El dúo descerrajará este sábado en el Centre del Carmen una de sus sesiones de tropicalismo gallego en clave de autotune. Su debut en València se enmarca en los conciertos de Sona Deleste
VALÈNCIA. De la verbena al trap, y del trap a la cumbia con autotune. Esteban y Manuel poseen el don de poner a bailar ritmos latinos a los personajes más insospechados. A los indies de libro, pero también a los más sofisticados, a los nuevos punks, incluso a algún que otro hardcoreta renegado. Sus conciertos suelen acabar en cachondeo crossover. Y eso… eso tiene mérito.
La banda sonora de tu día a día es el título del primer LP del dúo gallego, publicado en 2017 por el sello independiente La Melona. Un pequeño experimento disruptivo que ha entrado de lleno en festivales de todo el país (Monkey Week, Low, Primavera Club, etc). Con el segundo álbum ya en curso, Esteban (voces, teclado, percusión) y Manuel (voz, guitarra y caja de ritmos) debutan este sábado en València dentro de los conciertos de Sona Deleste en el Centre del Carmen. Vienen “movendo as caderas y facendo twerking”. Mezclando cumbia, merengue y psicodelia tropical, en una danza orgiástica lubricada con la lírica procesada del autotune.
Con sus nombres castizos, su estética kitsch de dandis decadentes y su hermanamiento con la música verbenera (tradicionalmente denostada por los adalides de la modernidad), Esteban y Manuel parecen jugar al despiste. Pero no es así. “Entiendo que desde fuera a veces se piense que somos un grupo paródico, pero en absoluto –aclara Esteban en conversación telefónica con Cultur Plaza-. Lo hacemos en serio y con las ideas muy claras. Es cierto que añadimos un toque de humor para transmitir buen rollo y animar a la gente a bailar. Pero la idea es sacarte sonrisa, no hacerte reír, que es algo muy distinto”. “Hay gente que viene a vernos con cierto escepticismo. A primera vista puede parecer que desentonamos en los festivales a los que nos invitan, pero todo eso se olvida rápido en cuanto suenan los primeros acordes. Incitamos a la gente a soltarse, a pensar que nadie les juzga… y por lo general funciona”.
Parece mentira que esta renovación fresca y desprejuiciada de los ritmos tórridos latinoamericanos proceda de los confines más lluviosos de la península ibérica. Pero lo cierto es que Galicia, como cuna del fenómeno millonario de las orquestas de pueblo, es el principal nicho de seguidores de la cumbia y el merengue en España. Esteban conoce bien el percal. Estuvo ocho años trabajando para una de ellas. “En la práctica es una vida parecida a la que llevamos ahora con nuestra propia banda. Muchas horas viajando, conocer muchos sitios, trabajar con horarios muy malos… La diferencia, que es a su vez la razón por la que acabé dejándolo, es que las orquestas, teniendo músicos increíbles en plantilla, se limitan a hacer covers. Solo a algunas les da por componer alguna canción, pero luego, aunque se conviertan en un éxito, paran allí. Así que llega un momento en que se te queda corto”.
Lo mismo participan en un remix de Mueveloreina, que colaboran con el artista sevillano Bronquio o versionan a Los Tamara junto a Novedades Carminha. Sus referencias musicales tampoco tienen fronteras: pueden citarte a viejas glorias de los noventa como Tool y Smashing Pumpkins, a clásicos del flamenco o a Los Hermanos Rosario y Buena Vista Social Club. Su corazón está también en gran medida con el punk underground -Cuchillo de Fuego, Betunizer-, y por supuesto con el rap, que es el género que unió en primera instancia a estos dos compostelanos. De hecho, ambos son miembros activos de la nueva escena trap gallega (con formaciones ya desaparecidas como Frederick y Estupefazebras, y otras en activo como Boyanka Kostova).
“Todo empezó hace cuatro años con una banda de rap instrumental que montamos con más amigos”, comenta Esteban, conocido como Sportfresh Casual dentro de los círculos del hip hop. “Siempre habíamos tonteado con la idea de montar un grupo de cumbia, pero todo se quedaba en unas risas. Hasta que un día empezamos a ensayar, sin ninguna pretensión, y nos salió la melodía de “La Paya Papaya”. Decidimos seguir hacia delante”.
“Para nosotros significaba salir de la zona de confort. Experimentar. Probar. Aunque hay grupos de garage o de indie buenísimos, la sensación general que tenemos mucha gente de nuestra generación es que todo está inventado y es un poco repetitivo. Se palpa en el ambiente las ganas de jugar y mezclar con los estilos. Por eso ahora se mezcla tanto flamenco con pop, o la música tradicional con electrónica como hace Baiuca, que es un grupo gallego que la está petando ahora mismo”. Como buen aficionado a la cocina, Esteban remarca su argumento con una analogía gastronómica: “Es como un plato clásico, que está muy rico. Pero cuando lo especias está mucho mejor, ¿no?”. Esteban (que es “el de azul”) asume la creciente popularidad del grupo como un éxito colectivo de su generación. “No debe subestimarse el oído y el criterio de los millenials, porque tenemos mucha información, hemos estado siempre expuestos a una variedad de música infinita, y el gusto musical va en consecuencia. Somos cada vez más exigentes”.
Queda aclarado por tanto que el gusto por los ritmos latinos de Esteban y Manuel no es irónico sino genuino. Viajar a la cuna de la cumbia, Colombia, es uno de sus anhelos. “Sería impresionante hacer una gira por Colombia y Venezuela, pero nos impone respeto. Es como que te guste el flamenco y te pongas a tocar bulerías en Andalucía ¡Cuidado donde te estás metiendo! (ríe). También es verdad que puntualmente hemos compartido escenario con grupos como Candeleros, y la verdad es que les hemos gustado y han encajado bien que dos gallegos hagan música afrocaribeña. Al fin y al cabo no estamos haciendo otra cosa que rendir homenaje a su cultura, para mí no hay mejor piropo”.
Las aceradas polémicas sobre la apropiación cultural en el mundo de la música –con el caso del supuesto andalucismo fingido de Rosalía como punta de lanza-, no va con ellos. “Personalmente me parece una auténtica tontería. Si nos ponemos así, nos empobreceríamos todos. Deberían dejar de tocar los 50.000 grupos de blues que no son de Nueva Orleans; casi ningún grupo debería cantar en inglés y en España todos estaríamos condenados a tocar coplas y pasodobles. ¡Bueno, Esteban y Manuel tendríamos que tocar muñeiras!”.