CASTELLÓ. Ayer voté al mediodía, en el Instituto Ribalta de Castelló. No había aglomeraciones. Soy torpe de nacimiento, siempre he tropezado dos y hasta mil veces con la misma piedra. Además, ahora camino con una muleta, tras mi operación de pie, que ha multiplicado mis desequilibrios. Ayer viví una escena propia de mi naturaleza y de la intolerancia de otras naturalezas. En la cabina de grises y arrugadas cortinas para el aislamiento del voto personal, las papeletas, al ser tan largas, pendían sin equilibrio de unas casillas imposibles. Mi torpeza consistió en buscar mi voto y desmontar las papeletas de varios partidos políticos… La situación fue muy embarazosa. En mi espalda, y cogote, sentía el aliento de una mujer. Le pedí ayuda para recoger tanta papeleta que yo había tirado al suelo. ¿Saben ustedes que se giró y se alejó sin hacerme ni puñetero caso?. De su cuello colgaba la acreditación de apoderada de un partido de derechas. ¡¡Alucinante!!
No sé que va a pasar hoy ante los resultados electorales de los países de la Unión Europea. Ayer escribí después de votar, en unos instantes emocionantes, porque Clara, la pareja de mi hijo mayor, Miguel, estaba ingresada en el Hospital General, a la espera del nacimiento de mi cuarto nieto, Guillem. Pensé que mi nuevo chiquitín llegaría al mundo con un voto bajo el brazo.
Precisamente por la vida nueva que nace de sus madres, de las parejas de mis dos hijos, por la vida de mis nietos Aimar, Biel, Quim y Guillem, es tremendamente importante que Europa siga siendo un gran espacio para la democracia, la justicia social, la libertad y el diálogo. He luchado desde la adolescencia para que las personas seamos libres y respetuosas, para que disfrutemos de servicios públicos de calidad, educación y sanidad, para que mis hijos tuvieran derecho a estas prestaciones, a una enseñanza plural, inclusiva, a una universidad pública.
La pasada semana leía en los medios de comunicación que el gobierno autonómico del PP-Vox anunciaba tremendas discriminaciones de acceso a la escuela pública, -sobre todo para beneficiar a la concertada-. Para acceder se va a priorizar a escolares de madres y padres valencianos, además de que los dos progenitores estén trabajando.
Les falta, tiempo al tiempo, solicitar un prueba de ADN o analíticas para determinar la ascendencia pura valenciana, tal cual los principios asquerosos de exterminar a quien no cumplía las reglas genéticas de la raza aria del fascismo.
Qué triste está siendo todo. Siento miedo por mis hijos, sus parejas, y por mis nietos. ¿Qué mundo les espera?. ¿Qué tiempo presente les queda para luchar a diario por la supervivencia democrática? Es terrorífico cómo nos están marcando a hierro caliente a quienes pensamos diferente.
La pasada semana, además, el fascismo castellonense que gobierna el Ayuntamiento junto al PP, que ya no sabes qué es lo mismo, lanzó una de las campañas ‘comerciales’ más vomitivas, dedicadas a ‘las suegras’, desde las peores ideas misóginas, discriminatorias y despectivas. Han cambiado toda la cartelería, pero es igual. Han demostrado que la caspa gobierna Castelló. La misma caspa que hemos sufrido quienes crecimos en la dictadura franquista. Tremenda vergüenza.
Son tantas las historias retrogradas que no caben en este artículo. Una pena que el PP gobernante no se desmarque de sus socios fascistas.
Ayer mi vecina Carmen votó conmigo, al mismo tiempo. Regresamos a casa felices con el deber cumplido. He estado una semana en Madrid y traje berenjenas de Almagro que en mi barrio madrileño siguen vendiendo en cucuruchos de papel, como los pepinillos y cebollitas en vinagre, en el colmado de toda la vida.
Comimos un arroz al horno, bendecido por el caldo de una olla castellonense que hizo mi vecina hace unos días. Mi viaje a Madrid me ha dejado una lucha imposible entre el pasado y el presente. Carmen me ha abrazado infinito estos días de tanta tristeza e impotencia. Ayer comimos rápido, esperando el nacimiento de mi nuevo nieto. Cuánta felicidad esperando a mi nuevo chiquitín, pensando en mi hijo mayor, aquel primer hijo maravilloso, aquel primer pequeño que tanto quiero. Y sintiendo también la valentía de Clara, la querida pareja de mi hijo, una madre amorosa que luchará hasta el final para tener a su segundo hijo.
Mi vecina Carmen me ‘secuestró’ toda la tarde, hasta saber cómo iba el parto. Me ha abrazado hasta el infinito, recordando que mi nuevo nieto Guillem significa la luz y esperanza del futuro por el que hemos luchado toda una vida, todas las vidas, todos los países europeos que han decidido firmemente apostar por la democracia.
Buen lunes. Buena semana. Buena suerte.