VALÈNCIA. La cifra no deja de crecer y ya se acerca a los 28.000 habitantes. Según los últimos datos del padrón municipal elaborado por el Ayuntamiento de València, el distrito de Ciutat Vella tiene a su población en niveles máximos desde comienzos de siglo, y podría incluso superar pronto en número de personas a Benimaclet. Pero este desarrollo, que coincide con un incremento de las llegadas de extranjeros a las zonas más céntricas de la ciudad, esconde también un éxodo silencioso: ocultos tras los numerosos empadronamientos venidos desde el exterior, muchos vecinos abandonan cada año los barrios del centro histórico para establecerse en otros puntos de la capital valenciana.
Ocurrió así por ejemplo en 2021, cuando los residentes que salieron de Ciutat Vella para instalar su hogar en otro distrito superaron, por séptimo año consecutivo, a quienes cambiaron su barrio de origen por uno de los que componen el corazón de València. El resultado, según reflejan las altas y bajas del padrón publicadas por el consistorio en septiembre, es un saldo intraurbano negativo que en el último lustro supera las 750 personas, y que revela la otra cara del fenómeno demográfico que experimenta el entorno más emblemático de la ciudad.
Para los residentes en Ciutat Vella, no obstante, este no es un proceso nuevo. “Ya se había vivido en los años 80 y 90, cuando una nueva hornada de vecinos desplazó a los de toda la vida”, asegura Xavi Pérez, miembro de la asociación Ciutat Vella i Viva. Entonces, en un momento en el que se desarrollaron programas como el Plan de Rehabilitación Integral del centro histórico de Valencia (RIVA) para paliar su degradación arquitectónica y las condiciones de insalubridad, llegaron muchos nuevos habitantes mientras que quienes no podían hacer frente a los alquileres ni rehabilitar viviendas “se fueron a otros sitios, y con las tiendas ocurrió igual”, comenta Pérez.
Ahora, en medio de un escenario similar, los propios vecinos expresan que las razones de este éxodo estarían relacionadas con fenómenos como la turistificación y con la adopción de medidas que habrían entorpecido la vida diaria en el distrito. Para Toni Cassola, responsable de los asuntos de ocio y turismo en la Federación de Asociaciones de Vecinos de València y miembro de la directiva de Amics del Carme, Ciutat Vella se parecería cada vez más a “un centro comercial en abierto”, mientras que Pérez apunta que el turismo “se ha pasado de frenada” y que se debería “buscar el equilibrio”.
De este modo, algunos de los motivos que llevarían a muchos residentes a abandonar el núcleo de la ciudad serían las consecuencias directas de la afluencia de turistas, como el ruido o la suciedad. Además, Cassola señala a la proliferación de apartamentos como “el verdadero problema” del distrito, que se ubica en una de las ciudades más visitadas por los usuarios de plataformas como AirBnB o Booking. Ante este escenario, el reciente Plan Especial de Protección (PEP) de Ciutat Vella trataba de regular la existencia de este tipo de negocios para compatibilizar la intensa actividad turística del barrio con otros usos como por ejemplo el comercial o el residencial, pero desde la Federación de Vecinos insisten: “En la calle Bolsería, en el Mercat, hay casi más turistas que vecinos. Son zonas fagocitadas por el turismo”.
Precisamente entre los barrios que más padecen este éxodo de residentes figuran, según los datos del padrón municipal, figuran la Seu y el Mercat. En el primero de ellos, hogar de la Catedral y del tramo de la calle Caballeros que arranca en la Plaza de la Virgen y muere en la Plaza del Tossal, el saldo entre las salidas y llegadas por cambio de domicilio adquiere un cariz significativo al representar, en el último lustro, una pérdida equivalente a más del 5 % de su población actual. Se trata, así pues, del barrio de la capital valenciana que sufre este fenómeno con mayor intensidad. En el segundo, donde se ubican la Lonja y el Mercado Central, ese porcentaje es también muy elevado, ya que se encuentra en torno al 4,7 %.
Este escenario, en menor medida, también alcanza a otras zonas más modernas de Ciutat Vella, como Sant Francesc, donde se ubican el centro financiero de la ciudad, la Plaza del Ayuntamiento y la calle Colón. Por lo general, los flujos de movilidad intraurbana indican que quienes se marchan de este distrito a otros lugares de València buscan no alejarse demasiado del centro, y se establecen cuando es posible en las áreas colindantes de Extramurs, l’Eixample y la Saïdia, aunque también se observan desplazamientos relevantes a lugares como Quatre Carreres.
Más allá de los apartamentos turísticos y de sus consecuencias sobre los precios y los pisos de alquiler, los vecinos advierten también la preferencia de las constructoras por edificar en grandes superficies y alturas en lugar de en los solares del centro histórico, donde es más probable que la rentabilidad sea menor. Además, tanto Cassola como Pérez señalan que algunas medidas recientes, como el Área de Prioridad Residencial (APR), han aumentado la incomodidad diaria de los vecinos. “Tienes que estar pendiente por ejemplo de avisar de quién va a ir a tu casa”, explican desde Ciutat Vella i Viva. En este sentido, el alcalde de València, Joan Ribó, pidió la semana pasada que se mejorara la señalización del APR ante el aumento de las sanciones.
Pero si los efectos de este éxodo intraurbano no se han dejado notar en las cifras del padrón es porque, al menos sobre el papel, ahora Ciutat Vella resulta una zona muy atractiva para otro tipo de perfil más internacional. A comienzos de siglo, solo un 5 % de los residentes de este distrito había nacido en el extranjero, pero ahora son casi uno de cada cuatro quienes habrían desplazado su domicilio desde fuera de España al núcleo de la ciudad. Esta situación, además, sitúa en el 50,8 % al porcentaje de residentes que han nacido en València, por lo que están ya cerca de representar a menos de la mitad del total.
Más difícil es ya definir las características de este nuevo tipo de habitante, aunque desde la Federación de Vecinos señalan que en el distrito conviven personas extranjeras, muchas de origen europeo, “que rehabilitan casas y se vienen a vivir aquí”. Algunos de ellos, según cuenta Cassola, se establecerían en València solo una parte del año, mientras que Pérez señala que su presencia no se advierte en el día a día. “Es algo que sabemos que está ahí porque lo dice el padrón, pero no sabes si son personas que han venido por inversión”, indica. “Si están empadronados será porque vivirán en los barrios todo el año, pero tampoco se aprecia mucho en el día a día. Serían personas que en todo caso se han integrado en el ambiente”, constata.