Mediaset compra un programa aragonés de recreación de crímenes que rinde homenaje al trabajo desarrollado durante los 80 por un equipo de policías que lograron resolver un 90% de las muertes que llegaron a su despacho
VALÈNCIA. La Sexta ha traído muchas novedades a la televisión en España. Ha conseguido, con Salvados, que una entrevista a un inspector de Hacienda lo pete en el prime time. Ha conseguido tratar la política con el formato del Carrusel Deportivo, tanto si se rompe el país, como estos días, como si se vota la enmienda a una ley para etiquetado de yogures. Pero esta cadena estará en mi corazón por motivos diferentes. Si algo le tengo que agradecer yo son sus programas de crímenes.
Ahora cuesta más pillarlos, no están toda la mañana como hace años, pero sigue habiendo por ahí. Y en la televisión por cable, la llegada de la cadena Crimen + Investigación ha permitido ver sucesos documentados las veinticuatro horas. En cualquier momento, en media horita, te puedes enterar de cómo un tendero de Ohio fue degollado, se pensó que sería un atraco pero ocho años después se descubrió que lo hizo su nuera. Pura magia y que, de algún modo, uno asocia a La Sexta. Ellos apostaron a tope.
De todos los crímenes que echan, hay unos en concreto que son purocaviar: Los crímenes vintage. Asesinatos de los años setenta o de los años ochenta. Las incómodas recreaciones con actores de Teletienda no han logrado nunca estropear el deleite de que te pusieran las fotografías reales de los protagonistas, con sus patas de campana, mullets, bigotes o gafas de pera, según la época, y la historia de sus vidas que conducía, indefectiblemente, a un asesinato.
Personalmente, creo que no hay mejor novela negra que entrar en un web de jurisprudencia y leerse sentencias por homicidio al azar. Ahí están todos los detalles, son además datos de un entorno que todos conocemos, y algo que los hace verdaderamente escalofriantes: son reales. No hay mejores escritores de novela negra que los jueces españoles cuando publican sus sentencias con los hechos probados y expuestos en el juicio. La máxima de Pirandello les asiste.
Muchos programas de televisión se han dedicado a explicar y recrear asesinatos en España desde el mítico La huella del crimen en la TVE ochentera, pero ahora es Cuatro quien ha apostado fuerte por nadar en estas procelosas aguas y salir de ahí con cierta elegancia. Primero, con La noche de las mentes criminales y ahora con Grupo 2 Homicidios.
Se trata de un programa de factura aragonesa, nunca mejor dicho, porque la productora se llama Factoria Plural. Se estrenó en 2016 como recreación documental del crimen de la Laboral de 1988. Aquel asesinato fue una conmoción. Una estudiante, Carmina, perdió el autobús que debía llevarla de la Universidad Laboral a Zaragoza, doce kilómetros. Hizo autoestop y el conductor la violó y asesinó. El autor un padre de familia que nunca hubiera levantado sospechas.
Aragón TV quería de algún modo homenajear al Grupo 2 de Homicidios de Zaragoza que llegó a resolver 200 homicidios, un 90% de las muertes que llegaron a su despacho, según informó el Heraldo de Aragón. La audiencia que marcó el programa sirvió para que lo comprase Mediaset y actualmente se emite en Cuatro.
La noticia esta semana es que Grupo 2 Homicidios ha logrado tocarnos el corazoncito. Su último capítulo está dedicado al secuestro de Quini, uno de los mejores jugadores de la historia de España y del FC Barcelona. El caso de su secuestro llenó muchas conversaciones de los que fuimos críos en la década de moda -de moda durante dieciocho años ahora mismo, más de lo que duró la propia década-. Los aficionados al balompié siempre hablamos de que bien por la liga que ganó la Real, pero que lo de Quini y tal y cual...
En su inicio, el documental sitúa a los policías como demócratas sin tacha cuando uno de ellos comenta recordando que 1981 fue un año duro, que lo fue. Cada día, explica, los agentes desayunaban con el asesinato de compañeros en atentados de ETA y el GRAPO, lo cual es cierto. Y añade: "encima, la democracia se tambaleaba", lo cual era verdad, pues había habido un golpe de estado, el de Tejero, un mes antes de estos hechos, felizmente abortado. Uno sonríe un poco de medio lado, porque la policía en 1981 todavía no estaba tan depurada como a los demócratas les hubiese gustado.
Quini, un domingo más para él de ese mes de marzo, le había metido dos goles al Hércules y se dirigía, después del partido, a buscar a su mujer el aeropuerto. Cuando fue a arrancar el coche, le atraparon unos extraños y se lo llevaron. Fue introducido en una caja de madera. Los secuestradores se lo llevaron en una furgoneta con la música a tope, para no despertar sospechas en los peajes.
Su mujer, cuando llegó al aeropuerto, llamó a otro jugador histórico del FC Barcelona, Alexanco, para preguntarle por qué Quini no había ido a buscarla al aeropuerto. Tanto Alexanco como Quini, al igual que otros protagonistas, por ejemplo, la propietaria del restaurante que estaba al lado de su casa y que fueron testigos del secuestro -por el ruido del coche-, aparecen en el documental. La reconstrucción, en este aspecto, es impecable.
Quini comenta desde la playa de Gijón, con la voz aún quebrada: "El viaje me pareció una eternidad". Le ocultaron en un taller de motos, en Zaragoza. Fueron cinco horas de trayecto, él pensaba que le habían llevado fuera de España. No para de dar detalles: le quitaron la ropa y el reloj, le pusieron un chándal.
En el documental hasta aparece el testimonio de los vecinos del taller de motos. Nadie oyó nada. La estrella del Barça fue encerrada en un zulo de 8,5 metros cuadrados. Dos policías del grupo se quedaron con su familia en su domicilio. Presencia constante. Y fueron llegando las reivindicaciones: El Batallón Catalano-Español, siglas de grupos absolutamente desconocidos hasta entonces o personas que se hacían pasar por los secuestradores para cobrar el rescate que, de hecho, algunos de ellos, cuentan los policías, fueron también detenidos.
¿Y cuál fue el punto de este secuestro? Pues que Quini acabó entablando amistad con los secuestradores, o al menos cierta simpatía. Eso es lo que vimos en los recortes de periódicos tras su liberación y nos alucinaba. El interés ahora estaba en ver cómo lo trata el documental. También dijo en Don Balón que llegó a pensar en el suicidio.
Eran unos parados, sin antecedentes. Se habían quedado sin trabajo. A Quini le leían las crónicas de los partidos. Le decían "el Barça no es lo mismo sin ti" (no ganó sin él durante el cautiverio). Incluso llegaron a ponerle una televisión para que la viera en el zulo y no se aburriera. Me ha resultado gracioso que en las imágenes reales se vea que el aparato en cuestión fuese lo que parece una Telefunken portátil, pero en las reconstrucciones le hayan puesto un aparato negro más moderno. Se ve que Vasile no paga como para que producción se deje cien leuros en ebay. Pero también es verdad que pocas veces hemos visto a actores interpretando a personajes aragoneses hablar con el hermoso acento de esa tierra y solo por eso ya merece la pena este programa.