Siete años después de su cierre, el Greenspace sigue sin encontrar relevo y Valencia continúa viendo pasar de largo las giras internacionales de formato medio-alto
VALENCIA. La familia Morente (mujer e hijos de Enrique Morente), junto a Lagartija Nick, ha firmado tres fechas para conmemorar el 20 aniversario de ese fantástico encuentro que fue Omega, el disco con ecos de Federico García Lorca y Leonard Cohen que la banda granadina grabó junto al cantaor. Una de esas tres citas es precisamente hoy, 1 de diciembre, en La Rambleta; allí, a partir de las 21:30, Aurora Carbonell y Estrella, Soleá y José Enrique Morente pondrán la voz donde la puso el patriarca de la familia. Sin embargo, no será la primera vez que las canciones de Omega y la voz de un Morente suenen en Valencia, por lo que el homenaje adquiere una nueva dimensión en territorio valenciano.
No será la primera, y tampoco la segunda. En vida, Morente desplegó su aliento renovador en Valencia en dos conciertos emblemáticos, de esos que disparan el gélido sudor de los inmovilistas flamencos y se adhieren al recuerdo de los que asisten despojados de prejuicios y complejos. Hay en la reedición de Omega una canción en directo que llama especialmente la atención. Se trata de ’Oriente y Occidente’, la colaboración que Morente con Sonic Youth en el concierto del otoño de 2005 en Valencia. El periodista Ignacio Julià hablaba de la excepcionalidad del encuentro en el número de diciembre de aquel año en Ruta 66: “fue entonces cuando el quinteto sónico volvió al escenario para sumarse a Morente y los suyos en el martinete ‘Oriente y Occidente’, largo y complejo desarrollo en cuyo inicio el cante apenado de Morente se erige en protagonista, con Steve Shelley plenamente integrado en la rítmica impuesta por los flamencos y sus palmas y cajones”.
La segunda de aquellas visitas memorables del cantaor a Valencia se remonta a 2008, tres años después; entonces, Morente sí llegó con la escolta de Lagartija Nick, con quienes había grabado Omega, y junto a los que facturó uno de los directos del siglo en la ciudad. Aquel año, con motivo de la reedición del disco, se sucedieron los conciertos en una serie que unió al Primavera Sound o al FIB con Valencia. Tanto el de Morente con Sonic Youth en 2005 como el de 2008 junto a Lagartija Nick se dio durante los cuatro años que el festival Heineken Greenspace se celebró en las naves de Juan Verdeguer.
Corría el verano de 2005. Valencia se encontraba inmersa de lleno en la espiral de los pelotazos privados auspiciados por lo público, muy cerca ya del estallido orgásmico: en los siguientes tres años llegarían el V Encuentro Mundial de las Familias con el Papa Benedicto al frente, la Copa de la América de Vela y el circuito de Formula 1. ¿Qué podía fallar? Aparentemente, todo. Alguien había descubierto que la zona del Grau-Port tenía mucho potencial por explotar; eso no implicaba necesariamente utilizar recursos públicos para acabar con la marginalidad que convirtió a la zona en uno de los supermercados de la droga de la Valencia de principios de la centuria. Ahí seguía la calle Bello y su cola para comprar estupefacientes.
Ajena a todo, en verano de 2005 y muy cerca de esa misma calle, una cervecera llegó a un acuerdo con la Concejalía de Juventud del Ayuntamiento de Valencia para utilizar las entonces deterioradas naves de la calle Juan Verdeguer como centro cultural (música y arte). Así nació Greenspace y su festival en Valencia, el Heineken Greenspace, a cambio de 300.000 euros anuales que la empresa holandesa abonaría en los siguientes cursos. La cervecera habilitaría las tres naves que, por otro lado, el Ayuntamiento había incluido un año antes en la aprobación de un programa para construir viviendas en el Grao y que incluía también la rehabilitación de sus partes delanteras.
El objetivo final, según explicaba la delegada Beatriz Simón, era el de conseguir al final de su rehabilitación un centro de recursos juvenil de gestión pública; y la realidad de los datos que vieron la luz hace una década parecía avalar su gestión. Según las informaciones publicadas entonces, Heineken acabaría invirtiendo, en tres años, alrededor de 3 millones de euros, mientras que el Ayuntamiento sólo parecía estar comprometido a agilizar los trámites necesarios (mientras la dignificación de la zona continuaba varada); a los 300.000 euros ya mencionados, los holandeses se comprometían a inyectar 2 millones en el festival, 250.000 euros en promoción y alrededor de medio millón en la rehabilitación de la nave en la que se celebraba el festival. Todo esto hizo que, en su lanzamiento, el proyecto tuviera un valor de más de 4 millones y medio de euros, según la propia marca.
Cuando aún parecía existir margen para el riesgo en los festivales, la dirección artística de Greenspace ofrecía una mezcla de música independiente y difícil de disfrutar en Valencia (Sonic Youth y Enrique Morente, Antony & The Johnsons, Matthew Herbert), mainstream (Marlango), grupos nacionales (Jet Lag & Friends con Nacho Vegas e Iván Ferreiro, entre otros) y locales (La Habitación Roja o Siwel). Por extraño que parezca hoy, la cosa resultó. La previsión inicial para el Heineken Greenspace, la que se afirmaba delante de los micrófonos, era la de contar con 6.000 asistentes en la primera edición del festival; al acabar, los datos oficiales de asistencia ascendían hasta los 15.000.
Con el impulso de esa toma de contacto entre el público valenciano y un festival con nombres que no figuraban en todos los carteles del país, Greenspace empezó a desarrollar una programación estable más allá de su propio festival. Skatalites, Guaraná o las intervenciones de otros festivales como el VEO o el Observatori entraron en los planes de las naves de Juan Verdeguer después del festival. En 2007 y 2008 la lista se engrosó con representantes internacionales (The Riders of the Storm, Yann Tiersen, Marky Ramone, Athlete, Micah P. Hinson, Andrés Calamaro, Nick Lowe) y nacionales (Pereza, Quique González, Violadores del Verso, Uzzhuaïa, Muchachito Bombo Infierno).
En los siguientes años el riesgo empezó a dejar paso a carteles que dejaban mucho menos espacio para la sorpresa. Concretamente, el espacio justo para Enrique Morente y Lagartija Nick. La continuación se caracterizó por las apuestas seguras y la semilla de ese indie que hoy es plaga en los festivales. Sin embargo, ese periodo consolidó al espacio como el lugar idóneo (cuestiones de sonido al margen) para la acogida de esas giras internacionales que ya existían en su programación anual y que, por supuesto, hoy vuelven a pasar de largo: los conciertos de Jamie Cullum, Pet Shop Boys, Paul Weller, Marc Almond, Animal Collective o Juliette and The Licks así lo certifican. Joan As Police Woman, Richard Hawley, Grupo Salvaje o unos incipientes The War On Drugs fueron las únicas concesiones.
Sin embargo, la relación entre Valencia y Heineken (que en 2008 se convirtió en patrocinador de la ciudad merced a un acuerdo con Turismo Valencia), duró lo que tardó en ejecutarse el Programa de Actuación Integral de la zona. El PAI, que estaba previsto para diciembre de 2008 y que finalmente se ejecutó entrado ya 2009, iba a significar la consecución del plan que se inició en 2005 y que había de convertir a las naves en un centro multidisciplinar de recursos para jóvenes creadores; de rebote, y a pesar de que la propia concejala de Juventud declaró en su momento que Greenspace tendría su espacio en el centro, significaría la salida de la cervecera y la desaparición del festival, que en su última edición (itinerante) en 2009 se celebró en el Tinglado 2 del puerto.
La última edición del festival en las naves tuvo lugar en medio de las críticas por el vergonzoso abandono del resto de naves incluidas en el PAI o el veto irracional a asociaciones como Salvem El Cabanyal; meses después, en marzo de 2009, y sin rastro de las promesas de integración en el nuevo centro, dio por concluida su etapa en Juan Verdeguer tras tres centenares de conciertos y más de 140.000 espectadores. Heineken anunció que quería reubicarse en un enclave más céntrico, y que lo haría a partir de la primavera de 2010 (época en la que, por cierto, se declaró un incendio en la antigua sala); sin embargo, los planes para que eso ocurriera en el emplazamiento elegido, las naves de la antigua Imprenta Vila (muy cerca de San Vicente), no fructificaron.
Siete años después de su última edición en Valencia, Greenspace ha dejado en Valencia un hueco que no se ha cubierto ni por asomo. La ciudad ha vuelto a desaparecer del mapa del circuito de giras internacionales y, sin un lugar que ofrezca las garantías técnicas y de aforo necesarias para reflotar, se sigue hundiendo, no sólo respecto a Madrid o Barcelona, sino a otras urbes que, como Bilbao, ya le enseña su matrícula. Desde entonces, ni ha aparecido una Roxy, ni se ha dejado de zancadillear al resto de salas que, juntas y entretanto, deberían poder configurar una red que sirviera de salvavidas cultural para la ciudad.