VALÈNCIA. Surgido en los márgenes de la contracultura, el fanzine vive desde hace años inmerso en un imparable torbellino de creatividad y éxito popular. Sin perder esa faceta casera y underground que se entronca en su propia esencia, estas publicaciones han logrado convertirse en un objeto de deseo para una inmensa minoría de ávidos lectores. No en vano, su aparición en librerías y festivales dejó hace tiempo de ser una anécdota para devenir en una opción más en el consumo cultural. Con semejante ebullición artística, resultaba imperante la creación de una plataforma que reuniera toda la información disponible sobre el sector. Así surgió Fanzineología, una suerte de enciclopedia online nacida en València que recoge la actualidad sobre este ámbito y, además, introduce el componente de la reflexión teórica. En definitiva, todo lo que usted siempre quiso saber sobre la autoedición grapada y nunca se atrevió a preguntar.
Como toda buena iniciativa contemporánea que se precie, este proyecto empezó en Instagram y, más en concreto, en la cuenta de Alejandró Álvarez, quien compartía con sus seguidores imágenes de las revistas que compraba. Se trataba en un primer momento de un catálogo personal, sin pretensiones, una simple excusa para difundir aquellos productos que tanto le apasionaban. La idea fue un éxito y comenzó a alternar fotografías de sus adquisiciones con las de otros productos que le mandaban seguidores del formato. Alrededor de 2014, surgió la idea de crear Fanzineología, y, ya constituida la plataforma, decidió invitar a profesionales relacionados con este universo para que compartieran sus conocimientos al respecto. Comenzaron así a incorporarse a la web análisis sobre la situación del sector, información de festivales, crónicas sobre las presentaciones de nuevos ejemplares y entrevistas a autores relevantes. También consejos para crear volúmenes de cero o curiosidades destinadas a coleccionistas. Para Inma Pérez, una de las principales colaboradoras de la página y propietaria de la librería Dadá, se trata de un proyecto que surgió “por combustión espontánea”. “No había ningún espacio similar. Queríamos que la gente descubriera por qué se hacen los fanzines, qué significado tienen. Sentíamos que había bastante que contar”.
Así, con un par de clics, el internauta puede explorar publicaciones como Supurabasura, 4 elementos, Odiar es gratis, El volcán, o Color carne, entre otras muchas. Más allá de su valor informativo, Fanzineología busca también dinamizar el sector y ampliar el mercado: “Vivimos en una época en las que es muy fácil editarse, no es necesario recurrir a una gran empresa para poder ver tu trabajo hecho realidad. Queremos motivar a la ciudadanía para que sigan creando, para que lancen nuevos números”, sostiene el impulsor y alma del proyecto.
En este sentido, Álvarez reivindica el carácter ancestral de los fanzines “han existido desde hace muchísimo tiempo, de hecho, ya en el XVI hay ejemplos de autoedición, pero quizás ahora, gracias a las redes sociales, estos productos cuentan con más visibilidad y eso puede transmitir cierta sensación de burbuja”.
No es casualidad que un proyecto como este haya surgido en las calles de València donde “siempre ha habido esa sed de fanzines, son los propios autores los que han colocado a la ciudad en el mapa de la autoedición”, apunta el gestor cultural y locutor. Entre los colaboradores del proyecto, nombres conocidos en la esfera cultural de esta urbe mediterránea, como Martín López Lam (responsable de Ediciones Valientes) o los ilustradores Clara Iris y Álvaro Nofuentes. Gran parte de los participantes en esta iniciativa comparten también como común denominador su papel de propulsores del festival Tenderete, la gran cita de la autoedición de València. De hecho, como indica Pérez, sin él no existiría Fanzineología: “puso el germen para que se popularizara tanto el fenómeno en esta tierra. De hecho, hay muchos autores que solamente publican en las dos ediciones anuales del festival. El boom actual es consecuencia de este evento”.
Como se puede comprobar echando un simple vistazo a los contenidos de la plataforma, el término fanzine no es un concepto monolítico e inmutable: “encontramos desde productos grapados muy sencillos hasta publicaciones que podrían haber salido de una multinacional”, apunta Álvarez, quien señala que existen dos asuntos clave que configuran una de estas revistas: “las ganas que tengas de hacerlo y los recursos económicos de los que dispongas”. A partir de ahí, todo es cuestión de dejar la mente volar. “En realidad, resulta muy complicado definir qué es un fanzine, ya que el ecosistema en el que se mueve ha cambiado mucho. Antes se entendía que era una publicación hecha por o para fans de algo, ahora ya no es así”. Desde su condición de sabio en la materia, entre sus favoritos destaca los de la editorial Antipersona “porque tienen mucho contenido literario, no recae todo el peso en el campo gráfico”. De igual modo, apunta a que crear fanzines, en ocasiones, se convierte casi en un proceso adictivo: “A la gente que hace cómics, por ejemplo, le encanta crear estos productos de forma paralela por la libertad que les ofrece. Hay algunos, como Jorge Parras o Roberta Vázquez, que publican profesionalmente en editoriales importantes o revistas y aún así siguen haciendo fanzines”. Respecto a la audiencia, para Álvarez “no hay un lector medio, creo que cada uno tiene su tipo de público, dependiendo de a qué materia esté enfocado”.
¿Por qué esa necesidad de hacer constar en acta los ejemplares que van saliendo al mercado? Pérez apunta a la volatilidad del propio producto: “Son una publicación muy efímera, muy limitada, aparecen y desaparecen en función de su edición y venta. Como son ediciones muy pequeñitas -algunos tienen solo 15 copias- con este proyecto buscamos hacer una especie de registro visual”. En la Dadá llevan cerca de una década vendiendo este tipo de material “y durante una temporada llegamos a plantearnos si había una burbuja”. Entra aquí esa idea de presentar la plataforma como un rincón para los enfoques ensayísticos, teóricos y analíticos. En ese sentido, a la hora de abordar sus artículos para Fanzineología, la historiadora del arte sintió que debía “introducir cuestiones cuantitativas” en los análisis que realiza. “Yo hablo de números, de cuánto se vende, porque creo que es importante tomar perspectiva. Quizás parece que ahora hay fanzines por todas partes, pero el hecho de que se vean mucho no implica que sean rentables económicamente o se hayan vuelto artículos de masas. La realidad es que hay que estudiar los costes y gastos que suponen estos productos, pero también el significado y la relevancia que tiene su puesta en circulación. Al final, como librería, reivindicamos que no se trata de distribuirlos simplemente por dinero, sino de dar salida a un tipo de publicaciones que en otros espacios quizás no tienen esa oportunidad”, sostiene la librera. De esta manera, aspiran a que sus lectores no contemplen el boom de estos ejemplares “solo como un fenómeno atractivo, sino que el público sea consciente de todo el trabajo que lleva detrás: desde la propia creación de un fanzine hasta la puesta en marcha de un festival”.
Tras una temporada en la que el consumo se basaba fundamentalmente en la endogamia (“los que compraban eran los mismos que creaban”), Inma apunta a que se está logrando llegar a una audiencia más variopinta gracias al “relevo generacional”. “Quienes empezaron a lanzar eventos como Tenderete han acabado por ganarse a un público muy joven que pertenece a disciplinas muy diversas y que conoce el formato, está familiarizado con él y viene buscando un tipo de material específico y seleccionado”. Otro fenómeno es el de las bibliotecas, que, en los últimos tiempos, “han ido incorporando esta producción a sus fondos” otorgándole así el status de los productos editados de mayor prestigio.
Los motivos por los que se crean fanzines han variado mucho a lo largo de las últimas décadas: “Hace unos años era una forma básica de poder expresarte cuando no tenías medios. Era muy barato de hacer, te lo podías fotocopiar y bastaban con unas cuantas grapas para poder difundir tu mensaje”, señala la librera. Así, ya fuera poesía, fotografía o teoría política, muchos creadores optaron por este formato “para venderlo por una cantidad muy pequeña de dinero”. Fue pasando el tiempo y, aquellos productos que consiguieron hacerse un hueco en el mercado mejoraron en medios y distribución, ganaron peso específico: “ahora los profesionales aspiran a una mejor calidad en el resultado final”, siempre sin perder el enfoque Juan Palomo, por supuesto. Y es que, estos zines han mejorado su consideración social, pero mantienen intacta su espíritu: “Se trata de un género que te permite ser muy versátil, muy libre y en el que no te controla nadie. El papel está en pleno auge de experimentación y ahí la autoedición te permite explorar sin cortapisas”, apunta Inma, quien destaca que, de este campo han surgido muchos reputados artistas de la actualidad, como María Herreros. El tiempo pasa, las modas cambian, el fanzine prevalece.