, siguiendo la estela de los yihadistas retornados del Estado Islámico.
Por su parte, el investigador del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE, Ministerio de Defensa), Pablo Cañete Blanco, no sólo dio luz a las causas, sino que también aportó alguna solución al problema. En una exposición que maravilló al auditorio, el investigador y Máster por la Universitat de València provocó más de un interrogante sobre la falta de respuesta de Occidente al “problema” de la multiculturalidad. Recordemos que el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía acaba de reconocer la pensión de viudedad a una segunda esposa marroquí. En el aire quedó una propuesta singular de colaboración con las mezquitas, presentada en su momento al actual gobierno de la Generalitat Valenciana. Recordamos de nuevo, están aquí y han venido para quedarse…