VALÈNCIA. Gonzalo Calvo, al contrario de lo que pudiera parecer, es un hombre tímido. No valdría para malo de la peli. Después de 15 años dedicado a impulsar la marca Casas del Mediterráneo, se dio de bruces con la crisis del ladrillo y tuvo que reinventarse a sí mismo. En este punto de la historia nació Saona (con el nombre de la cala donde conoció a su mujer). Un modelo de restaurante que ha dado con la fórmula del éxito: menú de 9'90 euros, cocina mediterránea y decoración balear.
Todo cuqui, muy de quedar en grupito.
Tras diversificar la marca (Tagomago, Turqueta, Quick Saona) y abrir hasta 16 locales en tan solo seis años, no ha despertado precisamente simpatías. Hay envidia, claro. También acusaciones de que trabaja con comida de Quinta Gama -o lo que es igual, platos procesados y parcialmente preparados antes de llegar al restaurante-. Y vaya, el caso es que él lo niega, pero las salsas viajan en camión desde una nave.
- ¿Por qué un hombre venido del sector inmobiliario crea una cadena hostelera?
- Todo empieza por la necesidad de trabajar, y además, en algo que me gusta especialmente. Me dedicaba al inmobiliario y, en el año 2011, llegó la crisis. Tuve que cerrar la empresa y cambiar de sector. Realmente, desde siempre, me había llamado la atención la hostelería. No soy un gran cocinero, pero en casa siempre he hecho cosas, y también soy muy aficionado a la decoración. Me planteé unirlo todo en un nuevo proyecto.