VALÈNCIA. (EFE/Eva Batalla) El escritor Ferran Torrent (Sedaví, Valencia, 1951) explica en una entrevista con la Agencia EFE que su afición por contar historias le viene de adolescente, que le tiene pánico a la fama, que le gustan las barras de bar y que uno de sus puntos de referencia es la Estación del Norte de València y los cuatro kilómetros que la rodean.
-De pequeño era buen "cuentista", un buen orador, ¿ya dejaba ver su vocación por la escritura y la lectura?
-No sé si era vocación o que en aquella época había menos distracciones y por ello la gente tenía más tendencia a reunirse, hablar y comunicarse que ahora. Yo era muy aficionado a contar historias, desde adolescente. Como mis amigos no leían, yo les contaba historias de los libros y era como si ellos leyeran.
En aquel momento leer era para mí una distracción cuando se acababan los juegos en la plaza. Tenía la misma costumbre que tengo ahora, sobre todo en invierno: irme a la cama a las ocho de la tarde para leer.
-¿Cuáles eran sus referentes literarios?
-Hay muchos, sobre todo novela tradicional. Los rusos del XIX, los franceses, la literatura norteamericana de los años 50 y 60, Ernest Hemingway, Truman Capote... He leído tanto que, sinceramente, ahora no sé cuáles serían mis referentes.
-Ha dicho, no sé si en broma o en serio, que su verdadera vocación era ser camarero.
-Lo he dicho en plan coña porque los camareros, de alguna forma, son también cuentistas. En una barra es habitual que el camarero te cuente muchas cosas y tú a él también, y uno de los ingredientes de un buen novelista es saber escuchar.
-¿Es buen conversador?
-Sí, soy muy buen conversador siempre que los temas me interesan, y buen 'escuchador' casi siempre en todos los temas. Me gusta sobre todo hablar con la gente mayor, con quienes recuperas formas de vida que ya se han perdido, cosas que has olvidado, como las transformaciones urbanas en los pueblos, que han sido tremendas, más radicales. Las personas a veces no tienen cultura pero tienen vida, que es una forma de experiencia.
-La ciudad de València es el escenario de muchas de sus novelas, ¿cuáles son su virtudes?
-Sus virtudes son su vida, su actividad. Para un novelista que utiliza muchos personajes el espacio de la ciudad es muy importante. Uno de mis puntos de referencia es la estación del Norte. Suelo coger el tren en Alfafar y en 7 minutos estoy en la ciudad. Y cuando vengo me muevo en un área de unos cuatro kilómetros, donde están las librerías, restaurantes y comercios que frecuento. Son los que conozco de siempre.
-Es un gran aficionado a la gastronomía, ¿pero es más de restaurante de barrio o de alta cocina?
-Más bien soy aficionado a la mesa. Me quedo con el restaurante de buen producto.
-¿Y buen cocinero?
-No, no me gusta nada. Como muchos días fuera. Ir a restaurantes también me permite relacionarme, conversar, porque paso muchos horas solo, sin hablar con nadie.
-¿A qué escritor o escritora se llevaría a comer y de tertulia?
-A Quim Monzó, por ejemplo, somos buenos amigos y hace mucho tiempo que no le veo.
A escritores y escritoras que fueran de mi generación para recordar tiempos y situaciones. Les llevaría también a la barra del restaurante Civera. Las barras de bar me gustan mucho.
-¿Es una persona de manías para escribir? ¿Alguna superstición?
-Supersticioso no, maniático sí. Escribo siempre por la mañana, el mejor momento, porque tienes la cabeza despejada. Me levanto pronto, practico algún deporte y me pongo a escribir, siempre primero a mano y el día siguiente lo paso al ordenador.
-¿Y acompaña la escritura con una banda sonora?
-A veces me pongo en voz baja a Montserrat Caballé o Puccini. Me ayudan en ocasiones a la situación que estoy contando en la novela. Para relajarme me tumbo en el sofá y me pongo música clásica o cantos gregorianos. Soy de gustos musicales muy variados y muy típicos, de los años 70 y 80, como los Rolling Stones.
-Ha abandonado las redes sociales, ¿por qué?
-Llegó un momento en el que tenía 40.000 seguidores, me controlaban mucho. Una vez estaba comiendo con un amigo y colgaron una foto y me molestó. También me pedían conferencias, había gente que me quería enviar su novela.
A la fama hace años que le tengo pánico. Un día te puedes equivocar y hay gente que toda la vida te recordará por un error que has cometido. Si eres famoso por tu trabajo, lo que tienes que hacer es controlar y dosificar.
-¿Los premios también los lleva mal?
-No me gustan los premios institucionales y espero que no me den (ríe). He rehusado premios importantes pero no por humildad, es que me incomoda todo lo que es la periferia del premio. Yo no estoy diseñado para eso. Al final lo que va a hablar de ti es tu trabajo, no las medallas o los homenajes.
-¿Es más de playa o de montaña?
-"Fan" total de la montaña y de lugares con poca gente. La playa no la toco para nada. No me gusta el sol, soy alérgico (con diagnóstico médico) al sol, tampoco la playa. Estoy tan habituado a estar solo que cuando hay mucha gente me agobio.
-Complete esta frase: la edad me ha enseñado a...
-A ser más prudente, a tener más paciencia y a valorar más el día a día.