vinos con alma

Giropa Productors Associats: cuando la unión hace la fuerza

5 proyectos vitivinícolas de la Marina Alta y una misma filosofía: bodegas que respetan las variedades autóctonas, que elaboran vinos mimados, artesanales y con poca intervención.

| 04/02/2022 | 5 min, 39 seg

Ellos son Gutiérrez de la Vega, Curii Uvas y Vinos, Manu Guardiola, Aida i Luis Vinyaters y Cap de Nit. Esta es la historia de Giropa Productors Associats. 

“Todo surgió gracias a Violeta (Gutiérrez de la Vega) y Alberto (Redrado), que son los que llevan aquí más tiempo. Un día nos juntaron a todos, nos explicaron lo que querían hacer y enseguida conectamos muy bien, ya que representamos un mismo concepto”. Eso que se traían entre manos (y viñas) era el germen de Giropa Productors Associats. El que nos lo cuenta es Luis. Aida lo secunda: “Vimos que estábamos surgiendo pequeños proyectos con la misma filosofía, la misma forma respetuosa (y con poco químico) de tratar en el campo o de trabajar en bodega. Decidimos unirnos para ser más fuertes y darle protagonismo a la giró”. De ahí lo de Giropa, que pone nombre a la asociación.

¿Las coordenadas? Giropa nació y habita en la comarca de la Marina Alta, esa que está en boca de todos, también vinos mediante. Pero comencemos por el principio. “En 1978, por casualidades de la vida, mis padres se vinieron a Parcent. Mi madre, que es de Jávea, tenía experiencia en el campo y mi padre era marino, pero tenían una finca agrícola y el tío de mi madre, el Tío Raimundo, les enseñó a hacer vino”. Quien habla es Violeta Gutiérrez de la Vega, hija de Felipe, que confiesa que lo ha aprendido todo en la bodega familiar. Junto a sus hermanos Clara y Felipe lidera ahora el proyecto, aunque los patriarcas, reconocidos por sus moscateles, aún no se han jubilado. 

El destino hizo de las suyas y en 2010 los caminos de Violeta y de Alberto Redrado (aka sumiller de La Escaleta) se cruzaron. “Nada más conocernos ya queríamos hacer un vino juntos”. ¿Acaso hay una mejor declaración de amor que esa? “Queríamos recuperar viñedo viejo de giró. Aunque mi madre ha investigado mucho los moscateles secos y el dulce, yo quería centrarme en el tinto. Alberto estaba de acuerdo y estuvimos un año buscando parcelas por la Marina Alta (Tárbena, Jávea o Calpe) y al final nos centramos en Bernia, Marnes, el Pla de Llíber…”. Les pareció interesante desarrollar la giró (fue precisamente la variedad con la que comenzaron sus padres) y así es como consiguieron una primera añada en 2012, bajo su marca Curii Uvas y Vinos. Al principio elaboraban en la bodega de Felipe, hasta que en 2017 se fueron a Xaló. Fue entonces cuando comenzó el efecto dominó. “El primero que vino a conocernos fue Josh. Lo hizo con Belondrade, bodega vallisoletana en la que había estado trabajando”. Joshua Kniesel es quien está detrás de Cap de Nit, que empezó a fraguarse ese mismo año con la ayuda de su pareja, Josie Cleeve. Se conocieron en la Adzubia, donde ambos veraneaban. Allí no había viñedo, solo naranja, así que acabaron en Alcalalí. Producen vinos blancos y tintos con giró y moscatel, uva que seleccionan y cosechan a mano en cajas de 7 kilos, que fermenta espontáneamente en depósitos de acero inoxidable y tinajas de barro. Y van más allá: ya tienen su propia vinoteca, Dama Juana, uno de esos lugares a marcar en nuestro mapa de carreteras (léase Google Maps).


“Después vino Manu con Pablo Matallana”, prosigue Violeta. Manu Guardiola, farmacéutico y enólogo, es hijo de agricultor y el más autóctono de todos, casi como la giró. “Soy de Xaló, donde hay una gran cultura de hacer vino en casa pero para autoconsumo. Yo decidí dar el salto y estudié enología en el Politécnico de Valencia, donde conocí a Aida y Luis. A partir de 2016 empecé a hacer vinos y a comercializarlos en 2019”. Sus cuatro hectáreas de viña, todo en ecológico, son de la familia. Su bodega, que antes fue lagar y almazara, es la parte de abajo de su casa. Los suyos, como los de Aida i Luis, pueden considerarse “vinos de garaje” pero sobre todo son vinos con alma. “Con Giropa intentamos potenciar la diferenciación que hay dentro de la comarca de la Marina Alta, que no es un territorio muy extenso pero sí muy diverso. Desde la costa, donde los suelos son mucho más calcáreos y arenosos a arcillosos en el interior e incluso tenemos suelo más rojo, con alta carga en materia orgánica, en hierro. En el valle, a medida que vamos hacia las montañas, encontramos esa parte más caliza. Es muy bonito ir conociendo la zona e ir viendo cómo cambian los vinos”.

Todos son unos enamorados de la comarca alicantina en la que se encuentran. “Empieza a haber gente formada, no estaría mal reunirlos a todos”, pensó Violeta. En 2018 fueron Aida y Luis quienes llegaron a Xaló, después de recorrer medio mundo, de vendimia en vendimia. Después de una en Francia y antes de irse a Nueva Zelanda, decidieron volver a casa. La suya estaba en Valencia, pero la familia de Luis es de la Marina Alta, así que se instalaron aquí. “Nos encantaba la zona y sus variedades. Vimos su potencial vitivinícola, ya que aquí hay viñas con diferentes suelos y microclimas: el rosado lo elaboramos con uva de los viñedos de este valle, para el tinto cogemos todo en Bernia, en altitud, y para el blanco nos vamos a la zona de mar, en Benitatxell”. Ellos trabajan únicamente con moscatel y giró. “Todo lo hacemos nosotros, no tenemos trabajadores”. Con sus 15 depósitos, 6 damajuanas y 5 barricas rondan las 8.000-10.000 botellas anuales. Reconocen que Manu les ayudó muchísimo en sus inicios. El compañerismo y la generosidad son las grandes señas de identidad de Giropa que, en estos años, ha hecho investigaciones sobre el giró, estudios genéticos de sus parcelas y mucho trabajo de campo. Lo último: su Giró-fest. Ellos son el claro ejemplo de que el movimiento se demuestra andando. 

Violeta reconoce que hasta hace unos años estaban muy solos, pero ahora han unido fuerzas para crear un ejército de inquietos, románticos y comprometidos amantes de su terruño: embajadores de una comarca que ya es espejo para muchas otras. 

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